Milenio publica que Fosas clandestinas. Sitios de destrucción química y mecanizada de cuerpos. Cabezas sin dueño y extremidades huérfanas. Osamentas. Cadáveres que fueron dañados a propósito para que nunca se les pueda identificar. Un resumen de la barbarie que se configura en herida permanentemente abierta. Al final del sexenio, incontables personas han sido víctimas de una de las acciones más atroces que pueda emplear el crimen organizado: la anulación.
En paralelo a la cifra global de personas que han sido enviadas a la fosa común , cientos de cuerpos de víctimas de homicidio han tenido otros destinos, desde formar parte de esfuerzos de propaganda e intimidación del narcotráfico hasta peor aún, integrarse a la lista de los borrados: hombres y mujeres a las que se trató de desaparecer en fosas clandestinas o destruyendo sus restos. Una práctica terrible que, en muchas ocasiones, ha tenido éxito.
Una investigación de Milenio, basada en archivos policiales y medio centenar de solicitudes de transparencia presentadas ante autoridades estatales y federales permite rastrear el ascenso y expansión de tácticas de desaparición forzada por parte de la delincuencia a lo largo del sexenio. Es un fenómeno que toma velocidad en 2009 y 2010 y llega a cifras récord en 2011 y 2012.
Archivos desclasificados de la Policía Federal y la PGR advierten que un número imposible de definir de personas han sido eliminadas de la faz del país, disueltas en lo que solo puede describirse como “centros de procesamiento”: espacios creados por el crimen organizado para, literalmente, desaparecer todo rastro de sus víctimas.
Leer nota completa en Milenio