Miguel Díaz Canel, un político de 52 años, podría convertirse en el nuevo presidente de Cuba en un lustro, cuando el actual mandatario ya no pueda ser reelecto debido a una disposición, impulsada por él mismo, en la que limita el tiempo en los cargos a dos periodos de cinco años.
El propio Raúl Castro anunció que el Parlamento eligió a Díaz Canel como vicepresidente primero del Consejo de Estado, órgano colegiado de poder Ejecutivo. Sustituye a José Ramón Machado Ventura, uno de los históricos guerrilleros de la Sierra Maestra.
Por otra parte, fue destituido el presidente de la Asamblea Nacional, Ricardo Alarcón, quien estuvo al frente del Parlamento durante dos décadas y fue uno de los siete dirigentes nombrados por Fidel Castro como sucesores cuando entregó sus cargos en el 2006.
Alarcón es sustituido por Esteban Lazo, hasta ahora Secretario Ideológico del Partido Comunista, a quien muchos sindican como perteneciente al sector ortodoxo del PCC. Desde este secretariado se controla la prensa, el sector social que ha mostrado mayor inmovilidad.
Raúl Castro dejó muy claro que no sería reelecto por un tercer período -“con independencia de la fecha en que se perfeccione la Constitución, éste será mi último mandato”, dijo- e inmediatamente anunció el nombramiento de Miguel Díaz Canel como su segundo al mando.
El nombramiento es sintomático porque nunca un dirigente que no hubiera combatido en la revolución había llegado a ocupar el cargo de vicepresidente primero, al tiempo que es miembro del Buró del Partido Comunista (PCC), máxima instancia de poder en la isla.
Sin lugar a dudas Miguel Díaz Canel es la apuesta de la generación histórica de cara a la continuidad del socialismo en Cuba. Una transición por demás inevitable, dado que casi todos los guerrilleros de la Sierra Maestra rondan ya los 80 años de edad.
Pero su caso no es un hecho aislado, el promedio de edad de los 31 miembros del nuevo Poder Ejecutivo colegiado es de 57 años y otra de sus vicepresidentas es Mercedes López Acea, secretaria del PCC en La Habana, quien tiene 49 años.
Díaz Canel fue profesor universitario, cuadro profesional de la Juventud Comunista, primer secretario del Partido en las provincias de Villa Clara y Holguín. En 1991 fue nombrado miembro del Comité Central y en el 2003 ascendió al Buró Político del PCC.
Pertenece a un grupo de líderes partidarios que dirigieron provincias a los que la lejanía de la capital les permitía bastante independencia y capacidad de maniobra. Las características personales de un secretario provincial marcan la vida de la región que gobiernan.
En el caso de Villa Clara, la presencia de Díaz Canel al frente de la provincia permitió una vida cultural y una tolerancia raras en otras partes de la isla: allí se realizan los festivales nacionales de travestis y los de tatuajes, además de concentrar un muy numeroso movimiento de rock.
Sin embargo, a diferencia de otros secretarios provinciales, durante mucho tiempo Díaz Canel se trasladaba en bicicleta, vistiendo shorts y camiseta. Incluso en uno de los viajes de BBC Mundo a Santa Clara lo encontramos así y haciendo cola en una pizzería.
La sustitución de Ricardo Alarcón al frente del parlamento no fue sorpresiva, ya que Miguel Álvarez, su mano derecha, está preso. Versiones oficiosas aseguran que él y su esposa entregaban información a los servicios de inteligencia de los EE.UU.
Lo realmente curioso es que el Presidente Raúl Castro en su discurso de clausura no hiciera la menor referencia al destituido Alarcón, quien dirigió el parlamento por 20 años, fue canciller y principal negociador con los estadounidenses de los acuerdos migratorios.
El nombramiento de Esteban Lazo como presidente de la Asamblea Nacional podría traer una conducción más activa y pragmática si, como expresó Castro, lo que se quiere es que el Parlamento se adentre “en cuestiones de mayor alcance, complejidad y profundidad”.
Pero difícilmente Lazo pueda ocupar de forma simultánea este cargo con el de secretario Ideológico del PCC, así que es de esperar también cambios en este secretariado, que ha ejercido un control total sobre la prensa cubana, inmovilizándola mientras el resto del país se transforma.