Una asamblea estudiantil respaldó anoche la toma de la Rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) por un grupo de aparentes alumnos del CCH Naucalpan y otros planteles, a pesar de la advertencia del rector José Narro Robles de que no habrá impunidad y de constantes protestas de universitarios a lo largo del día en contra de la ocupación.
Pasadas las 21:00 horas, dos jóvenes con los rostros cubiertos leyeron un breve comunicado para anunciar que durante la asamblea emergente se decidió apoyar la toma del edificio de las oficinas centrales de Ciudad Universitaria.
No obstante, las ocho demandas que el grupo de manifestantes lanzó el pasado viernes, cuando la Rectoría fue ocupada, se redujeron a dos la noche de ayer: reinstalación de los seis alumnos del CCH Naucalpan expulsados provisionalmente y desistimiento de acciones penales en contra de quienes tomaron las instalaciones.
Según los voceros, en la asamblea efectuada en el auditorio Che Guevara de la Facultad de Filosofía y Letras participaron estudiantes y profesores de las facultades de Economía, Ingeniería, Arquitectura, Ciencias Políticas y Sociales, Medicina, y Derecho, entre otras, así como de planteles de Preparatoria y CCH, e integrantes de la Asamblea Académica Universitaria.
Por votación de los participantes, la prensa no tuvo acceso a la asamblea emergente, la cual se prolongó de las 17:00 horas a pasadas las 20:00 horas.
“Los respaldamos en su totalidad”, indicó uno de los dos jóvenes en la lectura del comunicado.
Al medio día, el Rector Narro Robles ofreció una conferencia de prensa en la que señaló que será la Procuraduría General de la República (PGR) la que valore si se utiliza la fuerza pública para liberar la Rectoría, luego que la UNAM presentó una denuncia y aseguró que no habrá impunidad.
La toma del edificio afecta procesos de admisión y de estudiantes de Bachillerato que pasan a licenciatura; trámites jurídicos, registro de calificaciones, y pago a profesores, de acuerdo con la UNAM.
Para los manifestantes, sin embargo, los trabajadores no entraron ayer al edificio a laborar porque las autoridades no quisieron.
Fernando, uno de los jóvenes con rostro cubierto, expuso a Animal Político que el grupo sólo ocupa parte del vestíbulo de Rectoría y oficinas de Sistemas Escolares, porque el acceso principal y elevadores fueron cerrados el viernes por las autoridades antes de su ocupación.
El espacio que ocupan abarca unos 15 metros de largo, en el cual tienen cobijas para pernoctar y latas de atún, galletas y botellas de agua para alimentarse.
“Sólo estamos en parte del vestíbulo, cuando llegamos (el viernes), ya habían desalojado y cerrado la puerta y las cortinas metálicas. No hay luz y sólo hay un baño, sin agua; no tenemos acceso a la torre y ni siquiera es nuestra intención”, dijo el joven con el rostro cubierto.
Las demandas se centran en que Narro Robles discuta personalmente con el grupo la reinstalación de los alumnos expulsados y la reforma educativa en CCH y Preparatorias, llamada de “ocho puntos”. Los manifestantes están inconformes con que las materias Educación Física e Inglés sean obligatorias, así como con el uso de tecnología en clases, porque “eso deja abierta la posibilidad de que tengamos que usar tablets y ¿de dónde va a salir el financiamiento?”
Protestas contra la protesta
En el tercer día de toma de Rectoría, los hombres y mujeres que la ocupan recibieron a lo largo de la jornada reclamos y exigencias de estudiantes para que liberen las instalaciones.
La constante desde la mañana y hasta pasadas las 20:00 horas fue que universitarios, en grupo o individualmente, se apostaron en el acceso principal del edificio para protestar contra los cinco o seis jóvenes de rostro cubierto que lo resguardan.
“Nosotros enseñamos la cara, no como ustedes que son cobardes, así nunca los van a pelar”, gritó una alumna de Derecho que llegó al filo de las 18:00 horas con varios compañeros para disuadir a los jóvenes de rostros cubiertos.
“¡Credenciales! ¡Demuestren que son estudiantes!”, coreó el grupo de futuros abogados, a lo que sólo dos jóvenes accedieron, mostrando el reverso de sus identificaciones.
En ese tono fueron la mayoría de los reclamos: “Tengo dos trabajos y estudio, a diferencia de ustedes, güevones”, espetó una mujer. “Por gente como ustedes afuera creen que todos los universitarios somos porros”, gritó un alumno. “Vengan con argumentos, ponemos unas mesas largas aquí afuera y discutimos lo que quieran, pero ahorita voy a mi clase”, expuso uno más.
Otros universitarios les recriminaron permanecer al interior del edificio y no repartir volantes o informar en los salones acerca de sus demandas. Numerosos alumnos que acudieron al exterior de Rectoría sólo buscaban conocer sobre la situación, porque no sabían nada en torno al conflicto.
Un grupo de Derecho recabó firmas para exigir la liberación de Rectoría, y durante la mañana varios estudiantes comenzaron a coordinarse para establecer mesas de diálogo entre la comunidad para analizar la ocupación.
La mayor parte del tiempo, los jóvenes con rostros cubiertos permanecían en silencio ante los reclamos, aunque a veces alguno explicaba que la medida era para luchar por la educación y que la toma no afectaba clases. Pocas veces compañeros los animaron con Goyas.
Hasta después de la lectura del comunicado con la decisión de la asamblea, el exterior del acceso principal quedó solo para alrededor de 30 simpatizantes de la toma, quienes, ya sin estudiantes recriminando, se dedicaron a gritar consignas de apoyo y en repudio a los medios de comunicación porque “mal informan”.