[contextly_sidebar id=”bdEEElDM2R4aaNFnbQa4t7GygnSTOwdQ”]A partir del 1 de enero 2016, los precios que los mexicanos pagan por los combustibles automotrices varían mes con mes. Sin embargo, en contraste con las subidas de precios mensuales a las que nos acostumbramos de 2006 a 2014, ahora los precios domésticos podrán subir o bajar en sincronía con los precios internacionales. El gobierno de Peña Nieto presume los precios más bajos de combustible como un beneficio de la reforma energética, pero los críticos se quejan de que los combustibles vendidos en México son todavía demasiado caros. ¿Quién tiene la razón? Aquí una explicación.
Subsidios a los combustibles. Durante décadas, el gobierno mexicano estableció precios de los combustibles, y además los subvencionó. En 2006, el gobierno decidió eliminar los subsidios a los combustibles, no sólo porque eran costosos, sino también porque eran regresivos. Es decir, sólo una pequeña parte de la población, es decir, las clases medias y clases altas, tenían recursos suficientes para comprar y utilizar vehículos de pasajeros. Entre ellos, los de mayores ingresos podían comprar vehículos con motores más grandes y menos eficientes. Los subsidios a los combustibles significaban que los escasos recursos públicos se dedicaban a aquellos que menos los necesitaban, y la eliminación gradual de los subsidios liberaría fondos públicos que, en principio, podrían destinarse a un mejor uso.
En lugar de aumentar los precios de una sola vez, lo que habría causado estragos por el aumento de la inflación, de 2006 a 2014, los precios de la gasolina y el diésel se incrementaron unos pocos centavos cada mes. Un incremento final se autorizó en enero de 2015, después del cual los precios se fijaron de nuevo para el resto del año.
Al mismo tiempo, sin embargo, las importaciones mexicanas de combustibles comenzaron a aumentar, ya que la petrolera estatal Pemex era incapaz de satisfacer el aumento de la demanda interna. Con el fin de “proteger” a los consumidores de las oscilaciones de los precios internacionales de los combustibles, un impuesto variable se impuso en el año 2000 para mantener constantes los precios de los combustibles. Sin embargo, esta política tuvo el efecto de aumentar los subsidios de forma implícita cuando los precios internacionales eran más altos que los domésticos, como fue el caso entre 2006 y 2014.
Transición. Cuando se aprobó la reforma energética en 2013, se acordó que las fuerzas del mercado deberían determinar los precios internos de los combustibles, a partir de 2018. Un período de transición fue instituido, durante el cual se permitiría que los precios variaran en un rango predeterminado que tomaba en cuenta las referencias establecidas en 2015. En 2016, la banda es +/- 3%, la tasa de inflación esperada, y en 2017 ésta banda se ampliará. Al calcular los precios que se aplicarán este año, la Secretaría de Hacienda disminuyó el precio de las gasolinas Magna y Premium en 40 y 41 centavos, respectivamente. Así, este año, el precio de un litro de gasolina regular podría variar entre 12.7 pesos y 13.5 pesos, dependiendo del precio de la gasolina en Costa del Golfo de Estados Unidos.
Si los precios internacionales se mueven más allá de los límites superior e inferior del rango, el gobierno, respectivamente, subsidiará los precios hasta un importe equivalente al 1% del Producto Interno Bruto, o cobrará un impuesto implícito. Además, el impuesto variable al consumo será retirado y uno fijo por litro tomará su lugar: 4.16 pesos por la gasolina regular (o Magna), 3.52 pesos por la Premium y 4.58 pesos para el diésel.
Sin embargo, el hecho que los precios puedan variar no implica en absoluto que habrá competencia en el mercado nacional en 2016. Como parte de la transición, Pemex seguirá siendo la única productora, importadora y distribuidora de combustibles en todo el país, y sólo en 2017 se les permitirá a terceros importar combustibles libremente. En 2018, cuando se liberalizarán los precios, la Secretaría de Hacienda tendrá que replantear su estrategia fiscal.
Los precios son relativos. ¿Son caros o baratos los precios del combustible para automóviles en México? Depende. De acuerdo con la Agencia de Información de Energía de Estados Unidos, hasta el 4 de enero, un litro de gasolina regular en la región de la Costa del Golfo de Estados Unidos costaba el equivalente a 7.7 pesos, mientras que en México costaba 13.6 pesos, casi el doble. Considere también que en Guatemala, que no es un importante productor de petróleo, un litro de gasolina ordinaria se vende en $ 11.8 pesos. Pemex importa de Texas más de la mitad de los combustibles para autos que vende en México, por lo que los consumidores nacionales se quejan de que los combustibles son demasiado caros. Uno entonces podría estar tentado a coincidir con los críticos.
Sin embargo, las cosas se ven diferentes, si se tiene en cuenta el precio de los combustibles en relación con los ingresos nacionales, sugerida por el Producto Interno Bruto per cápita (PIB pc). Digamos que el conductor promedio consume 1000 litros de gasolina regular cada año. En Estados Unidos, que tuvo un PIB pc de 54,000 dólares en 2014, el gasto en combustible representaría menos del 1% de los ingresos del conductor. En México, con un PIB pc de $10300 dólares, el gasto en combustible representaría el 8%. En Guatemala, con un PIB pc de $3,600 dólares, equivaldría casi al 20% de los ingresos del conductor. Ahora, ¿quién está pagando más?
Tal vez una comparación con los países con un PIB pc similar al de México podría ser esclarecedora. Tomemos a Brasil, Malasia y Turquía, por ejemplo. Un litro de gasolina regular cuesta 15.5 pesos en Brasil, 7.6 pesos en Malasia y 24.7 pesos en Turquía. Realizando un cálculo similar, los conductores de estos países gastan 8%, 4% y 14% de sus ingresos en combustibles por año, respectivamente. Los mexicanos, entonces, se ubican más o menos en el centro de la gama. Dejemos que se quejen.
Resultado final. La insistencia de la administración de Peña Nieto en que la reforma energética hizo posible precios más bajos en los combustibles es una verdad a medias. En las actuales condiciones del mercado, una caída de los precios puede parecer que confirma el dicho de Peña Nieto, pero si el precio del petróleo y, en consecuencia, el de las gasolinas se recuperaran, es decir, aumentaran, el gobierno mexicano estaría en un aprieto. Los críticos, por otro lado, tienen un punto a su favor cuando hacen referencia a los precios del combustible en Estados Unidos, pero a menudo no ven que los mexicanos no pagan necesariamente más que los conductores de países más parecidos a México. Todo precio es relativo.