Un excanciller convertido en presidente que, con apenas tres semanas en el cargo, ha tenido ya roces importantes con otros países, incluyendo algunos que podrían considerarse “amigos”. Es el caso del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.
España y Estados Unidos -entre los no tan cercanos- pero también Perú y Colombia han sido cuestionados por Maduro, quien regresó al círculo diplomático con los guantes puestos para responder duramente a todo comentario hecho desde el exterior sobre la crisis política venezolana (ver recuadro). ¿Herencia del estilo de Hugo Chávez?
Maduro empezó el lunes su primera gira internacional por Brasil, Argentina y Uruguay, donde -aunque no es previsible que se tope con críticas de sus colegas- han llegado las repercusiones de estas peleas diplomáticas.
La combatividad retórica pareciera lógica, considerando que Maduro prometió seguir la línea del fallecido líder bolivariano, quien en sus 14 años en la presidencia tuvo innumerables y en algunos casos muy fuertes choques con gobiernos extranjeros.
Pero salvo el telón de fondo del permanente enfrentamiento con EE.UU., durante la gestión de Chávez estos pulsos diplomáticos no se producían tan simultánea ni tan frecuentemente.
Canciller Maduro, presidente Maduro
EE.UU. considera que hay razones para dudar de la limpieza del proceso electoral, como señala la oposición venezolana. España y Perú han expresado preocupación por la falta de diálogo en Venezuela.
Colombia reconoció el triunfo de Maduro, pero las críticas personales del expresidente Álvaro Uribe y la respuesta desde Caracas (ver segundo recuadro) generan tensiones internas por el manejo que el gobierno de Juan Manuel Santos ha hecho de lo que algunos consideran una “ofensa” a un exmandatario.
“Contra todo pronóstico, por el hecho de haber sido canciller durante seis años y haber acompañado una de las políticas más exitosas del gobierno de Chávez, Maduro está demostrando un actitud bastante negativa para su propio gobierno”, le dijo a BBC Mundo el politólogo venezolano Carlos Romero, quien asesora en temas internaciones a la opositora Mesa de Unidad Democrática (mecanismo de coordinación de agrupaciones opositoras).
Para Romero las claves de la diferencia entre “el canciller Maduro” y “el presidente Maduro” y lo que llama la “hipersensibilidad” del mandatario venezolano están en que la oposición ahora cuenta con mayor reconocimiento internacional y el fin del “mito” de que la estabilidad solo la podría garantizar el chavismo.
“Maduro tiene una necesidad patológica de que lo vean como un presidente fuerte porque sabe que es un presidente débil y entonces tiene esa conducta bravucona en el contexto internacional”, afirma Romero.
Cautela internacional
“La otra opción sería quedarse callado cuando desde esos países se hacen declaraciones injerencistas”, replicó a BBC Mundo Calixto Ortega, quien ha sido designado como futuro encargado de negocios de Venezuela en EE.UU. a falta del embajador, el cargo diplomático de mayor rango en la legación venezolana.
Ortega estima que “más que países a veces son posiciones personales de algunos funcionarios y en otros casos ligerezas”, estas últimas de personas que, dice, estarían buscando notoriedad pública.
Al tiempo que representantes de la oposición venezolana recorren varios países presentando las “pruebas” de las irregularidades con las que han pedido la anulación de las elecciones, Ortega advierte que la comunidad internacional debe manejar con cautela esos cuestionamientos “mal intencionados”.
“Los demás países deben tener extremo cuidado con lo que dicen, porque en muchos casos, esas vocerías a veces autorizadas, a veces no autorizadas, en la oposición venezolana las interpretan como que les están dando aliento en lo que están proclamando [que les robaron las elecciones]”.
La falta de Chávez
Durante la llamada revolución bolivariana Venezuela ha estado metida en más de una crisis diplomática, con declaraciones destempladas, retiros de embajadores, suspensión de relaciones comerciales.
Son muchos los casos de enfrentamientos orales de Chávez, como cuando tildó de “pendejo” al secretario general de la Organización de Estados Americanos, José Miguel Insulza, o alusiones personales que hizo a la exsecretaria de Estado de EE.UU, Condoleezza Rice.
Caracas retiró embajadores de República Dominicana (2003), México (2005), Israel (2006), Perú (2006), Paraguay (2012), y expulsó al que hasta ahora ha sido el último embajador estadounidense que hubo en Venezuela en 2008.
Con Colombia, entonces segundo socio comercial de los venezolanos, el comercio se vio congelado en tres ocasiones (2005, 2008 y 2010) y hasta hubo una breve tensión prebélica en marzo de 2008.
Sin embargo, aun en aquella ocasión -cuando el presidente Chávez ordenó la movilización de tropas a la frontera para supuestamente evitar un ataque como el que realizó la aviación colombiana en Ecuador para matar al líder guerrillero Raúl Reyes- la sangre nunca llegó al río.
Cierto que Washington y Caracas no tienen embajadores, pero su intercambio comercial sigue intacto (US$21.000 millones, según datos de la oficina del Censo de EE.UU.), mientras que los problemas puntuales con otras capitales se han ido dejando atrás.
“Había una alta dosis de pragmatismo cuando él (Chávez) entendía que había que recoger las velas porque había ido demasiado lejos, buscaba la conciliación u obtenía la parálisis de otros gobiernos”, estima Carlos Romero.
En cambio, Calixto Ortega asegura que episodios como los que enfrentan a Venezuela hoy con España o Perú son “incidentes insignificantes” que se irán resolviendo rápidamente y recuerda cómo el impasse con Lima ha sido declarado superado ya por Caracas.
“El gobierno del presidente Chávez -y ahora Maduro asume esa línea de trabajo- hizo mucho por la integración de nuestros pueblos en Latinoamérica y el Caribe. Tenemos más fortalezas que debilidades en nuestra política exterior”.