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Vivir con el narco: Pueblos Mágicos de Michoacán, la violencia rompió el encanto
Vivir con el narco: Pueblos Mágicos de Michoacán, la violencia rompió el encanto
Ginnette Riquelme
2 minutos de lectura

Vivir con el narco: Pueblos Mágicos de Michoacán, la violencia rompió el encanto

03 de diciembre, 2015
Por: Elia Baltazar y Ginnette Riquelme
En todo Michoacán el promedio de ocupación hotelera hace ocho años (2007), fue de 42.14%. En 2015 la cifra es de 38.9%, de acuerdo con la Secretaría de Turismo federal. // Foto: Ginnette Riquelme.
En todo Michoacán el promedio de ocupación hotelera hace ocho años (2007), fue de 42.14%. En 2015 la cifra es de 38.9%, de acuerdo con la Secretaría de Turismo federal. // Foto: Ginnette Riquelme.

A las puertas del museo de sitio de la zona arqueológica de Tzitzuntzan, dos jóvenes de 19 y 20 años se entretienen con la música y los juegos de sus celulares. Son los vigilantes de las Yácatas, un centro ceremonial purépecha.

“La gente ya no viene como antes”, dice Édgar, uno de los vigilantes. Es el efecto silencioso y prolongado de la violencia en Michoacán, que afectó la actividad turística y cultural de sus comunidades y lastimó todavía más su economía.

En Tzintzuntzan —pueblo mágico de la meseta purépecha de Michoacán y antigua capital del imperio tarasco—, hay una calma silenciosa. Sus calles y su plaza están vacías, y entre los puestos de artesanos rondan los perros de nadie. Parece que aquí no pasa nada. “En lo general, así es”, dice el padre Pedro López Vargas, quien llegó a esta comunidad hace cuatro años.

Sin embargo, hay historias privadas permeadas por el entorno de violencia. Elvia tiene un hijo de 30 años en una cárcel federal de Veracruz, acusado de posesión y tráfico de droga. A Felipe intentaron extorsionarlo. Un sobrino de Alicia perdió su camioneta en un asalto a mano armada en carretera. El taxista Nicolás sabe de compañeros a quienes les robaron y quemaron su auto, y un grupo armado sorprendió un día al seminarista Óscar, cuando conducía hacia a una misión.

Todos relatan sus historias, aunque desconfían de quien pregunta. Responden con monosílabos. Cortan sus frases. Alargan sus silencios mientras siguen sus rutinas. “¿Seguro que no va a pasar nada?”, pregunta Elvia.

En todo Michoacán el promedio de ocupación hotelera hace ocho años (2007), fue de 42.14%. En 2011 la cifra bajó casi cuatro puntos porcentuales al colocarse en 38.48%, y tres años después apenas ha experimentado una tímida recuperación de medio punto porcentual, al llegar a 38.9% de acuerdo con la Secretaría de Turismo federal.

Esos números reflejan lo que pasa en Tzintzuntzan. Aquí “nos ha afectado mucho”, dice Felipe, dueño de una tienda en la que también ofrece fotos de estudio, postales y ropa. Originario de Jalisco, vive en Tzintzuntzan desde hace dos décadas. Cada año su familia venía a visitarlo, “pero dejaron de hacerlo cuando todo esto comenzó”.

Todo esto es el incremento de la violencia que, desde 2008, llegó a Michoacán por enfrentamientos entre grupos del crimen, fuerzas federales y autodefensas, bloqueo de carreteras, quema de vehículos, secuestros, extorsiones y asesinatos.

Aunque la mayoría de esos hechos se concentra en 20 municipios de la región de Tierra Caliente que colinda con Guerrero –donde la seguridad está a cargo de fuerzas federales–, la percepción de inseguridad se extiende por el resto de los 130 municipios de la entidad.

Aquí puedes seguir leyendo este especial y contarnos cómo aprendiste tú a vivir con el narco.

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Imagen BBC