Su objetivo era establecer una colonia que potenciara el comercio entre el ambicioso reino de Escocia y el Nuevo Mundo.
[contextly_sidebar id=”nvV9Yi3ZoySFrFDpM5XHuQPXX0wbe2wf”]”Ahí está Puerto Escocés”, anuncia el lanchero y poco después se abre ante nosotros una profunda bahía que se recorta contra el litoral caribe panameño.
Hace poco más de dos horas que zarpamos de Puerto Obaldía, cerca de la frontera con Colombia, pero de pronto se siente como si además de haber recorrido 30 kilómetros por mar también hubiéramos viajado en el tiempo.
Estamos justo en el lugar donde hace más de 300 años naufragaron los sueños coloniales de una Escocia independiente.
Y en esta remota y deshabitada zona el paisaje probablemente sigue siendo muy similar al que en 1698 contemplaron los primeros 1.200 colonos escoceses que intentaron establecerse en estas inhóspitas tierras.
Una densa vegetación cubre las lejanas montañas, la tupida selva tropical llega hasta el borde mismo del agua y, como corresponde a una región en la que llueve durante la mayor parte del año, el cielo permanece cubierto.
Pero quiero pensar que hace 300 años, al final de su viaje de 8.230 kilómetros por el Atlántico, los tripulantes de los cinco barcos que zarparon de los muelles de Leith con rumbo a Panamá, también vieron aquí las oportunidades que habían venido a buscar a Centroamérica.
Un Edimburgo tropical
Su objetivo era establecer una colonia que potenciara el comercio entre el ambicioso reino de Escocia y el Nuevo Mundo.
A primera vista, el lugar elegido parece inmejorable: una bahía fácil de proteger, con abundante agua potable y capacidad para albergar “mil barcos”, en el mero corazón de América.
Trágicamente, nueve meses después de su llegada la gran mayoría de los habitantes de lo que estaba llamado a ser Nuevo Edimburgo ya estaban muertos.
Y pocos años más tarde, una nación prácticamente en quiebra por culpa del llamado “desastre del Darién” terminaría aceptando unirse con el reino de Inglaterra.
Así nació el Reino Unido de la Gran Bretaña y Escocia perdió su independencia.
Enfermedades y enfrentamientos
Hace calor y la tupida selva aquí no tarda nada en reclamar para sí cada centímetro de terreno.
Pero abriéndonos camino a machetazos, intentamos encontrar algún vestigio de la breve presencia escocesa en este pedazo del territorio panameño.
Es historia vieja, pero puede ayudar a iluminar las discusiones sobre el referendo que el próximo 18 de septiembre le permitirá a los escoceses decidir si quieren seguir siendo parte de Reino Unido o volver a ser independientes.
Los viejos mapas sugieren que estamos cerca de lo que fue Fort Saint Andrew (Fuerte de San Andrés), la primera de las edificaciones construida por los escoceses.
No obstante, incluso con la ayuda de Nacho, nuestro guía kuna, tardamos un buen rato en encontrar el pequeño canal que confirma que estamos en el lugar correcto.
Excavado entre los corales, lo recto de sus líneas deja en claro que no se trata de un accidente natural sino de una construcción humana: era una trinchera que buscaba facilitar la defensa del fuerte.
La estructura, sin embargo, resultó completamente inútil frente a los enemigos más implacables de los colonos escoceses: la malaria y la fiebre amarilla que empezaron a diezmarlos incluso antes de tocar tierra.
Riqueza perdida
Luego los ataques de los españoles, poco dispuestos a aceptar una colonia rival a medio camino entre Panamá y Cartagena, terminaron haciendo el resto.
Al rápido fracaso de la aventura ciertamente también contribuyó la decisión de Inglaterra de prohibirle a sus colonias cualquier tipo de asistencia para los desafortunados escoceses.
Ignorantes del trágico destino de sus compatriotas, una segunda flota partió de Leith en 1699, pero a su llegada al Darién solamente encontró las ruinas del sueño colonial en el que habían invertido su fortuna instituciones públicas, corporaciones municipales, miembros del parlamento, terratenientes acomodados y miles de escoceses “comunes y corrientes”.
De hecho, se estima que entre un cuarto y la mitad de toda la riqueza de Escocia se gastó –y perdió– en la fugaz aventura panameña.
La compensación de esos inversionistas fue una de las condiciones para la unión con Inglaterra, hasta el punto que la suma que Londres se comprometió a facilitar para ese propósito –el denominado “precio de Escocia”– quedó claramente establecida en el Tratado de Unión suscrito por ambas naciones en 1707.
La importancia del pasado
Los jefes kuna de la vecina isla de Caledonia se ríen cuando les cuento la historia de la fallida colonia y el alto costo pagado por los escoceses.
No me lo dicen abiertamente, pero está claro que creen que se lo merecían, por haber llegado sin invitación a sus tierras.
Todavía hoy, el pueblo kuna controla celosamente el acceso al territorio de la Comarca Gunayala (antes San Blas), por lo que antes de desembarcar en la bahía navegamos hasta acá en busca de su permiso.
Escuchamos además el relato de lo que los ancianos jefes de la comunidad –los sailas– recuerdan acerca de la llegada de los colonizadores extranjeros.
“La historia está un poco olvidada, pero ya es parte de la mitología kuna. Y recordamos, porque durante años nuestros ancestros así nos lo han contado, que los hombre blancos llegaron a estas tierras hace mucho tiempo, buscando oro”, le explica a la BBC el saila Leónidas Pérez.
“También sabemos que hubo muchas batallas y numerosos barcos se hundieron en esa bahía. Nuestros antepasados, asustados, huyeron hacia las montañas”, cuenta.
Ni el recuerdo
Para recordar el vínculo con la historia de Escocia, sin embargo, además de estos recuerdos y el pequeño canal, prácticamente no queda más que el nombre de esta isla: Caledonia, el mismo con el que bautizaron los romanos a las tierras escocesas.
Porque, hace tres años, el nombre de Puerto Escocés fue enviado, por decreto oficial, al mundo de los viejos mapas y los recuerdos.
En agosto de 2011, la vecina bahía fue rebautizada por el congreso de Panamá como Puerto Inabaginya, en homenaje al desaparecido líder kuna que, según la leyenda, a inicios del siglo pasado se encargó de limpiarla del trágico recuerdo de los escoceses.
Y donde estaba supuesta a alzarse Nueva Edimburgo, los kunas ahora mantienen un campamento temporal y algunas plantaciones de plátanos y cocoteros.
Para no repetir la historia
Allende los mares, por su parte, el debate en torno a la posible independencia escocesa ha reavivado el interés sobre el “desastre”.
Para algunos, la aventura del Darién es un ejemplo de los riesgos que la pequeña Escocia puede encontrar si insiste en tratar de golpear “por encima de su propio peso”.
Para otros, es un ejemplo más de que, en caso de conflicto, Londres siempre pondrá los intereses de su miembro más poderoso por encima de los del resto, como cuando hace más de trescientos años el rey inglés ordenó que las colonias británicas no ayudaran a los sufridos colonos escoceses “ni siquiera con un barril de agua limpia”.
Una medida que contribuyó a que en esta playa de Panamá, Escocia perdiera hace tres siglos su independencia.