Tras la apabullante victoria republicana en las elecciones de mitad de periodo de este martes, al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, le aguardan dos años de gobierno con una oposición envalentonada y en control del Congreso.
Los opositores republicanos ratificaron su mayoría en la Cámara de Representantes y lograron triunfos importantes en bastiones demócratas donde se disputaban gobernaciones -como Massachusetts, Maryland e Illinois- pero, sobre todo, se llevaron el premio mayor: el Senado.
De hecho, el llamado Viejo Gran Partido, logró su mayor presencia en ambas cámaras desde la Segunda Guerra Mundial.
Con triunfos en siete estados donde desplazaron a los demócratas (Arkansas, Colorado, Iowa, Montana, Carolina del Norte, Dakota del Sur y Virginia Occidental), los republicanos lograron las curules del Senado necesarias para asumir, a partir de enero y por los próximos dos años, la mayoría en ambas cámaras.
El corresponsal de BBC Mundo en Washington, Thomas Sparrow, explica que es la primera vez que esto ocurre desde 2006, lo que obligará al presidente Obama a recalibrar sus apuestas en los últimos años que le quedan en la Casa Blanca y en momentos en que un mandatario normalmente está pensando en el legado que dejará.
En juego están políticas clave como las decisiones ejecutivas sobre inmigración prometidas por Obama, así como la continuación de la implementación de su emblemática reforma a la salud, su programa bandera del primer mandato, que los republicanos han tratado de derogar desde que se convirtió en ley en 2010.
Para entender por qué esta derrota hiere tanto al presidente Barack Obama, hace falta comprender cómo funciona el gobierno de Estados Unidos.
Suele decirse que el presidente de Estados Unidos es la persona más poderosa del mundo, pero en realidad ese cargo está limitado por los controles que imponen las otras ramas del gobierno.
La constitución estadounidense, elaborada en 1787, quería impedir que cualquier individuo o grupo ganara demasiado control, así que siguiendo los principios políticos de la Ilustración estableció un gobierno de tres ramas distintas que comparten poderes.
Cada una tiene responsabilidades distintas, pero pueden restringir parcialmente la autoridad de las otras a través de un complejo sistema de controles y equilibrios.
El Congreso es el lugar donde las políticas del gobierno cobran vida, de modo que perder ambas cámaras significará que para el presidente será complicado lograr sus objetivos.
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El control de los republicanos probablemente ahondará las divisiones que ya existen entre los dos partidos, que han dejado al Congreso prácticamente paralizado en los últimos años del mandato de Obama y han generado un amplio descontento entre los electores, algo que según algunos analistas se reflejó en la baja participación en estos comicios.
Obama tendrá que buscar el equilibrio entre fomentar consensos con los republicanos (en temas, por ejemplo, energéticos) y tratar de impulsar proyectos impopulares para la base más conservadora del partido que ahora es mayoría.
El caso más importante es el de la reforma migratoria, como señala Sparrow, una promesa electoral de Obama que, tras ser aprobada por la mayoría demócrata en el Senado, languideció en la Cámara de Representantes controlada por los republicanos y llevó al mandatario a prometer acciones unilaterales de menor alcance.
Éstas inicialmente estaban previstas para finales de septiembre en Estados Unidos, pero el presidente las postergó hasta después de las elecciones de este martes ante la preocupación de que pudiera afectar a algunos candidatos demócratas.
Esta decisión tuvo un impacto en el entusiasmo de los latinos por el Partido Demócrata y el presidente, según le explicó a BBC Mundo Arturo Vargas, director ejecutivo de Naleo, la Asociación Nacional de Funcionarios Latinos Electos.
Obama muy probablemente anunciará sus medidas antes de que finalice el año y, según los análisis previos al desastre electoral demócrata del martes, es probable que busquen evitar la deportación de millones de indocumentados, de manera similar a como ocurrió en 2012 con el Programa de Acción Diferida (DACA, por sus siglas en inglés).
“Lo que sabemos seguro es que cualquier cosa que el presidente anuncie será temporal, no lo puede hacer indefinido”, le dice a BBC Mundo Angela Marie Kelley, analista de temas migratorios del Centro para el Progreso de Estados Unidos (CAP, por sus siglas en inglés), un centro de estudios en Washington.
“Él no tiene el poder que tiene el Congreso, así que no será una green card (la tarjeta de ciudadanía estadounidense), no habrá un camino a la ciudadanía, no habrá permanencia en lo que anuncie”.
Ese es el signo que puede marcar el resto del período de Obama, quien como marca la tradición política estadounidense, verá su influencia debilitarse a medida que se acerca al final de su mandato.
Y ahora con un Congreso activamente en contra, es posible que algunos republicanos quieran hacerle sentir esa irrelevancia todavía más.