Se sabe que el presidente venezolano Hugo Chávez murió tras casi dos años batallando contra el cáncer. Que fue tratado en Cuba y sometido a cuatro operaciones. Que al final de la última tuvo una infección respiratoria que aún el lunes pasado, más de dos meses después de haber pasado por el quirófano, no había cedido sino más bien empeorado, como reconoció el ministro de Información, Ernesto Villegas.
Pero incluso ahora que yace en capilla ardiente en la Academia Militar de Venezuela aún no se ha presentado un parte médico detallado de la enfermedad que padeció el fallecido mandatario y del tratamiento que recibió en Cuba.
Todavía después de muerto, la salud del líder de la llamada revolución bolivariana se sigue manejando como un secreto de estado.
Si la estrategia informativa tuvo la intención de evitar “ofrecer al enemigo” datos sensibles que pudieran ser usados para “desestabilizar o causar zozobra en el país”, como justificaron más de una vez portavoces oficiales, con la desaparición de Chávez parece no tener ya sentido.
Paro cardiaco
Este martes, en declaraciones a la agencia de noticias AP, el jefe de la guardia presidencial, general José Ornella, afirmó que Chávez murió a causa de un “infarto que le dio fulminante”.
“Sufrió bastante. Nosotros que estábamos al lado… sufrió mucho esa enfermedad”, dijo Ornella según reseña la agencia, “Y bueno, la historia la escribiremos y algún día alguien escribirá y algún día el médico escribirá”.
Es un dato resaltante, pero como precisan doctores con los que ha conversado BBC Mundo, morir por un paro cardíaco no arroja necesariamente luces sobre la dolencia que padecía el presidente.
Muchos venezolanos esperan conocer esa historia que está por escribirse, según el general Ornella.
Incluso personas vinculadas al aparato gubernamental venezolano, quienes tampoco tuvieron acceso a información especial sobre la evolución del presidente, han reconocido en diálogos privados con BBC Mundo que desconocen las razones que aconsejaron al gobierno usar una estrategia informativa poco clara.
Desde el ejecutivo se asegura que se presentaron oportunamente lo que definen como partes médicos, pese a que las informaciones escuetas y aisladas que ofrecieron los portavoces oficiales no llenan los mínimos suficientes como para considerarse información médica.
Incluso se acusó a la oposición, y en general a las voces que pedían datos más precisos, de tener una actitud morbosa, de querer regodearse en el padecimiento del convaleciente mandatario.
El último sacrificio
Lo notable en Venezuela es que los que han querido saber lo más posible de la salud presidencial no han sido los seguidores de Chávez, que hacen fervorosa legión, sino la oposición que tanto quiso verlo dejar el poder.
Entre los asistentes a la procesión que acompañó los restos de Chávez desde el Hospital Militar a la capilla ardiente en la Academia Militar no parecía revestir demasiada importancia los pormenores de la enfermedad que finalmente se llevó a su líder.
“Chávez mintió para protegernos”, me aseguró llorosa y desconsolada, Patricia, una señora de avanzada edad que se aferraba a una fotografía de Chávez sonriente, mientras esperaba sentada en la acera del Paseo Los Próceres el paso del cortejo fúnebre.
Doña Patricia se refería a que el mandatario, pese a la enfermedad que lo consumía, se postuló a la reelección en octubre pasado para “evitar un regreso de la derecha (oposición) al poder”.
En general, para muchos de los seguidores del fallecido presidente, este se “inmoló” en un último gesto de amor por su pueblo.
Nadie se cuestiona si el tratamiento recibido en Cuba fue el adecuado, como han sugerido algunos desde la oposición, o si el mismo Chávez no ayudó en su recuperación al no bajar el ritmo de trabajo e incluso buscando la reelección.
Otros si exigían investigaciones. En el mismo funeral otros chavistas pedían airadamente que se aclare lo que consideran un “asesinato”, la tesis del cáncer inducido que expresó a principios de la semana el ahora presidente encargado Nicolás Maduro.