Milenio publica hoy que los integrantes de la 61 Legislatura del Congreso de la Unión eran como fantasmas en la clausura de los trabajos de la Comisión Permanente: deambulaban por los pasillos del Senado sin ser tomados en cuenta. La atención era para los nuevos legisladores. El día se nubló a los senadores y diputados salientes; muchos de ellos tendrán que esperar en la banca una nueva oportunidad para alinear en un cargo público.
Cruzando a pie avenida Reforma se acercaba Francisco Rojas, quien compartió su último desayuno como coordinador con sus fieles: José Ramón Martel, Rogelio Cerda y Humberto Benítez Treviño. Al llegar al recinto, eran menos los medios para entrevistarlo que en otras ocasiones; la mayoría esperaba la salida de Ernesto Cordero de su registro como senador. Algo similar le ocurrió a Mary Thelma Guajardo, coordinadora del PRD, quien atravesó la explanada cameral con un paso fúnebre portando un traje negro, como de luto. Cuando llegó el coordinador del PAN en San Lázaro, Carlos Alberto Pérez Cuevas, todos lo vieron atravesar hacia las oficinas de su partido, algunos quisieron ir a entrevistarlo y recoger sus opiniones sobre los temas de coyuntura; pero al mismo tiempo Roberto Gil mostraba su credencial como senador, y nadie quiso perderse esa foto.
La nostalgia hizo amigos a los polos opuestos de la política: cuando Ernesto Cordero salía del edificio de Insurgentes y Reforma se encontró con el más fiel de los lopezobradoristas, Ricardo Monreal, a quien le estrechó la mano sin ningún pudor. Dentro del salón de sesiones no hubo agresiones ni calentaron el ambiente a unas horas de que el Tribunal Electoral emita su calificación de la elección presidencial. No. Ahora no, todos celebraban el gran desempeño de la 61 Legislatura. Rojas, Guajardo y Pérez Cuevas no solo compartieron cargo legislativo en San Lázaro; también, que fueron enviados a la banca por sus respectivos partidos.
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