Por Susana Araceli López
Diversas investigaciones y, la vida diaria y práctica, han mostrado que, de nada sirve un “normal” o buen IQ o CI (coeficiente intelectual), si no se tiene educada y desarrollada la IE (inteligencia emocional). Para que un/una alumna aproveche sus estudios y posteriormente le puedan servir en su vida adulta, es necesarísimo que desarrolle habilidades emocionales.
Desafortunadamente, tenemos déficits en las familias, núcleos que, en ocasiones, en vez de ser lugares de crecimiento, armonía y amor, son sitios de violencia y abuso. Maltrato. Así, se debe incidir tanto en las y los alumnos, de todas las edades, como fortaleciendo a madres y padres, en horarios accesibles para estos.
La inteligencia emocional es una cuestión que se puede desarrollar, educar, acrecentar y se ha mostrado que es de invaluable valor en la vida individual, laboral, de pareja y familiar.
Otra situación que se debe considerar en la currícula, es enseñar habilidades de comunicación y resolución de conflictos. Fomentar una educación para la paz, una educación de la no-violencia.
Finalmente, la educación, desde el nacimiento, debe incidir en la NO DISCRIMINACIÓN, de ningún tipo. El análisis de prejuicios en general y en particular, los de género. Así, la educación debe estar revisada e impartida, con perspectiva de género.