[contextly_sidebar id=”D2CcMOJV6wRQJizJiecZItZkLoiPzvQ8″]25 años de fotos magníficas. Desde que está en el espacio, el Hubble nos ha brindado imágenes del Universo como nunca antes lo habíamos visto.
Pero a la par que se celebra su aniversario, y pese a que todavía sigue dando señales de estar activo, la NASA, la Agencia Espacial Europea (ESA) y sus socios internacionales están trabajando a pleno en el telescopio para reemplazarlo.
Bautizado James Webb en honor al hombre que dirigió el destino de la agencia espacial estadounidense entre 1961 y 1968, tiene una potencia 100 veces superior al Hubble y, según afirman los científicos a cargo del proyecto, permitirá obtener imágenes sin precedentes de las primeras galaxias que se formaron en los inicios del Universo.
“Si con el Hubble podemos ver las galaxias recién formadas, cuando el Universo tenía solamente mil millones de años, con el James Webb vamos a poder observar incluso cuando las galaxias eran más jóvenes y todavía se estaban formando”, le explica a BBC Mundo Pedro García Lario, astrofísico de la ESA.
¿En qué se diferencia de su antecesor?
En principio -y esto es lo más evidente- en su tamaño.
Su espejo principal tiene un diámetro de 6,5 metros (en comparación con los 2,4 del Hubble) y está formado por 18 espejos hexagonales que juntos forman uno.
“Es tan grande que no cabe dentro del lanzador. Los espejos irán plegados y se desplegarán una vez que el aparato esté en el espacio”, dice García Lario.
Su lanzamiento -desde la base europea de Kourou en la Guayana Francesa- está previsto para octubre de 2018.
Un departamento en el espacio
“Otra peculiaridad es que sus instrumentos están optimizados para trabajar en infrarrojo”, explica el astrónomo.
“Esto significa que vamos a poder observar una luz de una longitud de onda diferente a la que observamos con nuestros ojos”.
Esto le permitirá mirar aún más hacia el pasado que el Hubble.
¿Por qué? Como la expansión del Universo se está acelerando, las antiguas galaxias se están alejando a gran velocidad.
A medida que lo hacen, la luz que emiten se estira hasta alcanzar una mayor longitud de onda, que las hace parecer más rojas.
Y, al hacer observaciones en infrarrojo, el James Webb podrá alcanzar los objetos más lejanos: las primeras estrellas y galaxias que se formaron tras el Big Bang.
Así, esperan que las imágenes les permitan dilucidar cómo a partir de los elementos iniciales básicos -gas y polvo- que había en el Universo inmediatamente después del Big Bang “se formaron a lo largo del tiempo estructuras tan gigantescas y estables como son las galaxias”, afirma García Lario.
Otra peculiaridad es que sus instrumentos están optimizados para trabajar en infrarrojo. Esto significa que vamos a poder observar una luz de una longitud de onda diferente a la que observamos con nuestros ojos
Los investigadores también esperan obtener imágenes de los planetas que orbitan alrededor de otras estrellas que no son nuestro Sol para analizar la composición química y física de su atmósfera a partir de la luz que viene específicamente de ellos (algo que no es posible con el Hubble).
Pero volviendo al tema de su tamaño, hay que aclarar que éste no está determinado solamente por la dimensión de su espejo: como está adaptado para observar en infrarrojo, el dispositivo está resguardado de los rayos del Sol por un escudo protector -que también se despegará en órbita- de aproximadamente 21 por 14 metros.
“Son como 200 metros cuadrados. ¡Es como un departamento!”, dice García Lario.
Por otra parte, en vez de orbitar alrededor de la Tierra como su antecesor (una vez cada aproximadamente 97 minutos a una altura de entre 550 Km y 600 Km) el James Webb se situará en un punto conocido como Lagrange 2, a 1,5 millones de kilómetros de nuestro planeta.
Orbitará alrededor del Sol, conservando esa distancia con la Tierra.
Respuestas básicas
A diferencia del Hubble, cuya misión de larga duración incluía la visita regular de astronautas para reparar o cambiar instrumentos, el diseño del James Webb asume que nadie podrá visitarlo en este punto tan distante de la Tierra.
Por lo tanto, “todo tiene que salir bien en la primera instancia”, indica García Lario.
Una vez que está en el espacio, las cartas están jugadas. No puede ocurrir lo que sucedió con el Hubble que debió esperar la visita de un trasbordador para que reparase sus fallas.
“Adaptar, maximizar, mejorar cómo operamos los instrumentos eso sí se puede hacer, pero cambiar algo, no”, añade.
Su vida útil está calculada en unos cinco años, pero los científicos esperan que si todo sale bien, pueda estar en operativo por una década.
¿Logrará este sustituto despertar el interés de la gente de la misma manera que el Hubble?
A García Lario no le cabe la menor duda.
“Estará a la altura de lo que se espera porque proporcionará respuestas a preguntas muy básicas como de dónde venimos, dónde estamos parados en el Universo, y permitirá determinar si la vida es una excepción o la norma en el Universo”.
“Todos estos temas interesan al público en general”.