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Los verdaderos límites de la libertad de expresión en EU
Los verdaderos límites de la libertad de expresión en EU
5 minutos de lectura

Los verdaderos límites de la libertad de expresión en EU

09 de mayo, 2014
Por: Dulce Ramos
@WikiRamos 

[contextly_sidebar id=”9c8daf2a2f723fa0b2f6ca49f33f4f93″]Quienes siguen las series estadounidenses sobre abogados habrán oído hablar de la todopoderosa primera enmienda de la Constitución y la protección que se hace de la libertad de expresión en Estados Unidos. Pareciera que todo el mundo puede decir lo que quiera sin temor a violar la ley. Sin embargo, hay límites.

La difusión, a finales de abril, de las declaraciones racistas del dueño del equipo de baloncesto de la NBA los Clippers de Los Ángeles -quien en conversación privada le dijo a una mujer que no llevara a sus amigos negros a la cancha de juego- causó tal revuelo que derivó en la suspensión de por vida de Donald Sterling de las actividades de la liga de baloncesto profesional estadounidense.

Independientemente del estupor causado por las palabras de Sterling, algunos se preguntaron si el multimillonario de 80 años no estaba amparado por el derecho a la libertad de expresión y por la tan nombrada primera enmienda de la Constitución de EE.UU.

BBC Mundo trató el tema con varios expertos.

Lea también: Racismo y la NBA

Libertad… con consecuencias

El abogado Robert Wallace, de Thompson Coburn en Misuri, Estados Unidos, reconoce que Sterling, como todos los demás ciudadanos, tiene derecho a decir lo que quiera, pero puntualiza: “El hecho de que puedas decir lo que quieras, no significa que puedas hacerlo sin que haya consecuencias”.

Esto es más patente en el sector privado, le dice Wallace a BBC Mundo, que es el ámbito en el que se dirime el caso del propietario de los Clippers de Los Ángeles.

“Aquí la primera enmienda no entra en juego”, señala a su vez el profesor de Derecho de la Universidad de California, Robert Cole, “porque no hay intención del gobierno en castigar a Sterling”.

Cole añade que, además del aspecto legal, las protecciones de la primera enmienda crearon un contexto cultural donde la gente es y debe ser libre para decir lo que quiera siempre que no cause un daño serio a nadie al hacerlo. “Si bien la gente está furiosa con Sterling por lo que ha dicho, nadie dice que haya que meterlo en la cárcel por ello”, sostiene.

Excepciones a la primera enmienda

La Primera Enmienda

La primera enmienda protege a los ciudadanos de la injerencia del gobierno en cuanto al ejercicio de su derecho a la libertad de expresión. Dice así:

El Congreso no hará ley alguna con respecto al establecimiento de una religión o prohibiendo el libre ejercicio de dichas actividades; o que coarte la libertad de expresión o de la prensa, o el derecho del pueblo para reunirse pacíficamente, y para solicitar al gobierno la reparación de agravios.

Fue presentada a los estados para su ratificación el 25 de septiembre de 1789 y fue adoptada el 15 de diciembre de 1791.

Son varias las excepciones que existen a la libertad de expresión, adoptadas tras múltiples fallos del Tribunal Supremo en los casos que han llegado hasta sus salas a lo largo de las décadas.

Incitación a una acción ilegal inminente.El profesor de Derecho Ian Haney-López, autor de varios libros sobre el racismo y la sociedad contemporánea, pone un ejemplo: “Un ciudadano es libre de expresar su opinión en una esquina, incluso si se trata de comentarios despectivos hacia un grupo étnico, religioso o social específico, pero no puede decir ‘disparemos a toda esa gente ahora’; en ese caso, la primera enmienda no lo ampara”.

Tampoco están amparadas las declaraciones que “tiendan a incitar una ruptura inmediata de la paz”, o por ejemplo una palabra “personalmente abusiva que, dicha a un ciudadano ordinario, es probable que genere una reacción violenta de la otra parte”.

Falso testimonio. Esta categoría engloba las leyes sobre libelos, difamación y calumnia. Hay que tener una buena razón para castigar unas declaraciones, precisa el profesor Robert Cole. “Si le digo a Ud. que el cuadro que le voy a vender es un Picasso pero es falso, esas palabras mías le causan un daño importante por todo el dinero que va a gastar”.

Los falsos testimonios pueden dar lugar a demandas civiles o penales, dependiendo de la gravedad y la intención de quien los emite.

Obscenidad. De acuerdo al llamado test de Miller –una herramienta del Tribunal Supremo para medir si una palabra o declaración es obscena-, la libertad de expresión no tiene cabida cuando el discurso llama al interés lascivo o “refleja o describe de forma claramente ofensiva, una conducta sexual definida por la ley estatal aplicable” y “el trabajo, tomado como un todo, carece de valor literario, artístico, político o científico serio”. Algunos otros componentes de esta regla pueden permitir la posesión privada de materiales obscenos en el propio hogar.

Pornografía infantil. Se distingue de la exclusión por obscenidad en algunos aspectos: es más específico respecto a lo que engloba la excepción. En segundo lugar, es irrelevante que cualquier parte de lo expresado encaje o no en el test de Miller, si está clasificado como pornografía infantil no está amparado por la primera enmienda. La regla establece que no hay protección constitucional si “visualmente se refleja a niños menores realizando actos sexuales o exhibiendo sus genitales de forma indecente”.

Declaraciones que sin intención, a sabiendas o de forma simplemente temeraria inflijan una angustia emocional severa.

Declaraciones o testimonios que pongan en peligro la seguridad nacional del país.

Publicidad falsa o engañosa

¿Temas prohibidos?

El caso de Donald Sterling tocó una fibra muy sensible en Estados Unidos: la cuestión racial.

Como señala Ian Haney López, profesor de Derecho en la Universidad de California, “en este país hay temas que son delicados, el racismo es uno de ellos”.

La religión, la orientación sexual y el género son también cuestiones delicadas, en opinión de Haney López. “No son tabú, como sociedad sí los estamos debatiendo pero a menudo hay reacciones y respuestas muy ardientes”.

Su colega Robert Cole destaca que, en los últimos 50 años han cambiado los estándares sobre lo que se puede decir en voz alta. “Entonces todos pensaban que se podían expresar ideas antisemitas y contra los negros; al cambiar la cultura política, las declaraciones raciales o religiosas se han hecho de alguna forma tabú, y también los comentarios de género”.

Su conclusión es rotunda: “La gente tiene que pensar en lo que dice no porque alguien los pueda castigar, quizá sea bueno que se planteen si lo que piensan es realmente lo que desean creer”.

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