El consejero del Instituto Federal Electoral (IFE), Sergio García Ramírez, detalló en una carta que desde finales de 2011 decidió que permanecería en el cargo hasta que el proceso electoral de 2012 finalizara.
García Ramírez reiteró que su decisión de dejar el IFE ya estaba prevista y que en absoluto tuvo que ver con el caso Monex: “En mis conversaciones con el señor Presidente de la Junta de Coordinación y con los coordinadores parlamentarios, mencioné que mi permanencia en el Consejo General sería temporal. Por supuesto, cubriría toda la etapa del proceso electoral”.
“En diciembre de 2012, concluido el proceso electoral y transcurrido un año desde la fecha de mi designación, recordé al Consejero Presidente nuestras conversaciones del final de 2011 y reiteré la decisión de separarme del Instituto”, escribió García Ramírez.
“Espero dejar en claro que la decisión de separarme del Consejo Electoral, adoptada hace más de un año, no guarda relación alguna con el caso que se planteó en la sesión del Consejo del 23 de enero, así como las circunstancias por las que participé en la votación de esa fecha”, declaró el todavía consejero.
Así explicó García Ramírez su decisión en el caso Monex (íntegro):
El 23 de enero de 2013 se planteó en el Consejo General del IFE un asunto generalmente identificado como “caso Monex”. Explicaré nuevamente mi posición con respecto al tratamiento de este caso. Cuando el tema se abordó hace varios meses ante la Comisión de Quejas y Denuncias del IFE, hubo alguna expresión externa acerca de mi cercanía amistosa con personas –a las que aprecio y respeto– que tendrían relación con determinada empresa mencionada en el procedimiento.
Tomando en cuenta esa expresión, consideré adecuado abstenerme de participar en cualesquiera deliberaciones en torno a este asunto. No me excusé formalmente, porque no he tenido ni tengo causa legal para hacerlo.
Concurrí a la sesión del 23 de enero, pero no intervine en la deliberación del “caso Monex”. Al término de ésta se puso a votación el dictamen de la Unidad de Fiscalización. Sobresalían dos puntos: 1) ¿eran ilícitos los recursos empleados por el partido denunciado?, y 2) ¿quedó comprobada la aplicación del gasto? De las decisiones que adoptara el Consejo podrían derivar, en su caso, una sanción económica.
El primer punto mencionado quedó resuelto por la votación de los consejeros deliberantes: 7-1. No participé en esta votación.
En el segundo punto se produjo un empate: 4-4. Es obvio que existía una fuerte diferencia de criterios y que no había argumentos que convencieran de una sola posición a todos los consejeros y ni siquiera a una mayoría suficiente para resolver. Debía procederse a una nueva votación. Si en ésta se mantenía el empate habría que convocar a otra reunión del Consejo. No sobra recordar que ya existía un antecedente de empate que se solucionó al cabo de un año.
En esa circunstancia, me hallé ante una alternativa evidente. Podía mantenerme fuera de la votación y dejar que se produjera un nuevo empate, o aguardar a que algún colega modificara su voto anterior para lograr una mayoría. Esto significaría que un consejero declinara sus propias razones para facilitar la decisión. También podía –y en mi concepto, debía– participar en la segunda votación, agregando mi voto a los sufragios de los colegas cuya opinión compartiera. En mi percepción, se trataba de ejercer un derecho y, en las circunstancias que he mencionado, cumplir un deber.
Regresé a la mesa e hice una consulta que juzgué indispensable antes de participar o no en la votación. Recordé los motivos de mi abstención y pregunté si algún consejero consideraba pertinente que me excusara de conocer el caso. Todos los consejeros manifestaron expresamente –con conceptos que agradezco– que podría intervenir en la votación, por no tener motivo jurídico para excusarme. En esto coincidí con todos: no tuve ni tengo motivo de excusa legal.
Así las cosas, ejercí mi derecho a votar, a lado de otros cuatro consejeros, y cumplí mi deber de hacerlo. No aguardé a que alguno de los colegas modificara su voto anterior ni contemplé con indiferencia los problemas que traería consigo un nuevo empate. El voto que agregué a otros cuatro tuvo el mismo sustento que tuvieron éstos. Desde luego, no cuestiono el voto de quienes adoptaron una postura diferente. Nada más lejos de mí que suponer que carecen de buenas razones o de plausibles motivos quienes difieren de mis puntos de vista y ejercen su derecho de diferir.