[contextly_sidebar id=”b93d1fa184d94a9520f33512431fbf6f”]Ali Patrik Eid es un hombre feliz. Hace unas semanas se graduó de una universidad. No tuvo que asistir a clases para hacerlo ni tampoco debió pagar por ello.
Y cuando su esposa dio a luz a mellizos, poco después de que él empezara su curso en gestión empresarial, no tuvo ningún problema en tomarse seis meses libres para ayudar a cuidarlos.
Estaba inscrito a la Universidad del Pueblo (UoPeople), una de un número creciente de universidades en línea que están abriéndole nuevas puertas a la gente, particularmente en el mundo en desarrollo.
“Yo siempre soñé con tener un título pero nunca pensé que lo lograría”, le dice a la BBC este jordano de 34 años.
Los cursos en línea no son nuevos -la Universidad de Phoenix, en Estados Unidos, por ejemplo, ha estado ofreciendo cursos 100% en línea desde 1987-, pero la UoPeople es la primera en otorgar títulos sin cobrar nada.
A los estudiantes se les pide que paguen US$100 por cada examen, pero si no tienen con qué, pueden aprovechar una gama de becas a su disposición.
Eid no pagó por ninguno de sus 35 exámenes y asume que “fueron financiados”.
Fallándole a millones
El año pasado, Microsoft anunció que le proveerá a mil estudiantes en África pasantías, entrenamiento técnico, tutorías, así como el costo de los exámenes en la UoPeople.
La universidad también firmó recientemente un acuerdo con el gobierno de Nigeria para darles becas a estudiantes potenciales.
El mes pasado, la universidad recibió una acreditación oficial del Consejo de Educación y Entrenamiento a Distancia de EE.UU. (DETC), que probablemente elevará su estatus significativamente.
La UoPeople fue inaugurada en 2009 por el empresario israelí Shai Reshef, quien cree que el acceso a la educación superior es un derecho básico que debe estar disponible para todos.
“Le estamos fallando a miles de personas que quieren estudiar pero no tienen acceso. En vastas regiones del mundo, la educación superior es algo inalcanzable para la gente común”, declaró.
“Yo quería crear una alternativa, trastocar el sistema educativo actual”.
En el momento sólo ofrece dos títulos: el de gestión empresarial por el que optó Eid y otro en ciencias de la computación.
La universidad es deliberadamente de baja tecnología. Aunque los estudiantes necesitan una conexión de internet básica, no requieren banda ancha ni hay contenido de audio o video.
Los postulantes tienen que ser mayores de 18 años, tener un nivel competente de inglés y ser capaces de probar que terminaron el bachillerato.
En este momento, cuenta con 700 estudiantes de 142 países, y Reshef tiene la esperanza de que para 2016 la cantidad llegue a 5.000.
Él invirtió US$3,5 millones de su propio dinero para que el proyecto despegara, pero ahora funciona con un presupuesto anual de apenas US$1 millón.
Profesores voluntarios
Los costos se mantienen bajos pues no hay salones de ladrillo y cemento para mantener ni libros de texto.
“Hasta los profesores, que son lo más caro tradicionalmente, acuden libremente y trabajan sin cobrar”, señala Reshef.
Tiene a 3.000 catedráticos inscritos de universidades tan prestigiosas como Yale, Oxford y Columbia.
Pero la relación entre los estudiantes y sus profesores voluntarios no siempre es ideal, revela Eid.
“Tuve algunas dificultades con uno de mis instructores. No me estaba ayudando y le tomaba semanas contestar mis preguntas”.
“Nadie los forzó a ser voluntarios y si se ofrecieron, tienen que responder”.
Grandes expectativas
La tasa de deserción de los cursos en línea es alta.
Un estudio reciente de la Universidad de Pensilvania, en EE.UU., reveló que del millón de personas que se inscribieron en un curso de Coursera -la plataforma de educación virtual creada por la Universidad de Stanford- entre junio de 2012 y junio de 2013, sólo el 4% completó las clases.
Eso se debe en gran medida a que mucha de la gente que se inscribe no está en busca de calificaciones serias, opina William Lawton, director del Observatorio de Educación Superior Sin Fronteras.
“La mayoría lo hace por interés personal o en busca de autoperfeccionamiento”.
Pero en la UoPeople es diferente. Los estudiantes esperan conseguir un título tan prestigioso como los que se ofrecen en una universidad de ladrillo y cemento en EE.UU., y están dispuestos a trabajar duro para lograrlo.
¿Útil?
Para suplir lo que se gana al asistir personalmente a una universidad, a los estudiantes se les pone en un salón de clase virtual con entre 20 y 30 otros y se les anima a que hablen entre ellos en línea.
“Todos los estudiantes deben contribuir en las discusiones”, dice Reshef.
Eid confirma que llegó a “conocer” a estudiantes y profesores y que sigue en contacto con ellos a través del correo electrónico y Skype.
Pero la pregunta del millón es: ¿cuán valioso es un título de esa institución?
Eid aún no ha conseguido empleo y admite que en una entrevista que tuvo en los Emiratos Árabes, el entrevistador no sabía de la existencia de esa universidad. A pesar de ello, dice, el potencial empleador quedó “feliz” con el título que Eid le presentó.
Ahora está considerando empezar su propio negocio, inspirado por su tiempo en la universidad.
“Toda la vida soñé con ser mi propio jefe y en este curso aprendí cómo gestionar un negocio empezando de cero. Así que si consigo ayuda financiera, lo haré”.
Contenido relacionado