Harlingen, Texas.- Con la visita a Laredo, McAllen, Brownsville y esta ciudad, la Caravana por la Paz concluyó su paso por la frontera compartida entre México y Estados Unidos.
En estos primeros trece días de recorrido por la franja fronteriza, una voz que se ha hecho sentir con fuerza desde el arranque caravanero en el Parque de la Amistad en San Diego, California, es la de Enrique Morones.
Para Morones, presidente de Border Angels, la zona de la frontera representa su hábitat, su centro de trabajo. Y los migrantes sin papeles, son el motor de su activismo diario.
Por eso, cuando una tarde de primavera de 2002, Morones -en ese entonces vicepresidente de marketing de los Padres de San Diego- recibió una oferta de parte de su jefe Larry Lucchino, para mudarse con él a trabajar para los Medias Rojas de Boston, del otro lado del país, su respuesta fue tajante.
Morones tenía –en aquel momento- seis años trabajando para el equipo de ligas mayores de béisbol; al asumir su puesto, en 1995, le fue encomendado el objetivo de aumentar, para el equipo de San Diego, el creciente mercado hispano del sur de California.
Con mucho empeño y creatividad, el licenciado en marketing y maestro en estrategias de liderazgo, logró incrementar notablemente la asistencia al estadio de la escuadra de su ciudad natal; los buenos resultados permitieron también mejorar sus ingresos: ganaba alrededor de 100 mil dólares al año
Por eso, aquella tarde de primavera de 2002 en que intentó convencerlo de trabajar en Boston, Larry Lucchino seguramente se sorprendió con la respuesta de Morones.
“Mi activismo es primero”, le dijo sin pensarlo un segundo Morones al hoy presidente de los Medias Rojas; y al liberarse de la responsabilidad en el béisbol profesional, se pudo enfocar otra vez, y por completo, a ese activismo a favor de los migrantes que, para él, es lo primero.
Así, Morones trasladó su cómoda oficina en el estadio de béisbol de San Diego al desierto del Valle Imperial, donde las temperaturas en verano, en muchas ocasiones, rebasan los 50 grados centígrados.
En ese lugar sin árboles, ni lugares donde cubrirse de los rayos del sol, por donde cientos de migrantes cruzan diariamente con la intención de alcanzar el “sueño americano”, los Border Angels –Ángeles de la Frontera- y Morones esparcen galones de agua en puntos estratégicos para que así, las personas que anhelan llegar a territorio estadounidense puedan continuar su trayecto.
Al caminar junto con Javier Sicilia y las víctimas de la Caravana por la Paz, el infatigable activista de voz grave, cara rojiza y pelo entrecano, ha podido percatarse cómo se interrelacionan los temas de migración, cooperación internacional, lavado de dinero, drogas y tráfico de armas.
“Tienen que ver unos con otros, van mano a mano, por eso en el futuro vamos a incluir en nuestro trabajo a otros grupos que nos van a ayudar; antes sólo estaba en el tema de migración, pero a partir de esta marcha me verán defendiendo los otros temas, y es que unidos somos más fuertes”.
La experiencia de participar y organizar siete marchas migrantes similares, logísticamente, a la Caravana por la Paz, permiten a Morones evaluar positivamente lo realizado en estas dos primeras semanas de reuniones, misas, eventos y manifestaciones a favor de la pacificación de México.
“A veces piensan que es un fracaso porque no había la gente que se esperaba, pero no es concurso para ver cuánta gente hay, con una persona que haya, esa persona puede hacer la diferencia, entonces es muy positivo, la voz crece todos los días y así es como son estas cosas: se empieza con una gotita de agua, luego se empieza a escurrir un poco y después se hace un tsunami; y ese tsunami se está formando”.
Morones continua platicando y dice que los cambios en este mundo los “hace la persona que vemos en el espejo cada día”.
Bajo esa filosofía, el hombre que siempre carga una cruz blanca de madera seguirá acompañando hasta el destino final a esta cruzada por la paz en territorio estadounidense.