Sus ojos permanecen fijos y escondidos bajo una gorra de beisbol, con actitud sombría que regala sonrisas repentinas. Los duros gestos de su rostro contrastan con la voz tenue. Es “Andrés”, como pide a BBC Mundo que le llamen, un niño de 12 años que afirma que durante cinco meses vivió secuestrado por un grupo de sicarios.
Según cuenta, junto con otros menores fue obligado a entrenarse en el uso de armas, a observar el asesinato y el desmembramiento de personas.
Andrés es una de las 50 personas juzgadas por grupos de autodefensa que operan en la región montañosa de Guerrero, en el sur de México.
Estos grupos surgieron como una defensa de las comunidades ante el asedio de bandas de delincuencia organizada, a quienes acusan de secuestrar, extorsionar y asesinar a muchos habitantes de la región.
El niño cuenta que fue parte de estas bandas, hasta que logró escapar. Volvió a su pueblo, pero no logró evadir a Los Navas, una pandilla local que trabaja con carteles de narcotráfico y que le mantuvo encerrado en un infierno.
“Me tenían secuestrado, bajo amenaza, recibiendo entrenamiento, decían que iban a matar a mi familia. Lo que me decían lo hacía, menos matar”, dice a BBC Mundo.
“Levantaban (secuestraban), mataban gente, la despedazaban enfrente de mi. Si yo intentaba cerrar los ojos me golpeaban. Me decían que los abriera, que si no era hombre, eso era lo que a mi no me gustaba ver.”
Andrés afirma que con el paso del tiempo logró hacerse de la confianza de los criminales que lo involucraron en más tareas. “Llevaba armas para entregárselas a otro, me mandaban a ver si estaba el fulano tal para irlo a levantar. Había veces que yo decía que no había nadie, mentía para que no mataran a las personas”
“Re educación”
Un día a finales de 2012 Andrés aprovechó que la pandilla preparaba el envío de un cargamento de cocaína a Estados Unidos para escapar.
Volvió a casa de su abuela, pero entonces se dieron cuenta que Los Nava no los dejaría en paz. Asustada, la mujer decidió entregar a su nieto a la Unión de Pueblos Organizados del Estado de Guerrero (UPOEG), el nombre del grupo de autodefensas que opera en el municipio de Ayutla.
El chico presentó su caso ante una asamblea en la que participaron representantes de siete municipios de la región, y donde 50 personas detenidas por UPOEG fueron juzgadas.
Tras oír la historia del niño, el pueblo decidió que necesitaba entrar a un proceso de “re educación”, un sistema basado en tradiciones indígenas donde la comunidad se hace cargo de resolver el problema de una sola persona, y al mismo tiempo responsabiliza al resto de los habitantes por las estrategias y resultados.
La re educación de Andrés consiste en permanecer al cuidado de una comunidad de la zona, donde participa en tareas como barrer, arar los campos de cultivo y ayudar en las cosechas.
Noé Mayo es el tutor designado del pequeño y encargado de cuidar que su re educación se cumpla. “Lo tratamos bien, estamos aquí para que se reeduque, no para castigarlo”, cuenta a BBC Mundo. Tratamos de distraerlo de todas las coas malas, yo creo que todavía está pensando en lo que hizo. Cuando llegó se quería escapar pero poco a poco él ha ido olvidando lo que vio”.
Gobierno ausente
Este modelo de justicia se aplica en todas las comunidades donde operan los grupos de civiles armados, y aunque los habitantes dicen sentirse más seguros muchos cuestionan al gobierno por abandonar una de sus funciones primordiales, la seguridad pública.
Pero otros no están de acuerdo con las autodefensas. Rafael Mendoza, abogado de algunas personas detenidas por estos grupos, reconoce que si bien puede haber un impacto positivo en las comunidades también existe el peligro de que salgan de control.
Mendoza denuncia que algunos de sus representados sufrieron torturas para obligarles a confesar delitos. Cuestiona, además, que las negociaciones políticas del gobierno de Guerrero con la UPOEG impide castigar estos abusos.
“Legalmente es algo incorrecto, el gobierno del estado está buscando una solución política al asunto lo que ha dificultado el debido proceso legal. Ellos fueron detenidos de manera precaria, el experimento de las autodefensas resultó en algo ilegal, hubo hasta torturas que fue lo que ellos tanto criticaron”, dice a BBC Mundo.
De hecho, algunos legisladores han cuestionado la existencia de los grupos de autodefensa pues ocupan un lugar que corresponde al Estado.
Ajeno a la polémica, Andrés cree que su re educación es como vivir una nueva vida. “Es mejor que la que tenía antes, con más cuidado. Estoy tratando de ser obediente y dejar las malas compañías atrás, empezar un camino nuevo”.