Por: Natalia M. Vital
El eterno discurso mediocre nos dice que los mexicanos somos agachados cuando se trata de exigir, somos flojos, dejamos todo al “ahí se va” y el discurso festivo nos dice que somos unos cabrones, unos chingones y unos fregones… Como sea, ¿en la escuela nos ayudaron a la formación de una conciencia analítica y crítica? ¿nos dijeron en qué fuentes podemos adquirir información confiable? ¿en dónde y desde dónde exigir el cumplimiento de nuestros derechos? más simple, ¿sabemos, como estudiantes, cuáles son nuestros derechos más allá del artículo 3°? No es obra del espíritu santo que no nos integremos a los movimientos sociales.
Me parece indiscutible que la educación teórica es básica en el aprendizaje, sin embargo, si cada conocimiento (teórico) fuese acompañado de alguna práctica para que el estudiante vea que eso que le enseñan realmente funciona o sucede en la vida cotidiana o no tan cotidiana, estaríamos sumergidos en un ambiente menos caótico o disfuncional.
Haré referencia al sistema de educación en el nivel medio superior, donde se sabe, y no por chismes, que los maestros tienen su casete grabado con la clase que imparten. No quiero que se piense que son anticuados, también estoy segura, hay quienes lo grabaron en algún CD sin importar el tamaño u otros más contemporáneos, en formato MP3.
Como sea la cosa, en general es deplorable, siempre es notorio cuando algún maestro destaca para bien, los alumnos van con gusto y basta preguntarles “¿por qué les gusta esa clase?” para que respondan, palabras más, palabras menos, que “hacen más cosas”…
Qué es preferible: una clase de botánica, que ni es botánica, es biología, de dos horas, en donde únicamente te enseñen el diagrama de una planta bañada por el sol, en donde se crea algo que se llama fotosíntesis (que sabe dios pa’ que sirve); o una clase de botánica (de dos horas) en la que te digan de dónde es originaria la planta, para qué sirve, como la han utilizado, entrar en matemáticas y relaciones públicas al hablar de mercado…
El asunto es mantener el TODO del discente en el mismo escenario, de esta forma incluso evitamos que mientras se supone está escuchando al docente, se dedique a teclear en determinado artilugio una oración que para nada se relaciona con la clase.
Debemos permitir que manipulen el conocimiento, que se lo apropien, para que así se sientan parte de lo que los rodea, de su contexto y siendo así actores de su tiempo, sin problema puedan ir improvisando de forma analítica su papel en los asuntos de interés social.