Por: Alejandro Domínguez
Mi propuesta como trabajador universitario y como padre de familia es abarcar la educación desde varios puntos.
Un aspecto de gran importancia para la educación, en especial la básica es la preparación, actualización y constante capacitación del personal docente, pues es triste ver que hay alumnos de primaria que terminan corrigiendo la ortografía a sus profesores (no es tan remoto como creemos).
Otro aspecto de indispensable importancia es la participación de los padres en la formación de sus hijos EN CASA, pues no es lo mismo enseñar que educar. Desafortunadamente, el ritmo globalizado al que tenemos que ajustarnos hoy en día pocas veces permite dedicar el tiempo necesario o deseado con los hijos. Sin embargo, debe ser menester de los padres buscar un espacio para estar al pendiente de la enseñanza de sus hijos.
Un factor que considero es de gran relevancia en el rezago educativo de la juventud en México son los medios masivos de comunicación, que aunque mucho se ha hablado de ello, es poco o casi nada lo que se ha hecho por contrarrestar el efecto de estos en la juventud mexicana. La pésima calidad de los programas televisivos en canales abiertos, no solo dejan mucho que desear, sino que causan mella paulatinamente en los jóvenes que contemplan absortos programas tontos y sin contenido alguno.
Los grandes magnates de la televisión prefieren inundar a los niños y jóvenes de publicidad y estupideces en los programas, divirtiéndolos mostrando realidades que no son reales, y agrediendo verbal y hasta físicamente a otras personas en su programación, por citar alguno, el de la “abogada” Laura, la que es amante de invitar a que pase el “desgraciado” entre otros insultos, que generó en los jóvenes euforia por usar el apelativo en todo y para todo. ¿Será tan difícil retomar algún que otro programa con contenido más intelectual, o que por lo menos cause alguna curiosidad en los niños y jóvenes por investigar y aprender más?
El internet, como es más que bien sabido por todos, es una herramienta poderosísima, pero a la vez peligrosísima en las manos equivocadas (en este caso las de niños y jóvenes), pues carecen de criterio y juicio para discriminar la información que pueden encontrar en la amplia red, sin mencionar claro, el acceso a contenido e información no propio o apto para los pequeños; sumamos a esto la falta de supervisión de los padres a lo que los hijos buscan y ven en internet, obtenemos como resultado los comportamientos radicales que observamos hoy a temprana edad en los chiquillos.
La ausencia casi total de una cultura de lectura en nuestro país está generando, entre muchos males, apatía social, conformismo ante los abusos cada vez más evidente de quienes ejercen el poder, y sobre todo, está creando mentes autómatas, que funcionan por mera inercia pre programada y que se alimenta de los medios de comunicación y su contenido soso e inútil.
Por lo tanto, considero que es necesario:
Como padres: Apagar la televisión a nuestros hijos durante un lapso de tiempo mayor, y dedicar un tanto más de tiempo a convivir con ellos e inculcar la lectura, que sin lugar a dudas es el mejor remedio contra el conformismo, la ignorancia y el letargo mental. Asimismo (aunque sé que en algunos resulta casi imposible), tratar de estar más al pendiente de lo que están enseñando a nuestros hijos en la escuela, pues resulta común en los niños no preguntar cuando no entienden algo, y es de vital importancia localizar y aclarar como padres esas dudas, pues de lo contrario generarán tarde o temprano algún incidente en el que el chiquillo quede expuesto a burlas de parte de sus compañeros por desconocer cierta información en clase o por no haberla entendido correctamente, lo que después terminará en inseguridad en el o la pequeña y rechazo por la escuela.
Como profesores: Preocuparnos más por preparar nuestras clases y la calidad y veracidad de la información que proporcionamos a los alumnos. Debemos desinflar ese ego de “soy maestro y todo lo sé”, porque no es verdad. Somos seres humanos que también cometemos errores, pero en nuestro caso, como en el de los médicos, no se nos tiene permitido equivocarnos. Hemos caído en una apatía por la educación, que últimamente solo preocupa saber cuándo será el próximo paro de labores para exigir aumento en los sueldos, que dejamos de preocuparnos por cuándo será el próximo curso de actualización o de capacitación en nuevas técnicas pedagógicas de enseñanza; por saber si la información que comparto con los pequeños no es ya, letra muerta, es decir, mantener nuestros conocimientos al día de hoy, no al de ayer.
Debemos preocuparnos por sembrar en los pequeños la semilla de la curiosidad y la crítica, debemos enseñarlos a pensar por sí mismos y a dudar, pero dudar de la información que reciben, para que sepan asimismo investigar aquello que les causa duda o curiosidad. Los tiempos en los que el profesor simplemente hablaba y hablaba todo el día ya quedaron atrás, es necesario invitar a los alumnos a crear sus propios conceptos y opiniones sobre los temas vistos en clase, pues así aprenderán a pensar por ellos mismos, y no a repetir mecánicamente lo que la televisión o el internet les dicten qué deben pensar.
Por último debemos inculcar, tanto padres como maestros, la congruencia a los niños. No es posible ir por la vida diciéndole a los niños que no digan mentira y por otro lado hacerlos que mientan por uno cuando cometemos alguna imprudencia o cuando no deseamos hablar con alguien por el teléfono. No podemos exigir a los niños que no roben o engañen, cuando damos frente a ellos mordida al oficial de tránsito para evitar la infracción, o cuando vamos y les compramos la película más reciente (pirata). O les exigimos calidad en sus haberes cuando nosotros mismos no nos esforzamos por ofrecerles calidad de vida (que ésta no va ligada a la capacidad económica).