¿Sabía usted que cuando envía un correo electrónico desde América Latina es probable que éste pase por un fortín en Miami antes de seguir el viaje hacia su destino final?
Esta ciudad estadounidense, un lugar de paso para tantas personas y mercancías, también lo es para nuestra información digital: por el sur del estado de Florida llegan varios de los cables submarinos que vinculan a la región con el resto del mundo.
Por eso, en el centro de Miami está ubicado un gigantesco cubo de concreto a donde llega la información que luego debe ser redirigida.
Se trata del Network Access Point of the Americas (NAP, por sus siglas en inglés), uno de los centros de procesamiento de datos más grandes del mundo, con más de 66.000 metros cuadrados capaces de soportar huracanes de categoría cinco.
Es, en pocas palabras, uno de los cerebros de internet, un centro que facilita todas las actividades que hacemos cuando nos conectamos desde nuestro computador, como dice Douglas Alger, autor de The Art of the Data Center.
Y aunque las medidas de seguridad son altísimas y el ingreso está estrictamente controlado, BBC Mundo tuvo acceso a este cerebro para describirles cómo funciona por dentro.
Aeropuerto internacional
Imagínense por un momento que el NAP de las Américas no es un lugar lleno de cables y computadores con luces titilantes, sino un aeropuerto internacional.
Por acá no pasan pasajeros con exceso de equipaje sino e-mails o pesados archivos adjuntos, y no hay aviones sino unidades portadoras de datos.
También hay seguridad, pero no sólo guardias y máquinas de rayos equis, sino tambiénfirewalls (cortafuegos) y otros dispositivos para detectar y protegerse de intrusiones.
El centro tiene un equipo de expertos sentado frente a al menos 12 pantallas gigantes que registran la información que permite mantener la seguridad de este cubo digital: desde la lista de más buscados del FBI hasta las predicciones sobre el clima y canales de noticias 24 horas.
Eso es, en esencia, el NAP de las Américas: un gran aeropuerto por donde pasa el 90% del tráfico de Sudamérica y Centroamérica, según le dijo a BBC Mundo Ben Stewart, el vicepresidente de ingeniería de instalaciones del NAP.
“Muchas personas no entienden lo que es la internet. Creen que es algo muy complejo, pero en realidad es algo muy simple. Es muy real y tangible”, dice Stewart mientras recorre este centro, que él define como “un parque infantil para ingenieros”.
El corazón
Como buen parque infantil, el NAP está lleno de colores.
Aunque, en esencia, es sólo un puñado de cables, conexiones y servidores, estos están diseñados de tal manera que el lugar no tiene el aspecto lúgubre de una bodega.
El corazón de ese parque infantil es lo que en inglés se conoce como el “peering room“.
Se trata de un recinto en el segundo piso del edificio donde se conectan las redes de internet para que los clientes de cada una de ellas intercambien su información.
Por las conexiones del centro fluyen 18 ó 19 gigabits por segundo, según Stewart, lo que equivaldría a unas 36.000 canciones por segundo.
El NAP, a diferencia de otros centros de procesamiento de datos, tiene como función principal alquilar los equipos a terceros en su propio espacio físico para que ellos intercambien información por su cuenta.
Por eso acá confluyen entidades y proveedores tan distintos como el restaurante Subway, la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y algunas agencias gubernamentales estadounidenses que tienen influencia en América Latina.
Y por esa información tan sensible y variada, la seguridad es tan alta: no se permite la entrada de cámaras y otros equipos electrónicos y, por ejemplo, para ingresar al tercer piso, donde se manejan los datos clasificados del gobierno de Estados Unidos, hay que ser estadounidense y se debe contar con un permiso especial.
“Para nuestros clientes, el principal atractivo es el tiempo de funcionamiento. Si usted tiene una compañía de internet, si tiene un local o necesita transmitir video, necesita estar en un sitio que no vaya a colapsar”, dice Stewart.
Así, las paredes del NAP están reforzadas con concreto de 18 centímetros, el edificio no tiene ventanas y está ubicado en una de las partes más altas de Miami. Además, las antenas satelitales en su techo están cubiertas para que nadie pueda determinar hacia donde están apuntando.
Riesgos
¿Pero qué pasa si llega un huracán como Andrew, que arrasó inesperadamente el sur de la Florida en 1992? ¿Se caería internet en América Latina?
Ben Stewart dice que la respuesta es no. Y agrega que la razón es que la internet se arregla por sí misma.
Según este ingeniero, si el NAP de Miami dejara de funcionar, también dejaría de enviar las señales que indican que está recibiendo información. Los routers (enrutadores) dejarían, por tanto, de enviar datos por esa ruta y buscarían una distinta.
Los usuarios podrían sentir que la información se tarda más de lo normal por los caminos alternos que ésta tendría que tomar, pero eventualmente llegaría a su destino.
“Así nos aseguramos de que las comunicaciones de internet nunca fallen, incluso si colapsa el NAP de Miami (¡Que no va a pasar!)”.
Así demuestra Ben Stewart su confianza en su jardín infantil, en su aeropuerto, en este cerebro por el que pasa buena parte de la información neurálgica que consumimos día a día.