Imagínese por un momento que usted recibe una invitación para que su familia visite la Casa Blanca y se reúna con el presidente Barack Obama. ¿Se comportarían bien sus hijos?
Esa pregunta intenta resolverla en Washington Crystal L. Bailey, una empleada del Departamento de Justicia que en las tardes dicta clases privadas de etiqueta a los hijos de la élite de la capital de Estados Unidos.
Ya sea en casas, en restaurantes o incluso en hoteles como el pomposo Ritz Carlton, Bailey se dedica a enseñarles a los pequeños -que tienen desde 3 años en adelante- todas las reglas básicas de comportamiento para que dejen la mejor impresión (de ellos y de sus padres) si se topan con alguna figura relevante del mundo político y empresarial de Washington.
Esas reglas incluyen desde elementos básicos como un apretón de manos perfecto hasta temas un poco más complejos como los pasos para doblar una servilleta de tela o la etiqueta necesaria para tomar té y comer galletas en vajilla de porcelana.
La sesión se llama una “Clase de Etiqueta para Jóvenes Diplomáticos: Una tarde de elegancia”, y BBC Mundo participó en ella.
Preadolescente y sobresaliente
Anna Graham tiene apenas 10 años, pero habla de sus responsabilidades como si fuera una alta ejecutiva.
Este año fue elegida “Preadolescente Sobresaliente de Virginia”, ya tiene una hoja de vida que se puede descargar de internet y además le gusta discutir uno de los temas que conoce a profundidad: la diabetes, de la que padece.
Su objetivo expreso es ayudar a fomentar la investigación sobre esa enfermedad y por ello ha viajado al Capitolio para reunirse con congresistas y hablar “de la importancia del financiamiento gubernamental para la diabetes juvenil”, como ella misma lo define al hablar con BBC Mundo.
En esta tarde de viernes, ella es una de las alumnas de Miss Bailey, como se hace llamar la profesora cuando está con los niños. La acompañan otros tres menores -entre 8 y 12 años- en un elegante comedor privado donde se aprestan a conocer los secretos de la etiqueta moderna.
Comienzan con una lección para presentarse: no sólo qué decir de ellos mismos, sino cómo convencer con la mirada, cómo mantener la postura y cómo apretar la mano con la intensidad perfecta, sin que sea demasiado fuerte ni demasiado suave.
Todos se sientan y Miss Bailey distribuye unos cartones de bingo. Es hora de aprender, con un juego, los modales en la mesa: por qué es importante quitarse el sombrero a la hora de cenar, cómo doblar la servilleta de tela en el regazo o a qué volumen poner la música que ambientará la velada.
Los niños reciben, entonces, una vajilla de porcelana, que deben ubicar adecuadamente sobre la mesa, con la cantidad ideal de cubiertos de plata y una servilleta que aprenden a doblar en forma de cono de helado.
Luego, con la mesa puesta, reciben indicaciones sobre cómo servir el té sin hacer ruido, cómo tomar la taza sin levantar el meñique -algo que creen es señal de elegancia hasta que Crystal los corrige- y hasta cómo comenzar charlas triviales mientras disfrutan del té.
“Uno no se imaginaría a los niños sentados alrededor de la mesa tomando té”, dice Crystal, “pero muchas de estas personas están en circunstancias únicas, así que es importante que tengan buena etiqueta”.
Una buena representación
La de Bailey no es la única clase de etiqueta que se ofrece en Washington y sus lecciones tampoco son exclusivas para el mundo político y empresarial.
De hecho, ella enfatiza que le parece importante que sus alumnos sepan comportarse en cualquier situación, incluso si van a un restaurante de comida rápida.
Pero también explica que por el mismo hecho de estar en la capital del país, los niños están generalmente expuestos a compañías que tienen sus sedes centrales en Washington, al mundo político del Congreso y a decenas de embajadas.
“Así que realmente hay una necesidad de que los niños se comporten bien cuando los padres hacen una invitación a comer o a un evento”, dice.
“Ciertamente no quieren que sus hijos estén sentados en una esquina, pues no es una buena representación de ellos”.
La mamá de Anna, Regina, está de acuerdo en que es clave que su pequeña se comporte bien, especialmente ahora que ha empezado a reunirse con el mundo político de Washington.
“Es grandioso que ella siempre esté pendiente de sus modales y sea capaz de comportarse con gracia y desenvoltura cuando esté frente a alguien”, dice.
Anna, por su parte, demuestra en todo momento que ha recibido consejos sobre el tema, tanto en su propio hogar como ahora en la sesión de etiqueta con Miss Bailey.
“Todo lo que aprendí acá puedo llevarlo conmigo a la casa”, dice al final de la clase, con postura perfecta y mirando a los ojos. “Cómo poner la mesa, cómo doblar servilletas y simplemente cómo ser una cortés señorita”.