Cada semana, la revista BBC Focus resuelve algunas dudas de sus lectores. A continuación, una selección de respuestas para curiosos.
Sí, pero sólo en cierto modo. La memoria depende de la formación de nuevas conexiones neuronales y el cerebro tiene un número finito de neuronas y un espacio limitado en el que añadir más conexiones entre ellas. Sin embargo, un cerebro sano nunca deja de aprender.
En realidad no existe tal cosa como “un recuerdo”. Cuando evocamos un hecho o un acontecimiento que nos pasó a nosotros, esto se traduce en redes de células interconectadas.
A veces, si no podemos recordar un evento de una manera, podemos traerlo a la mente por medio de conexiones diferentes.
A medida que envejecemos y tenemos cada vez más cosas que recordar, las conexiones se vuelven más complejas. Incluso, cuando nuestro cerebro está sobrecargado, se utilizan las mismas neuronas para varios recuerdos de maneras muy flexibles.
Así, es posible que seamos más propensos a confundir acontecimientos o a tener dificultades en recordar, pero en realidad no podemos decir que “nos hemos quedado sin memoria”.
El crecimiento se controla mediante las hormonas somatotropina y factor de crecimiento tipo 1, similar a la insulina. Los niveles de estas hormonas son más altos en los niños y adolescentes mientras están durmiendo.
Pero esto no permite concluir directamente que los niños crecen más rápido durante la noche. De hecho, no se ha probado aún que exista correlación entre la cantidad de horas que duermen los niños y su altura.
Por otro lado, incluso un recién nacido sólo crece 25 cm en su primer año. Por día, apenas llega a los 0,68mm y es casi imposible medirlo con precisión suficiente para representar gráficamente las tasas de crecimiento en diferentes horas del día.
Al igual que el bostezo y la tos, rascarse puede ser contagioso. De repente, usted puede ver a alguien que se rasca y empezar a sentir picores en su propio cuerpo.
La “transmisión del picor” ha sido investigada mostrando imágenes de pulgas y hormigas a las personas.
Este simple hecho puede hacer que la persona se rasque instantáneamente, pero ver a alguien hacerlo tiene un poder de respuesta más fuerte.
Una posible pista de por qué sucede es cuando dejan caer una gota de histamina sobre la piel de una persona. La histamina produce picor pero, en vez de rascarse sólo donde cayó la gota, la persona se rascará todo el cuerpo. Esto sugiere un mecanismo que nos hace hipersensibles a las sensaciones de la piel.
Pero, ¿lo hacemos sólo los seres humanos? Otros primates se comportan igual que nosotros. Una teoría afirma que se desarrolló en especies sociales para ayudarles a identificar y tratar las infecciones parasitarias.
Desde hace tiempo, los médicos han advertido sobre los efectos perjudiciales de la exposición prolongada a audífonos con música a alto volumen.
La popularidad de los reproductores de casetes portátiles en la década de los años ’80 dio lugar a estudios que afirmaron que alrededor de 1 de cada 20 personas ponían en riesgo su capacidad auditiva por este ruido.
Sin embargo, aunque no hay duda de que la exposición a sonidos muy altos -por ejemplo los de una maquinaria- puede conducir a un daño auditivo permanente, aún no se ha encontrado evidencia de que escuchar música en dispositivos portátiles tenga el mismo efecto.
Pero esta tendencia está cambiando, sobre todo, cuando los científicos se centran en la búsqueda del daño físico real a los nervios.
El doctor Martine Hamann y sus colegas de la Universidad de Leicester publicaron recientemente la primera evidencia del daño, al demostrar que los ruidos fuertes eliminan la capa que protege las células nerviosas, impidiendo así una fiable transmisión de señales del oído al cerebro.
Pero el doctor Hamann también descubrió que las células nerviosas se pueden reparar solas, al reemplazar la capa exterior, después de unos meses. Esto explicaría por qué se ha evitado hablar de un posible daño permanente.