La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) declaró recientemente que la Gran Barrera de Coral de Australia está fuera de peligro. Pero en América Latina ocho lugares se mantienen en la lista de lugares en riesgo.
El mayor arrecife de coral del mundo pertenecía hasta entonces a la lista del Patrimonio de la Humanidad cuya integridad está amenazada.
Así que el anuncio de la Unesco le vino como agua de mayo al gobierno australiano, ya que éste en cierta forma reconocía las medidas llevadas a cabo para proteger los 2.600 kilómetros de arrecife.
Eso sí, la organización señaló que su futuro es “pobre”, y que las mayores amenazas siguen siendo “el cambio climático, la mala calidad del agua y los impactos en el desarrollo de la costa”. Y por esa misma razón, Greenpeace no comparte la decisión de la Unesco.
Aunque la Gran Barrera ya no esté en el inventario del patrimonio en riesgo, otros 46 sitios siguen engrosando la lista. Te contamos los que se encuentran en América Latina.
La región costera de Belice, que se extiende desde el límite con México en el norte hasta la frontera con Guatemala en el sur, es un sistema único en su género, dice la Unesco. Por ello, la elevó a la categoría de Patrimonio de la Humanidad en 1996.
Comprende el mayor arrecife de barrera del hemisferio norte -con sus 300 kilómetros de longitud es también el segundo mayor sistema de arrecifes del mundo, después del de Australia-, pero también atolones costeros, centenares de cayos arenosos, bosques de mangles, lagunas litorales y estuarios.
Está dividida en siete reservas o zonas protegidas “que ilustran las diferentes etapas de evolución del arrecife y son un hábitat importante para algunas especies animales en peligro, como las tortugas marinas, los manatíes y el cocodrilo marino de América”, señala la Unesco.
Además, son el hogar de varios depredadores, como los jaguares de Bacalar Chico, el tiburón martillo del Gran Agujero Azul y el águila pescadora del Arrecife de Glover, además del de 178 plantas terrestres y 246 marinas, 500 especies de peces, 45 hidroides, 65 tipos de corales y 350 de moluscos.
Para proteger tal diversidad se han aprobado varias normas, como el Acta de Pesca, el Acta de Parques Nacionales, el Plan Nacional de Áreas Protegidas, entre otras.
Pero a pesar de estas medidas, el arrecife está amenazado por la contaminación oceánica, el turismo incontrolado, el tráfico marítimo y la pesca.
Los huracanes, el calentamiento global y el incremento de la temperatura del océano son otras amenazas significativas.
Éstas son las causas del blanqueo de coral, un fenómeno que ha afectado desde 1998 al 40% del arrecife.
Debido a esto, en 2009 el Comité de la Unesco decidió incluirlo en la lista de Patrimonio de la Humanidad en peligro.
Potosí fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1987, el primer reconocimiento oficial que hizo esta organización internacional en Bolivia.
Pero en junio de 2014 la incluyó en la lista de Patrimonio de la Humanidad en peligro, debido a la actividad minera incontrolada que tiene lugar en el Cerro Rico y que, según la organización, podría degradar el sitio a pesar de toda la normativa que la protege y los planes de rehabilitación y reconstrucción llevados a cabo.
Lo que comenzó siendo un pequeño asentamiento a 4.000 metros de altura en la soledad de los Andes peruanos terminó siendo una Ciudad Imperial tras la visita de Francisco de Toledo, el quinto virrey de Perú, en 1572.
En el siglo XVI fue considerado el mayor complejo industrial del mundo y es, de acuerdo a la Unesco, “el ejemplo por excelencia de las grandes minas de plata de la era moderna”.
Actualmente el sitio comprende no sólo las antiguas instalaciones del Cerro Rico, a las que llega el agua por medio de un sistema intrincado de acueductos y lagos artificiales, sino también el barrio colonial con la Casa de la Moneda (reconstruida en 1975), la iglesia de San Lorenzo, varias mansiones nobles y los barrios de los miyatos que trabajaban en las minas.
Muchos de los edificios los construyeron de acuerdo al estilo barroco andino, pero incorporaron también influencias indígenas.
A partir de la primera mitad del siglo XIX miles de chilenos, bolivianos y peruanos vivieron y trabajaron en el remoto desierto de la Pampa, uno de los lugares más áridos del planeta.
Su trabajo era extraer del yacimiento de salitre más grande del mundo el nitrato de sodio, un fertilizante que transformó la agricultura en América y en Europa, y que proporcionó a Chile una riqueza considerable.
De los 48 centros de explotación del salitre ubicados en las actuales regiones de Tarapacá y Antofagasta que se registraron entre 1895 y 1899, las que mejor se conservan en la actualidad son las oficinas de Humberstone y Santa Laura.
Santa Laura, en su mejor período, contó con una población de 425 habitantes, mientras que Humberstone sobrepasó los 3.500 habitantes.
Están ubicadas a 47 kilómetros al este de la ciudad de Iquique, son monumentos nacionales y, desde el 17 de julio de 2005 Patrimonio de la Humanidad. Aunque el paso de los años y el saqueo había deteriorado enormemente, obligando a la organización a incluirlos en la lista de sitios en peligro.
Ambos centros atesoran 200 antiguos puntos de extracción, interconectados con un moderno sistema de ferroviario.
Todo ello, de acuerdo a la Unesco, “constituye un testimonio excepcional del progreso tecnológico y el comercio global que constituyeron la piedra angular de la era industrial”.
Pero además, en el lugar se forjó una cultura comunitaria específica de los pampinos, señala la organización. “Una cultura caracterizada por su creatividad, la riqueza de su expresión lingüística, los vínculos solidarios entre sus miembros y su lucha precursora por la justicia social, lo que dejaría una honda huella en la historia de los movimientos sociales”.
Situado al noroeste de Colombia, el Parque Natural Nacional de los Katíos se extiende por unas 72.000 hectareas y está formado por cerros bajos, bosques y llanuras húmedas.
Es parte de la región del Darién, que también cubre Panamá y Colombia.
“Su diversidad biológica es excepcional y alberga varias especies de animales en extinción, así como numerosas plantas endémicas”, señala la Unesco, quien la declaró Patrimonio de la Humanidad en 1994.
De acuerdo a la organización, es el único lugar de Sudamérica en el que concurren una gran cantidad de especies de Centroamérica, incluidas algunas en peligro de extinción, como el cocodrilo americano, el oso hormiguero gigante y el tapir centroamericano.
Sin embargo, debido a la necesidad de una movilización internacional para luchar contra la deforestación, el Comité de la organización decidió en 2009 incluirlo en la lista de los sitios en peligro.
Ubicada en la cuenca del río Plátano, en La Mosquitia, la región en la costa caribeña de Honduras, la reserva alberga uno de los escasos vestigios de bosque lluvioso tropical de Centroamérica.
Tiene una extensión de 5.250 kilómetros cuadrados y abarca tanto montañas como tierras bajas de selva tropical con una gran biodiversidad, que incluye 39 especies de mamíferos, 377 de pájaros y 126 de reptiles y anfibios.
Y el asentamiento de Ciudad Blanca constituye uno de las más importantes sitios arqueológicos de la civilización maya.
Además, en su territorio montañoso, que desciende en pendiente hasta la costa del Caribe, viven más de 2.000 indígenas que han conservado su modo de vida tradicional.
Por ello, fue declarada Patrimonio de la Humanidad y Reserva de la Biosfera por la Unesco, en 1980.
Y 16 años después pasó a la categoría de “en peligro”, que le fue retirada en el año 2007.
Sin embargo, sus valores ambientales y culturales siguieron amenazados por una pobre gestión ambiental, la colonización para crear terrenos agrícolas y las talas ilegales.
Estas causas hicieron que el gobierno de Honduras pidiera en 2011 su inclusión por segunda vez en la lista de Patrimonio de la Humanidad en peligro.
Estas fortificaciones de la costa caribeña de Panamá “son un espléndido ejemplo de la arquitectura militar de los siglos XVII y XVIII, diseñados por la Corona de España para brindar protección al comercio trasatlántico”, describe la Unesco.
“Son una obra maestra del ingenio creativo humano”, remarca.
A escala regional, pertenecen a un sistema defensivo mayor, que incluye Veracruz (México), Cartagena (Colombia) y La Habana (Cuba).
Portobelo, localizado en la costa norte del Istmo de Panamá, a unos 50 kilómetros al noreste de la ciudad de Colón, fue entre los siglos XVI y XVIII uno de los puertos más importantes de exportación de plata de Nueva Granada, y uno de los puertos de salida de la Flota de Indias.
El oro, procedente sobre todo del Perú, era transportado en mulas a través del Camino de Cruces, en Panamá, continuando por el río Chagres mediante pequeñas embarcaciones, hasta llegar a Portobelo, en donde era embarcado hacia España.
Tanto su fortificación como la de San Lorenzo, localizada a la entrada del río Chagres, fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad en 1980, pero factores medioambientales, la falta de mantenimiento y un desarrollo urbano incontrolado las destinaron a la lista de los sitios en riesgo.
Chan Chan es una ciudad precolombina de adobe, construida por los chimúes en la costa norte de Perú, en el área metropolitana de la actual Trujillo.
Es la ciudad de adobe más grande de América Latina y la segunda en el mundo.
Fue la capital del reino chimor, una cultura preincaica que se desarrolló en la costa norte tras el decaimiento del Imperio huari entre los años 1000 y 1200, y conoció su máximo esplendor en el siglo XV, poco antes de sucumbir al poder del imperio inca.
La ciudad se divide en nueve ciudadelas o palacios, que, al parecer, formaban unidades independientes, lo que “evidencia una rigurosa estrategia política y social”, dice la Unesco.
Por esa y otras características particulares la declaró Patrimonio de la Humanidad en 1986 y ese mismo año la incluyó en la lista de sitios en peligro.
Y es que durante la época del virreinato de Perú (1532 – 1821), Chan Chan fue objeto de saqueos y destrucción, ya que se creía que entre sus muros y pirámides estaba escondido un gran tesoro de oro y plata.
Santa Ana de Coro, mejor conocida como Coro, es una ciudad venezolana, capital del municipio Miranda y del estado Falcón, en el occidente del país.
Fundada en 1577, fue una de las primeras ciudades coloniales a América y posee unos 600 edificios históricos.
La ciudad es heredera de una arquitectura monumental del periodo colonial y republicano con características propia de la arquitectura del sur de España, con cierta influencia holandesa (las islas de Aruba, Bonaire y Curazao se encuentran frente a sus costas). Para su construcción se utilizaron materiales y técnicas usadas por los indígenas americanos y basadas en el barro, como el adobe y el bahareque.
Asimismo, tiene un trazado igualmente característico que combina el tradicional damero español con la disposición de un trazado irregular propio de las ciudades medievales alemanas, producto del periodo en el cual la ciudad fue asiento del dominio de los Welser.
“Es el único ejemplo subsistente de una fusión de técnicas y estilos arquitectónicos autóctonos, mudéjares españoles y holandeses”, señala la Unesco.
Por ello, la nombró Patrimonio de la Humanidad en 1993.
Aunque en 2005 se decretó emergencia patrimonial y fue incluida en la lista de sitios en peligro, debido al hasta entonces descuido gubernamental y a la intensidad de las lluvias acaecidas en los últimos años.
Algunos de estos lugares llevan diez años a la espera de que su situación mejore y la Unesco las saque de la lista “negra”, como a la Gran Barrera de Coral.