[contextly_sidebar id=”6wIy1hF6LSQCtJ2hWMgZePivBNmbKGyo”]El cráter de Chicxulub, al norte de la península de Yucatán, puede entenderse como una cápsula del tiempo, enterrada por la naturaleza a lo largo de aproximadamente 65 millones de años, que está a punto de ser abierta para ofrecer a la humanidad información sobre el origen de la vida en el planeta y de otros fenómenos más actuales como el daño que provoca el calentamiento global.
La propia evolución de la Tierra favoreció el resguardo del cráter provocado por el impacto de un meteoro al final del periodo Cretácico: a diferencia de otros, el de Chicxulub ha sido cubierto por capas de suelo a lo largo del tiempo permitiendo conservar evidencia física sobre las condiciones antes, durante y posteriores al choque del asteroide.
Ahora, luego de más de 21 años de investigación, un equipo de perforación integrado por especialistas e investigadores de una decena de países trabajará en la zona más cercana al centro del cráter, en un punto fijado a 32 kilómetros al noreste de la costa de Progreso, en el estado de Yucatán.
La meta es llegar a una profundidad 1.5 kilómetros a partir del suelo marino y a lo largo de la perforación tomar muestras que permitan identificar elementos de diversas etapas de la evolución terrestre y no solo aquellas correspondientes al impacto del meteoro asociado con la desaparición del 75% de la vida en el planeta, no solo de los dinosaurios.
El recorrido del agujero a través de la capas de suelo podría compararse con pasar las páginas de un libro muy antiguo en el que habrá de descifrarse códigos sobre la vida en el planeta y nuestros orígenes, o con ir encontrando e identificado cada elemento de información planeta resguardado en la cápsula del tiempo de Chicxulub.
Para el oceanólogo y geofísico Mario Rebolledo Vieyra y la paleoceanógrafa Ligia Pérez-Cruz, integrantes del proyecto de perforación, denominado Expedición 364, existe un especial interés en encontrar información que pueda ser útil para enfrentar el proceso actual de cambio climático.
Ambos investigadores consideran viable utilizar datos obtenidos a partir de esta etapa de la investigación del cráter para sumarla a modelos predictivos sobre los fenómenos de calentamiento global y acidificación marina, entre otros, que hoy amenazan la estabilidad de los ecosistemas en el planeta.
Hablar de mitigar los daños es aún aventurado en ese sentido, pero existen posibilidades de que las muestras tomadas aporten información muy específica sobre contextos muy específicos como el fenómeno de calentamiento del planeta causado por el impacto del meteoro en la Tierra.
Existe una idea de que hubo cambio climático global como resultado del choque del asteroide y la explosión, lo cual provocó una extensa nubosidad que cubrió prácticamente todo el planeta, que hizo tóxica la atmósfera para la mayoría de los organismos que vivían en esa época y que además causó un alto nivel de acidez en el mar, también afectando la vida en ese hábitat, según explican ambos.
Según el investigador, hasta ahora no existe forma de saber cuánto tiempo duró ese periodo de cambio, ni cuánto le llevó a la vida en el planeta retomar su curso, la forma en la que se desarrollaron nuevas especies que repoblaron y generaron otros ecosistemas hasta llegar a lo que conocemos.
Por otra parte, –añaden Rebolledo, especialista del Centro de Investigación Científica de Yucatán (CIY) y Pérez-Cruz, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)- se considera que las temperaturas alcanzadas por el cambio climático que causó el choque son similares a las que había cuando comenzó a generarse la vida en el planeta, por lo que con más datos obtenidos en la perforación, podríamos tener incluso más información sobre esa área.
Entre otros elementos, en la perforación esperan encontrar muestras de lo que se denomina agua de poro, es decir, rocas que en su centro guardan agua e incluso gas o aire de hace 65 millones de años.
Esas rocas serán transportadas a laboratorios especializados donde con mucho cuidado se realizan cortes, evitando contaminarlas con elementos externos, para tomar el aire o agua contenidos en su interior.
Lo encontrado en el interior de las rocas les permitirá identificar elementos como la acidez del agua o cantidad de oxígeno disuelto en el aire. Este último elemento a su vez puede servir para identificar las condiciones de la atmósfera terrestre en la época inmediata posterior al impacto y más adelante.
El objetivo de ese estudio es elaborar una reconstrucción de las condiciones de la atmósfera terrestre en ese momento histórico. Ese modelo permitiría calcular cuánto tardó la Tierra en recuperarse del impacto y en qué condiciones.
Luego podría compararse con las condiciones actuales e incorporarse a modelos predictivos que podrían dar pie, de existir la voluntad suficiente de parte de la sociedad y los gobiernos, de emprender las acciones adecuadas para enfrentar el problema.
Un ejemplo de esto puede explicarse a partir del problema ya identificado de acidificación del mar que afecta a los arrecifes: si se sabe qué nivel de acidez alcanzó el mar derivado del choque, es posible armar un modelo comparativo con el nivel actual y saber qué tipo de daños se enfrentan ahora y cuáles serían sus consecuencias.
Otra expectativa que comparten ambos investigadores con el geocientífico marino de la Universidad de Texas, en Austin, Sean Gulick y Joanna Morgan, del Imperial College en Londres, Reino Unido, además del director del proyecto por parte de México, el investigador de la UNAM, Jaime Urrutia Fucugauchi, es también hallar formas de vida microbianas preservadas a causa del impacto.
El análisis de las mismas podría permitir identificar sus características genéticas (ADN) y relacionarlas con otros datos obtenidos para finalmente tener resultados útiles para entender mejor el origen de la vida en la Tierra.
Al día de hoy, un barco-plataforma de nombre Myrtle, ya está instalado a 32 kilómetros de la costa de la Península de Yucatán. Aunque los trabajos de exploración y algunas pruebas de perforación iniciaron desde el día 8 de abril, se considera el día 14 como el inicio formal.
Los equipos de investigación y perforación trabajarán ocho semanas en la plataforma. Después vendrá otro periodo, aún difícil de definir, para el análisis y revisión de todas las muestras tomadas, así como del establecimiento de los resultados, el acopio de la información y su paulatina publicación.
La llegada de la embarcación concreta un trabajo de 12 años en el que todo el equipo científico se dedicó no solo a conseguir el financiamiento de 10 millones de dólares que tiene esta etapa de la investigación del cráter, sino también de darle el sustento científico a todas las actividades por venir en estos dos meses próximos.
Se trata, coinciden todos los investigadores a partir de algunos de los elementos antes expuestos, de una de las investigaciones más importantes de la época contemporánea que aún tiene mucho que revelar.
El Cráter de Chicxulub es, hasta ahora, el que en mejores condiciones de conservación ha sido hallado en el planeta. Más allá de la Tierra, en la luna o en otros planetas existen muchos más que podrían estar muy bien conservados, pero por razones obvias es imposible estudiarlos actualmente.
El proyecto es dirigido por el Consorcio Europeo de Perforación Científica (ECORD, por sus siglas en inglés), como parte del Programa Internacional de Investigación del Océano (IODP).
Participan investigadores de Inglaterra, Estados Unidos, Francia, Canadá, Bélgica, Austria, Australia, Alemania, Japón, China, Holanda y México.
El ECORD está respaldado por una larga trayectoria en misiones de perforación de carácter científico. Ha trabajado en el Ártico, la Gran Barrera de Coral de Australia, entre otros sitios.
El equipo de ingenieros además operó un proyecto durante 10 años en los 90 en Hawai. La perforación hecha ahí está considerada la más profunda en la historia de los trabajos científicos de ese tipo al alcanzar 15 kilómetros de profundidad en el interior del volcán Kilauea.
Durante esa misión en Hawai no se reportaron accidentes pese al alto riesgo que implica perforar dentro de un volcán activo.
Además de las instituciones ya mencionadas, también colaboran el Programa Internacional de Perforación Científica Continental (ICDP, por sus siglas en inglés), el CICY, la Universidad Autónoma de Yucatán, el Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados (Cinvestav) y el Sistema para la Innovación, la Investigación y el Desarrollo Tecnológico del estado de Yucatán (Siidetey) y la Secretaría de Desarrollo Urbano y Medio Ambiente del mismo estado (Seduma).
Debido a la importancia del proyecto, el equipo de investigación ha dispuesto sitios en Internet abiertos para que especialistas y público en general puedan tener más información sobre los trabajos:
http://www.eso.ecord.org/expeditions/364/364.php
https://esoexpedition364chicxulubimpactcrater.wordpress.com/
http://www.mision364.com/
Redes sociales:
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