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El cazador de cocodrilos y héroe de guerra que usó agua de colores para explicar la macroeconomía
El cazador de cocodrilos y héroe de guerra que usó agua de colores para explicar la macroeconomía
Foto: London School of Economics (LSE).
7 minutos de lectura

El cazador de cocodrilos y héroe de guerra que usó agua de colores para explicar la macroeconomía

08 de mayo, 2016
Por: BBC Mundo
@periodistagonzo 

“Me gustaría remodelar todos sus sistemas económicos con tuberías”.

Eso fue lo que le dijo el estudiante William Phillips a su incrédulo tutor, quien, no obstante, se lo permitió.

Phillips construyó una especie de gimnasio para peces del tamaño de un armario, con esclusas, flotadores y trampillas, en el que todo estaba conectado.

Tenía tanques y agua coloreada para que fuera más fácil verla mientras se movía de uno a otro, como el dinero en una sociedad.

Efectivamente, los réditos literalmente fluían de un lugar al siguiente en la MONIAC (las siglas en inglés del aparato: Computador análogo del ingreso monetario nacional).

Fue la primera vez que alguien hizo una computadora de una economía. Todavía funciona y es asombrosamente precisa.

Pero, ¿quién era este personaje que usó un método tan colorido para explicar los ires y venires de la macroeconomía?

El autor William Phillips al presentar MONIAC
El autor William Phillips al presentar MONIAC

Un día de diciembre

Remontémonos a unas semanas antes de la Navidad de 1949, a una reunión muy inusual en el London School of Economics (LSE).

Se trataba del seminario de Lionel Robbins, en el que se concentraba lo más avanzado en el pensamiento económico de la época.

Robbins era el director del departamento de Economía en el LSE y había reunido a los mejores y los más brillantes de toda Europa pues quería convertir a su departamento en el rival del de la Universidad de Cambridge.

El momento era crítico para la filosofía económica.

En los años 30, la Gran Depresión había sido un gran desafío para los economistas. Intentando entenderla, John Maynard Keynes había creado una disciplina nueva, a la que llamó “macroeconomía”.

Después de la Depresión vino la Segunda Guerra Mundial. Los gobiernos adoptaron economías planificadas, que parecían funcionar sorprendentemente bien.

Parecía que si se desarrollaban las estrategias apropiadas, realmente se podía entender, controlar y manipular la Economía.

De la granja al escenario

Normalmente, el seminario de Lionel Robbins era una cita para que los más grandes y distinguidos eruditos se presentaran ante sus pares.

Muchos de ellos serían futuros premios Nobel.

Pero en esta ocasión, fue distinto: el presentador era un alumno adulto, bajito, nervioso, que ni siquiera tenía título universitario.

Era un neozelandés llamado Bill Phillips, quien estaba consciente de que su futuro dependía de la impresión que diera en ese entorno.

Había nacido tres décadas y medio antes, en Te Rehunga, una localidad rural de un país rural.

Había crecido en la única granja del área que contaba con inodoros y luz eléctrica, no porque sus padres fueran ricos, sino porque su papá, Harold, era un apasionado ingeniero. Y esa pasión se la pasó a su hijo.

Le enseñó a hacer juguetes, radios, toda clase de artilugios que más tarde le servirían en situaciones aún insospechadas.

Una de las cosas que hizo fue arreglar una camioneta que nadie había podido componer, y en ella, a escondidas, llevaba a sus amigos al colegio.

Cuando se graduó, no pudo ir a la universidad pues la Gran Depresión había llegado hasta Te Rehunga, y la granja de sus padres no estaba produciendo las ganancias acostumbradas.

Así que se fue a trabajar en una presa hidroeléctrica en su país, y para divertirse fundó un cine al aire libre. Pero luego se aburrió y se fue a explorar el mundo.

Indiana Jones

El diario estadounidense Wall Street Journal alguna vez dijo que Steve Levitt, el coautor de “Freakonomics” era el Indiana Jones de la Economía.

No es cierto.

Bill Phillips es el verdadero Indiana Jones de la Economía.

Entre 1935 y 1946 -cuando tuvo su primera experiencia con la economía- Phillips fue un músico callejero autodidacta, trabajó en una mina de oro, fue cazador de cocodrilos, fue arrestado en Manchuria, China, por los japoneses y acusado de espionaje, antes de viajar a Londres y llegar justo a tiempo para inscribirse en unos cursos en el LSE… y alistarse con la Real Fuerza Aérea, al mismo tiempo.

La guerra estalló inmediatamente y lo mandaron de vuelta al otro lado del mundo, a ayudar a defender a Singapur.

Sin embargo, no se pudo y cuando todo estaba perdido, fue designado como el Oficial de Armamento de un buque llamado Empire Star, el último barco con refugiados que salió de Singapur.

Poco después de zarpar, fue detectado por los japoneses y sus bombarderos empezaron a atacar.

Phillips tenía una ametralladora, pero nada en qué montarla, así que fue a la cabina y salió con una creación propia hecha con lo que pudo encontrar.

Armado sólo con eso, peleó durante horas contra los japoneses desde la cubierta, en medio de las bombas que caían constantemente desde el cielo. Más tarde fue condecorado por su valentía.

Pero antes, terminó como prisionero de guerra. Por supuesto, lo primero que hizo cuando llegó a la prisión en Indonesia fue hacer una radio, en el tacón del zapato. Si lo hubieran descubierto, habría sido torturado o decapitado.

En un momento muy oscuro, se lo llevaron con los otros prisioneros a cavar una fosa común, cuya finalidad era obvia.

No obstante, Phillips estaba preocupado por otra razón: su radio había dejado de funcionar.

Con su amigo, el novelista sudafricano Laurens van der Post, se metieron a la oficina del comandante de la prisión bajo el manto de la noche, tomaron su radio y le sacaron las piezas que necesitaban. Un poco arriesgado, pero…

Cuando Phillips arregló el radio lo primero que escuchó fue que habían lanzado una bomba atómica en Japón, y que la guerra estaba por terminar.

Los flujos

Funcionamiento del Computador análogo del ingreso monetario nacional MONIAC
Funcionamiento del Computador análogo del ingreso monetario nacional MONIAC

A su regreso a Londres y al LSE, quiso estudiar sociología, para entender por qué la gente podía hacer cosas tan horribles.

Pronto se dio cuenta de que esa carrera no era para él.

Se metió en un par de cursos de Economía, que tampoco era que le fascinara, pero notó que a los profesores les gustaba usar ecuaciones diferenciales para explicar cómo funcionaba la economía.

Y él sabía mucho de ecuaciones diferenciales: las había usado en la hidroeléctrica, en ingeniería. Notó que las mismas ecuaciones que los economistas decían que gobernaban flujos en la economía gobiernan el flujo del agua, en tuberías y presas.

Se le ocurrió simular la economía con una estructura hidráulica.

Fue entonces que se dio la escena con la que empezamos, cuando acudió a su tutor para proponerle hacer precisamente eso.

El tutor era nada menos que James Meade, ganador del Premio Nobel de Economía en 1977, quien -a pesar de que a Phillips le iba mal en sus exámenes- se lo permitió.

El resultado fue MONIAC y eso era lo que ese hombre bajito y nervioso iba a presentar en el prestigioso seminario Lionel Robbins frente a los mejores y más brillantes.

Ver para entender

Aunque hidráulica, lo que les presentó fue una computadora, que usaba lógica fluida para visualizar los mecanismos de la macroeconomía.

Tenía varios tanques, todos marcados: el más grande, arriba, decía ‘Tesoro‘ y estaba lleno de agua que representaba el dinero.

De ahí, fluía a otros tanques para mostrar las diferentes formas en las que un país podía gastar su presupuesto.

Había tanques etiquetados ‘Salud‘, ‘Consumo‘ y ‘Exportaciones‘, por ejemplo, y estos también se comunicaban entre ellos, demostrando las interacciones en la economía.

Además, desde ciertos tanques, el agua podía volver al ‘Tesoro’, para mostrar cómo funcionaban los impuestos.

La MONIAC, por supuesto, fue rápidamente eclipsada por la tecnología digital pero, para mí, hay algo muy especial en esa época en Economía.

Tiene remedio

La máquina simboliza la totalidad de la Economía: puedes ver todo. Pero también es un símbolo del intento de un grupo de personas muy ambiciosas y optimistas de comprender cómo funciona el sistema.

Recuerdo algo que dijo John Maynard Keynes durante la Depresión: “La economía tiene problemas con el magneto“. El magneto es una pequeña parte de un auto.

Está averiada porque una sola pieza no funciona.

Si los economistas pudieran diagnosticar la falla y podrían arreglar la Economía.

Así era como John Maynard Keynes veía la economía; y Bill Phillips también.

Y yo me pregunto si ahora, en una era menos inocente, hemos perdido algo de ese espíritu.

Perdimos la idea de que la economía es como esa camioneta que Phillips vio cuando era niño: todos dicen que no tiene remedio.

Pero no se va a arreglar sola. Lo que él dijo fue: “Yo creo que puedo entenderla. Yo creo que puedo repararla“.

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