[contextly_sidebar id=”j0c7dTjWZUAwnrQ76feE4rDoPDh9jAxv”]Robusta, liviana y similar en tamaño a un piano de cola pequeño.
Así es New Horizons, la nave que el martes 14 de julio hizo historia al aproximarse al lejano y distante Plutón, el último planeta “clásico” de nuestro Sistema Solar en ser visitado.
El objetivo de la sonda de la NASA, cuyo peso no supera los 500 kilos -478, para ser exactos- es descubrir de qué está hecha la atmósfera de este cuerpo celeste y cómo se comporta, cómo es su superficie… ¿tiene grandes estructuras geológicas? ¿Depresiones? ¿Planicies?
Obtener toda esta información mientras sobrevolaba el planeta enano a una distancia de 12.500 Km de su superficie -una nimiedad en términos espaciales- y a una velocidad de 14 Km por segundo, fue posible gracias a los instrumentos que lleva a bordo.
Los equipos -diseñados hace más de una década- buscan responder a todas las preguntas que se hacen los investigadores, pero también sirven de respaldo a otros instrumentos si alguno de estos falla.
Son siete:
En los huecos que dejan libre estos instrumentos viajan otros objetos que, desde un punto de vista estrictamente científico, no tienen valor alguno.
Pero hoy día no hay expedición espacial que se precie que no lleve a bordo un cierto número de “polizones” con permiso.
A saber: