Desaparecer de la lista Forbes de ricos oficiales debe molestar. Sobre todo cuando eres una leyenda criminal viva como Joaquín “El Chapo” Guzmán, jefe del lucrativo y sanguinario cártel de Sinaloa. Sin duda, parece un motivo para intentar expandir el negocio. Desde su 1’67 de altura, El Chapo fijó su mirada en España para hacer la plata y ahorrarse el plomo con el que se ha alzado como el narco más poderoso.
“Si no lo conoces, atento al corrido; si lo provocan, se enoja el amigo, respeten si acaso quieren seguir vivos”, le cantan en su tierra. Es su aval ante cualquier competencia, también la que tiene en España, donde el cartel de Cali y el de Medellín llevan años operando. Guzmán, sin embargo, es de los que cabalgan solos y, antes de utilizar la red dirigida por los colombianos en España, El Chapo prefiere crear la suya propia.
“Están asentándose, estableciendo relaciones, puro trabajo de agentes comerciales, negociar precios, montar infraestructuras, ya ha habido envíos de prueba y ahora están metiendo envíos con pequeñas aeronaves y en contenedores marítimos… Lleva tiempo intentándolo”, comentan entre cafés fuentes cercanas a la Unidad de Drogas y Crimen Organizado de la Policía Nacional (Udyco). Eso pretendía, el pasado agosto, un primo del Chapo detenido en el hotel Palace de Madrid junto a otros tres integrantes del cártel. “Llegan en vuelos por separado, normalmente a Madrid, donde pueden pasar más desapercibidos, como si fueran ejecutivos u hombres de negocios mexicanos. Y en realidad lo son”, asegura un investigador.
Hay muestras más recientes de la actividad del cártel de Sinaloa en España. En febrero uno de sus miembros esperaba en Valencia el envío de un cargamento de armas por parte de un grupo de sicarios colombianos en Madrid que trabajaba para productores de Cali. “Al cártel le robaron uno de los envíos de cocaína. Una de las líneas de investigación es que fueran antiguos trabajadores de seguridad del puerto, que sabían que el contenedor iba a llegar. Los mexicanos querían las armas para recuperar la droga y el ajuste de cuentas con los ladrones de la mercancía. Se trataba de armas de guerra, lanzagranadas, AK-47… No hablamos de pistolas, es un mundo más aterrador, la fuerza a través del miedo”, señala el inspector de la Policía Nacional, Alfredo Perdiguero, secretario del Sindicato Independiente de la Policía Española. Los investigadores, en colaboración con la DEA norteamericana y la policía colombiana, llevaban 14 meses detrás de la organización. “Sabemos dónde están, pero hay tantos círculos que es difícil controlarlos a todos”, apunta.
Lo que también quedó claro con la operación de venta de armas es la colaboración que de momento mantienen colombianos y mexicanos en el territorio. “Para los colombianos que ya están aquí establecidos supone más dinero. Ellos son los productores y por ahora El Chapo tiene que recurrir a ellos porque ya tienen una infraestructura consolidada. El negocio crece y de momento hay para todos. Todo el mundo quiere ganar dinero. Además, la crisis en España, con miles de empresas sin liquidez, ofrece el caldo de cultivo perfecto para lavar el dinero negro”, explica Perdiguero. Para blanquear el dinero existen varias opciones, pero dos son las más socorridas según fuentes policiales. Por un lado, se pueden crear empresas pantalla, que fingen su actividad y mezclan el capital procedente del narcotráfico con sus supuestos beneficios. A veces pueden ser decenas de empresas conectadas para dificultar el rastreo de los capitales. Por otro lado, pueden utilizar testaferros, normalmente compatriotas, que efectúan a su nombre pequeños y frecuentes envíos de dinero a Colombia. La policía también alerta de la falta de herramientas judiciales para luchar contra entramados de este tipo. “La operación Avispa contra la mafia rusa en España puso de relevancia que las condenas no llegan a los capos, a pesar de las investigaciones policiales. Los mexicanos también se han quedado con el dato”, explica Perdiguero.
Sin embargo, la cooperación entre colombianos y mexicanos no parece duradera. “El problema vendrá cuando un grupo gane terreno al otro, cuando el mercado trate de ser monopolizado. Las intenciones del Chapo son dos: abrir vías de entrada y reparto en España y además utilizarlo como rampa internacional para expandirse hacia el este, explican fuentes próximas a la Udyco. “A pesar de que ya exista actividad de los mexicanos, aún no se encuentran en este punto. Siguen con el tanteo del terreno”, aseguran los investigadores. Los productores colombianos ya están preparados. “Los cárteles colombianos tienen a la droga y el dinero como familiares discutidos, nunca coinciden en la misma mesa. Por seguridad tienen dos oficinas. Una se encarga de mover la droga. La otra de cobrarla. Ésta tiene el músculo, los sicarios, los que amenazan y convencen a los reacios para que paguen”, señalan las fuentes.
La brutalidad de los colombianos quedó probada en la operación “Maceta”, desarrollada en 2007. Las piernas de un hombre emergían de la tierra en un paraje de la localidad madrileña de Ciempozuelos, como una planta que crece en un tiesto. Lo habían torturado, arrancado los dientes y tiroteado por un ajuste de cuentas. Luego le metieron en una bañera con ácido sulfúrico y le quemaron el cráneo y el pecho. Era la marca del Señor del Ácido, Leonardo Dávalos, detenido en 2009 en Colombia. Uno de los hombres de Dávalos entonces era Luis David García, “El Conejo”, apresado en Leganés el pasado febrero como líder la oficina de cobros. “Es normal que el músculo de los colombianos se asiente en Madrid. Aunque su droga entre por los puertos de Valencia y Barcelona, los que pagan están normalmente en Madrid”, explican fuentes cercanas a la Udyco. “La droga la esperan en los puertos de Valencia y Barcelona”. Así lo probó la operación Guadaña en noviembre de 2010, la más importante en cuanto a tráfico de contenedores marítimos, y en la que se detuvo a un empresario catalán, José Mestre Fernández, director general de una de las dos terminales de contenedores del Puerto de Barcelona. Era socio del narco colombiano Héctor Murillo, “El Juli”. Más de tres toneladas de cocaína camufladas entre manzanas y 5’5 millones de euros fueron incautados en la operación. Dos meses después, en diciembre, un grupo de narcos colombianos caía mientras esperaba 360 kilos de coca ocultos en tablas de madera.
La presión policial y la presencia de los colombianos ha obligado al Chapo a buscar caminos alternativos, las mismas que ya abrieron los narcos gallegos hace 20 años, la llamada “ruta africana”. Los grandes capos gallegos empezaron, a mediados de los noventa, a explotar países como Senegal, Togo o Malí como puertos intermedios y depósitos de la droga enviada por los colombianos. El Chapo ha establecido su base en Guinea Bissau, uno de los ejemplos de narcoestado, donde la administración detenta el poder pero no lo ejerce. Unas semanas antes de la detención del primo del Chapo en Madrid, el cartel había tratado de introducir en España 373 kilos de cocaína a través del puerto de Algeciras (Cádiz). Viajaban en un contenedor con cocaína camuflada entre la mercancía legal, la llamada táctica del gancho ciego. El grupo de Madrid tenía que recibir la droga y encargarse de su distribución.
La elección del puerto de Algeciras no fue casualidad. En 2011 registró un tráfico de 3.6 millones de contenedores en 12 meses, un 30% más que en 2010. La presión en otros puertos como el de Valencia, Barcelona o Bilbao y su proximidad con África lo han consolidado como el referente de los narcotraficantes.
El Chapo es un eslabón más de esa cadena de narcos que han operado en España los últimos 30 años para llenar de cocaína las narices europeas. Sin embargo, su marca de violencia es inédita en España. “Esta gente mata, no amenaza. Te corta la cabeza y las manos. Sus intenciones ya están absolutamente declaradas”, apunta Perdiguero.