El miércoles miles de trabajadores que confeccionaban prendas para tiendas y marcas occidentales estaban en el edificio Rana Plaza, en Savar, a 24 kilómetros de la capital Dhaka, cuando este se deplomó supultando a cientos de ellos.
La tragedia deja hasta ahora más de 300 muertos y reactivó un debate sobre el papel de las compañías de moda occidentales, los derechos de trabajadores en países pobres y el afán consumista de las sociedades más ricas.
Las imágenes de la tragedia han generado indignación mundial por las fallas de seguridad y de condiciones laborales elementales que parecen estar en el centro del problema en Bangladesh.
Y dejan en claro que muchas personas desconocen las condiciones precarias en que se fabrican muchas de las prendas de vestir que usan cotidianamente.
“Prefiero no saber”
La BBC pudo comprobar en un recorrido por las calles de Londres, lo despreocupadas que pueden estar las personas sobre la proveniencia de sus vestimentas.
“No, prefiero no saberlo… creo que probablemente en China”, dijo uno de los transeúntes al ser consultado.
En pleno centro de Londres una mujer explicó: “Intento comprar cosas que no provengan de una fábrica que está a punto de arder”.
Otro entrevistado explicó: “Probablemente mis ropas se hicieron en el sudeste asiático, Bangladesh, por ejemplo. Mucha gente ni se molesta en pensar en el trabajo infantil o el trabajo barato”.
Las firmas de ropa, caras o baratas, suelen establecerse en países del sudeste asíatico o centroamericanos, atraídas por los bajos costos de producción, que les permiten ofrecer precios más atractivos al consumidor final.
Grandes marcas
Tras la tragedia, varias compañías expresaron sus condolencias y algunas reconocieron que habían usado como proveedores a algunas de las fábricas del Rana Plaza.
Según el diario estadounidense The New York Times, en el sitio del derrumbe se han descubierto etiquetas y documentos de grandes marcas europeas y estadounidenses como Children’s Place, Benetton, Cato Fashions, Mango y otras.
Primark, una cadena británica de ropa de bajo costo, confirmó que en el segundo piso del edificio funcionaba un taller que confeccionaba sus productos.
La empresa expresó que estaba “conmocionada y profundamente entristecida por este terrible incidente”.
Primark aseguró que por varios años ha estado trabajando con organizaciones no gubernamentales para revisar los estándares de la industria de ropa de Bangladesh.
La canadiense Loblaw, que distribuye la marca Joe Fresh, anunció que una de las fábricas del edificio producía “un pequeño número” de sus productos e informó que trabajaría con su proveedor para ayudarlos en este momento.
Antecedentes
“En mi opinión, el 50% de las fábricas están funcionando con parámetros que no son seguros”, le dijo a la BBC Mainuddin Khondker, un funcionario del gobierno de Bangladesh que encabezó un grupo especial de inspección de fábricas de ropa.
Khondker admite que todavía no se ha sancionado a ninguna fábrica por violar reglas de seguridad o las normas de los edificios.
Eso a pesar de que la tragedia del edificio Rana Plaza no es la primera de ese tipo en el país, cuya industria textil es una de las más importantes del mundo.
En 2005 en la misma ciudad se desplomó otro edificio dejando 64 muertos.
Desde entonces ha habido incendios, estampidas y otros incidentes en fábricas de ropa que han producido cientos de muertes.
Unos meses antes más de 100 trabajadores fallecieron en un incendio en Ashulia, un suburbio de Dhaka, donde operan cientos de fábricas.
En la mayoría de los incidentes las muertes eran evitables. Una de las causas más comunes en las tragedias es que al momento de los sucesos las puertas han estado cerradas o bloqueadas.
Comercio justo y necesario
Tras el derrumbe, surgieron voces en distintos países que piden a los consumidores comprar ropa en tiendas cuya cadena de producción respete a los trabajadores y sus condiciones de trabajo.
Un recorrido realizado en Dhaka por Andrew North, corresponsal de la BBC en el sur de Asia, permitió comprobar las malas condiciones en las que laboran los trabajadores.
North pudo observar cómo algunas de las fábricas operan con pocas medidas de seguridad. Además, presenció cómo en muchas de las instalaciones había niños trabajando.
Por su parte Susanna Rustin, sugirió en su columna del diario británico The Guardian, que al igual que las frutas y las verduras, la ropa debería llevar etiquetas para saber si son producto de ese “comercio justo”, algo que las grandes tiendas de ropa no suelen hacer.
Algunos de los entrevistados en el sondeo realizado por la BBC en las calles de Londres manifestaron que estarían dispuestos a pagar más por ropa que fuera producida en un ambiente de buenas condiciones para los trabajadores.
“Creo que uno no lo piensa tanto: ves algo barato y lo compras”, reconoció una joven consultada.
Pobreza versus peligro
Dueños de tiendas y funcionarios de la Asociación de Exportadores y Fabricantes de Ropa de Bangladesh (Bgmea, por sus siglas en inglés) niegan las acusaciones que los señalan como responsables de muertes.
“Este es un sector grande, tenemos más de 5.000 fábricas”, le dijo a la BBC Siddiqur Rahman, exvicepresidente de Bgmea.
“Los accidentes pueden suceder, muchos incendios ocurren por cortos circuitos. Pero no deberían haber muertes que podrían evitarse con un entrenamiento adecuado”.
La industria textil es considerada una pieza angular de la economía de Bangladesh.
De modesta condición a comienzos de los ochenta, pasó a convertirse en una industria de cerca de US$20.000 millones, lo que representa cerca del 80% de las exportaciones nacionales.
En un país donde la mayoría de la población es pobre, conservadora y musulmana, el sector genera cuatro millones de puestos de trabajo, de los cuales el 20% son ocupados por mujeres de familias pobres.
Sin embargo, confeccionar ropa a bajo costo le puede estar costando al país un alto precio humano.