El especial: Aprender a vivir con el narco.
Antes de subir el Iztaccíhuatl por primera vez en 2003, Elena Amezcua tuvo que tomar un curso para escalar alta montaña y ejercitarse durante seis meses. Compró botas especiales, bastones, ropa térmica y estudió la geografía del lugar. Sólo así resistió los más de cinco mil metros de altura, los cambios de clima y el desgaste muscular que deja una travesía de dos día para escalar la tercera montaña más alta de México.
Hoy tiene ya decenas de ascensos y, cuidadosa y cuenta que siempre cumple al pie de la letra con las mismas reglas de seguridad: bastones, ropa térmica, entrenamiento…
Sin embargo, este año ha tenido que sumar una más: avisarle a la policía.
En julio pasado, unos encapuchados asaltaron a dos grupos de alpinistas que descansaban en los refugios de “Ayoloco” y “De los cien”, a 4 mil 800 metros sobre el nivel del mar, en una de las rutas consideradas más seguras de ese volcán porque nunca se habían registrado agresiones.
No era la primera vez que ocurría un incidente. Nueve años antes, los alpinistas habían dejado de escalar,, por miedo, dos rutas del pueblo de San Rafael –en las faldas del volcán–. En 2006, un grupo de hombres armados asaltó a montañistas y un joven fue asesinado a tiros por tratar de impedir la violación de una de sus compañeras.
El especial: Aprender a vivir con el narco.