[contextly_sidebar id=”VO5zgbogfQrEIBjKtE8JzOAOATTswq7B”]La estudiante de danza Angélica López, de 21 años, conoció a Alex Avendaño —supuesto director de academias de baile en Colombia— en abril de 2014 en el Distrito Federal. Después de mantener contacto durante cinco meses, un día “dijo que me tenía una propuesta que me haría triunfar en el mundo artístico”. Así es como la joven viajó a Sudamérica el 25 de diciembre de 2014, pero al regresar a México fue detenida en el aeropuerto por presuntamente llevar tres kilos de cocaína en su maleta.
El viaje de Angélica no podría explicarse sin “Alex Avendaño”, quien la ayudaba para hacer casting en un concurso de baile en Colombia, cuyo premio era una visita a Alemania, dinero en efectivo y hasta “saldríamos en la televisión”, dice la joven.
Estos son fragmentos de la narración que Angélica hizo en una carta de 16 páginas y en la que se declara “víctima de verdaderos delincuentes”. Este documento forma parte del expediente de su defensa al que Animal Político tuvo acceso.
El sueño de Angélica era la danza, por eso estudiaba en el Instituto Nacional de Bellas Artes y por eso era “muy emocionante” la propuesta de Avendaño de ir a concursar a Colombia para representar a la academia de baile “Midnight” y cuyo casting sería el 29 de diciembre de 2014.
Angélica era integrante de la compañía de danza “Malaika”, donde conoció a “Ariel”, quien también era amigo de Avendaño, razón que le hizo confiar en el hombre que le propuso el viaje.
La joven no tenía pasaporte, pero Alex Avendaño le sacó una cita en la Secretaría de Relaciones Exteriores y la acompañó para tramitar y pagar el de ella y el de Jesús, otro joven bailarín que también haría la prueba para el concurso. Al obtener el documento, publicó en su página de Facebook “estoy a unos pasos de mi sueño”.
El 24 de diciembre, el padre de Angélica, Jorge López, le dijo que no le permitiría viajar sin antes dejarle el nombre del hotel donde se hospedaría y la página de Facebook de Alex Avendaño. “Un día navegando en mi cuenta me apareció en ‘personas que quizá conozcas, un Facebook de ‘Héctor Martínez’ con una foto de perfil de Avendaño”, relata la joven en la carta.
Ella mandó una invitación de amistad a ese perfil y él respondió con una llamada telefónica para explicarle que sólo usaba esa página para comunicarse con su hermana que vivía en España y el nombre distinto era porque “no quería que lo encontraran sus demás familiares”.
Avendaño también compró los pasajes de avión y ofreció a Angélica y Jesús estar al pendiente de cualquier duda que tuvieran, pues era la primera vez que subían a un avión.
Al llegar a Bogotá tomarían otro avión hacia Armenia —una ciudad de 296 mil habitantes y a 290 kilómetros al noroeste de la capital colombiana— pero en migración le pidieron la dirección del lugar donde se hospedaría y le preguntaron el motivo de su visita. Angélica no supo qué decir y llamó a Avendaño. “¡Qué pesados!”, dijo él. “Déjales mi número y diles que eres mi novia, que vas a venir a visitarme y que Jesús te acompaña”.
Un hombre llamado “Ramón” los recogió en el aeropuerto y los llevó a la casa de Avendaño. Unos condominios amarillos donde conoció a los padres de Avendaño, Lucy y Daniel, a quienes no volvió a ver en los cuatro días siguientes.
El 29 de diciembre, el día del casting, Avendaño, Jesús y Angélica llegaron temprano a la academia de baile. Mientras esperaban el registro, Angélica tomó una fotografía con su celular “donde se apreciaba un espejo del tamaño de la pared y varias personas calentando y unas platicando”.
A los pocos minutos Alex Avendaño dijo que “tenía malas noticias, que teníamos que salir porque tuvo un problema con el jefe porque el casting solo sería para residentes de Colombia y para extranjeros sería a finales de enero o principios de febrero”, escribe Angélica.
Una de las preocupaciones de Angélica previo al viaje es que no tenía maleta. Pidió a sus amigos alguna prestada pero no lo había conseguido. Hasta el 25 de diciembre, horas antes de su viaje, su madre le dio una maleta que uno de sus tíos que vive en Estados Unidos había dejado en su casa.
“Era una maleta azul marino grande. La revisé bien y sólo tenía un poco descompuesto el cierre, pero era mi última esperanza. Pensé en amarrarla al llegar al aeropuerto, pero la maleta cerró sin complicaciones”.
Debido a que no pudo hacer el casting, decidió salir de Colombia el 31 de diciembre y no el 1 de enero como estaba previsto para darle una sorpresa a su familia. Cuando iba a empacar, Avendaño le dijo que su maleta estaba rota. “La subió a la cama y le jaló el cierre y se rompió por completo la parte principal, sin arreglo”, relata Angélica.
Pero Avendaño le dijo que no se preocupara porque podía “prestarle otra más linda” y además era buena idea porque se la llevaría a un amigo del Distrito Federal que pronto viajaría a España. Angélica escribe en su carta que no cargó la maleta vacía. “Comencé a cambiar mis cosas y como era más grande, le metí más cosas de las que había llevado. Nunca sospeché del peso de la maleta”.
Avendaño la hospedó en un hotel cerca del aeropuerto porque el vuelo saldría a las seis de la mañana. Además él no podía llevarla porque se quedaría en el hospital cuidando a su madre que se había enfermado, según le dijo.
En el aeropuerto de Armenia “pasé por la aduana donde el joven encargado sacó todas mis pertenencias de manera muy desordenada y vacía, la pasó por rayos x”. Abordó sin problema el vuelo hacia Bogotá, donde tomaría otro avión para la Ciudad de México.
Angélica asegura que su maleta fue la última en llegar a la banda de equipaje y en cuanto la tomó, personal de seguridad la llevó a una oficina donde revisaron la maleta y a ella la pusieron contra la pared. Cuando volteó, habían paquetes de cocaína.
Sin permitirle comunicarse con sus familiares, fue trasladada a la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO) donde “me tomaron datos, huellas, fotos, exámenes y firmar mil papeles sin tener una asesoría de ningún tipo. Solo mencionaron que ya se querían ir y que por mi culpa no llegarían al año nuevo a sus casas”. Inmediatamente fue trasladada al penal femenil de Nayarit.
Angélica termina la carta de su relato pidiendo su libertad porque es “una persona con estudios, sin ningún motivo para delinquir, buen trabajo y apoyo familiar. Por lo que me declaro inocente y víctima de verdaderos delincuentes”.