Jesús Alberto Suárez del Solar decía que, de grande, sería policía en Tijuana: quería proteger su ciudad de malandras y narcos.
Hasta que conoció a un reclutador del ejército estadounidense, que lo convenció de que los agentes de Tijuana terminaban muertos o corruptos y que mejor era hacerse Marine, que era como ser “policía internacional” y tenía buena paga y mejor reputación.
Ocurrió un domingo, en una visita de la familia a un centro comercial en Chula Vista, California. Por entonces, don Fernando Suárez tenía papeles para pasar fácil la frontera y traía a la familia de paseo a Estados Unidos cuando su negocio, en Tijuana, cerraba por descanso.
Allí vio Jesús, el único hijo varón entre tres, el puesto en el que las fuerzas armadas hacían propaganda para reclutar jóvenes. Se dejó convencer: tanto, que insistió para que la familia se mudara al norte y así poder terminar la secundaria y entrar directamente al entrenamiento en el boot camp. Quería ser soldado de un país que no era el propio.
Así es la historia que cuenta su padre: el único que queda para contarla. Jesús fue enviado a Irak en 2003 y su nombre figura entre las primeras bajas de las fuerzas estadounidenses durante la ocupación, apenas días después de iniciados los combates.
El registro oficial de muertos de la Operación Libertad tiene 90 páginas, el nombre de Jesús está en la segunda más antigua. Con los detalles: 27 de marzo de 2003. En Bagdad. De “fuego amigo – bomba racimo”. A los 20 años.
“Todavía hoy se me hace inmoral que un reclutador del ejército tenga como labor convencer a un niño de 12 o 13 años que lo mejor que puede hacer es tomar las armas”, dice Fernando Suárez, el padre.
Desde que unos oficiales le trajeron la noticia del hijo muerto a la casa, un 28 de marzo hace diez años, Suárez se ha embarcado en una misión: creó el Proyecto Guerrero Azteca por la Paz para trabajar en contra del militarismo.
En campaña
El hombre –menudo y mucho más flaco que en las fotos que saca de sus archivos y que datan de los meses que siguieron a la muerte de Jesús- se ha dedicado por una década a juntar fondos.
Lo acompaña su mujer colombiana, que no es la madre de Jesús: ellos se separaron apenas unos meses después de la tragedia.
“Es notorio como las estadísticas muestran que los matrimonios de padres de soldados muertos se rompen casi siempre”, comenta Suárez, que no está en contacto con el resto de los familiares, entre ellos su exnuera y su nieto Erik, que tenía apenas meses cuando Jesús se fue para Irak. Algunos lo acusan de sacar rédito del dolor para su activismo.
Suárez se dedica, entre otras cosas, a dar apoyo a otras familias de soldados caídos en el campo de batalla. Otras veces pasa las tardes en las escuelas, donde organiza charlas para disuadir a los adolescentes de sumarse al ejército.
“Que quede claro, nosotros en el Proyecto Guerrero Azteca no estamos en contra del ejército. Sólo decimos que uno debe sumarse a las fuerzas por vocación, por ninguna otra cosa. Aquí se aprovechan de los jóvenes de minorías, que con sus padres jardineros o empleadas domésticas no van a poder pagarle una educación. Les dicen que si se enrolan luego les darán educación o les ayudarán a conseguir la tan deseada ciudadanía de aquí”, le dice Suárez a BBC Mundo.
No hay garantías, afirma: conoce casos de jóvenes latinos que se hicieron militares para acelerar el trámite de volverse estadounidense en el papel. Algunos no lo consiguieron. Y después está lo que nadie cuenta: la muerte como posibilidad.
“Nadie les lee la letra chica, todo lo que van a tener que hacer aunque no quieran. Mi hijo me lo dijo después de graduarse, cuando nos fuimos a celebrar a Tijuana: ‘Papá, lo logré pero esto no es para mí’. Pero tenía un contrato, lo iba a cumplir”, recuerda Suárez.
Cuando su hijo se fue “de tour” –como se llama a las campañas en el terreno- él lo llevó hasta el aeropuerto. No estaba contento, dice. La foto -la última tomada con su cámara- lo muestra serio, tal vez asustado.
“Me dijo que cuidara a su niño si no volvía. Yo de verdad creía que iba a volver, que la guerra de Irak iba a ser como la del Golfo, puro con misiles y por aire y no con fuerzas por tierra. Pero ya vimos cómo fue”, cuenta el activista.
Diez años
Desde la muerte del soldado, su padre ha librado sus propias batallas, y no siempre por la vía de la conciliación.
Recuerda que llamó “asesino y mentiroso” al expresidente George Bush por televisión nacional y lo sacaron del aire. Que le tocó pelear para, durante el funeral, hacer una ceremonia tradicional mexicana, con bandera tricolor incluida, después del responso que marca el protocolo militar estadounidense.
Que le tocó salir a hablar con autoridades y medios para hacer bulla porque, ante la decisión de enterrar al hijo en un panteón civil, el dinero que le daba el gobierno estadounidense no alcanzaba, hasta lograr –según cuenta- “que el Pentágono reconociera su error y así fue, finalmente pagó”.
La batalla madre, sin embargo, la ha dado para conocer la causa del deceso de Jesús. Aunque primero le dijeron que había sido víctima de ataque iraquí o un accidente, la información oficial hoy indica que cayó a causa de fuego amigo.
Fue un periodista de la cadena ABC el que le trajo algunas verdades: era el corresponsal “incrustado” (embedded, en inglés) con las tropas estadounidenses, justo en la unidad de Suárez del Solar. Él tenía algunos detalles del momento de la tragedia y se los dio al padre en suelo iraquí: durante una visita en 2003, cuando fueron juntos al lugar donde había caído el Marine mexicano.
“Fue muy duro ver el sitio, muy emocional pero a la vez esclarecedor. Conocer la guerra desde adentro, verla… uno entiende muchas cosas”, dice el hombre, que desde entonces ha hecho varias visitas al país árabe y ha redoblado sus esfuerzos por llevar medicinas y otros suministros.
También se trajo algo: un puñado de tierra, que mezcló con otro recogido en Tijuana. La tierra de la muerte, la del nacimiento. Usó la tierra para plantar un árbol.
“Decimos que la guerra ya terminó con el regreso de las tropas el año pasado, entonces la gente ya no está prestando tanta atención. Pero hay que tener cuidado: soplan vientos de guerra muy fuertes en estos días, con Siria, Irán…”, opina Suárez.
Y añade: “La mentalidad militarista sigue. Con todas las guerras que hubo y seguimos en guerra: es evidente que no son la solución”.