José Ortiz, cantante de Guanajuato, camina por el Paseo de la Reforma caracterizado como Miguel Hidalgo. Viste sotana, alzacuello y blande un estandarte como el cura independentista. La calva y el escaso pelo blanco en las sienes no necesita fingirlos. Son suyos.
A la izquierda lo acompaña una encarnación de Benito Juárez. Arturo Sánchez, promotor cultural amigo de José, porta un traje negro, una banda presidencial hechiza y se dirige junto a ‘Hidalgo’ hacia el Zócalo de la Ciudad de México para presenciar el cierre de campaña de Andrés Manuel López Obrador, rumbo a la elección presidencial de este domingo.
“Si Andrés Manuel hubiera vivido en la época de la Independencia, Hidalgo hubiera votado por él porque los dos son liberales”, dice José, que con su escaso pelo blanco peinado hacia abajo, tiene un enorme parecido con el cura.
Arturo Sánchez sabe que ha llegado al Paseo de la Reforma disfrazado como una de las figuras históricas que el candidato presidencial de las izquierdas ha tomado como inspiración en su segunda campaña.
“Benito Juárez es el ídolo de López Obrador. Queremos ver nuevamente un presidente salido del pueblo”.
Los ‘próceres’ modernos se pierden entre las miles de personas que, antes de las 16:00 horas, hora de la cita, ya marchan hacia la Plaza de la Constitución.
Una hora antes de que arranque el último acto público de López Obrador, distintos grupos ya rodean el Ángel.
Comerciantes de Tlalpan, estudiantes de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, contingentes perredistas de Morelia, Oaxaca, Veracruz. Unos preparan sus últimas pancartas en el asfalto de Reforma. Otros bailan la pegajosa canción oficial del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), que sale de las bocinas de una pantalla gigante móvil.
Son las 16:15 y algo marca una diferencia de otras marchas encabezadas por Andrés Manuel. La cantidad de simpatizantes empieza a rebasar a los organizadores. Ya no son suficientes las vallas metálicas ni la cuerda roja destinada a hacer una valla de seguridad para el candidato.
A las 16:39, un río de gente corre hacia la calle de Amberes. Por ahí llega López Obrador a bordo de una camioneta blanca y custodiado por otras dos. Lo reciben candidatos a diputaciones federales y locales y los aspirantes a las seis gubernaturas que se disputan el domingo.
El tabasqueño llega entre aplausos y en compañía de dos de sus cuatro hijos. José Ramón y Andrés Manuel. Ya lo esperan sobre Reforma el candidato al senado Alejandro Encinas, Martí Batres, quien coordinará la vigilancia que Morena hará de las casillas el día de la elección. Están también Alejandro Chanona, del Movimiento Ciudadano, el candidato al Senado Mario Delgado, la ex jefa de seguridad de López Obrador y hoy candidata a la asamblea legislativa del DF, Polimnia Romana y Claudia Sheinbaum, eventual Secretaria de Medio Ambiente si el tabasqueño gana los comicios.
La marcha arranca oficialmente a las 16:45, pero López Obrador apenas puede avanzar. Hay tropezones, empujones, gritos. No sólo los asistentes quieren fotografiarlo. También sus invitados como el actor Héctor Bonilla.
Unos metros adelante, en la Glorieta de la Palma, se abre un espacio entre la gente. Por ahí caminan el líder izquierdista Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y su hijo Lázaro Cárdenas Batel. El rostro de Andrés Manuel se ilumina. Los saludos a sus simpatizantes deben esperar, pues él toma su tiempo para recibir al Ingeniero con un abrazo. Juntos, en medio de un caos con sabor a celebración, siguieron el camino.
El plan B
—Está cabrón llegar al Zócalo. Tenemos que ver la forma en que entre el licenciado. Por 16 de septiembre es imposible. Ya no hay forma.
Andrés Manuel no ha llegado siquiera a la esquina de Reforma y Bucareli cuando su equipo de logística ya ve dificultades para llegar al templete. En el Zócalo la gente llegó desde las 10 de la mañana y no hay calle libre por la que el político pueda abrirse paso. La solución la menciona uno de los miembros del equipo de logística más cercanos al candidato.
—Usemos el plan B que nos propuso ayer la Secretaría de Seguridad Pública.
Ese plan es llegar en metro hasta la Plaza de la Constitución.
—Ya tenemos todo pactado –agrega.
Avanzar junto al candidato cada vez es más complicado. “Aquí no se viene por gusto. No se viene a disfrutar. Aquí se viene por convicción y se tienen que aguantar”, dicen los miembros del equipo de seguridad del candidato.
Cerca de la Alameda, cerrada desde hace tres meses, las autoridades capitalinas auxilian al primer círculo de López Obrador, quien logra entrar bajo tierra en la estación Bellas Artes.
A su llegada a la estación Zócalo, aprovecha la privacidad de una oficina y deja la ropa sudada por la marcha para ponerse un pantalón azul, una camisa blanca y un saco color caqui.
‘Fracasó el intento de imponer a Peña’
Madero, 16 de Septiembre. Donceles. No hay entrada al Zócalo que no esté abarrotada por quienes marchan. A la altura de Isabel La Católica hay un cuello de botella que tiene a la gente prácticamente parada.
Los que esperan a López Obrador por Madero y le abren espacio se quedan con las ganas de verlo pasar. Lo mismo quienes lo esperan justo en medio de la plaza. Casi dos horas después del inicio de la marcha, el candidato entra por la izquierda del templete y comienza su última alocución de campaña minutos después de las 19:00. En el templete le da la bienvenida su gabinete en pleno. En primera fila, el jefe de Gobierno del DF Marcelo Ebrard y el candidato de la izquierda para sucederlo, Miguel Ángel Mancera.
Tras subir al templete Beatriz Gutiérrez pone en la boca de su esposo una pastilla mentolada, y momentos después, comienza la última alocución del candidato en la contienda.
López Obrador se toma tiempo para agradecer a los partidos que lo postulan, a Marcelo Ebrard, quien también buscó la candidatura presidencial, por “actuar a la altura de las circunstancias”. A Cuauhtémoc Cárdenas. A artistas, músicos, cineastas, actores, poetas, bailarines y activistas de las redes sociales que apoyaron su aspiración presidencial con muestras de creatividad.
Andrés Manuel se siente satisfecho. Da un discurso sin sus pausas habituales. Conserva el ritmo. Prácticamente todos lo escuchan.
El discurso tiene similitudes al que dio en 136 mítines celebrados 90 días de campaña. Afirma que la deshonestidad es lo que más ha dañado a México, se erige como guardián del presupuesto, y dice que será imposible rescatar al País si no se rescata al campo. Sin embargo, deja en claro que para el domingo, en las urnas, la batalla es entre él y el candidato del PRI, Enrique Peña Nieto.
“El domingo próximo habrá sólo dos opciones. O más de lo mismo, o un cambio verdadero”.
Andrés Manuel no dedica ni una referencia a la candidatura de Josefina Vázquez Mota. Todas las que hace señalan al priista.
“Fracasó el intento de imponer a Peña mediante la publicidad”, afirma. Y el Zócalo lanza mentadas de madre sonoras.
Faltan cuatro días para la elección y Andrés Manuel pide a quienes lo escuchan aplicarse a fondo, no dejar de comunicar, y estar vigilantes. “La noche del domingo habrá fiesta cívica nacional”, promete.
Hacia las 20:00 horas, el tabasqueño finaliza su discurso con un compromiso. “No voy a traicionar al pueblo. Estoy convencido de mi responsabilidad histórica”. Entonces se le vidrian los ojos y un quiebre en la voz casi impercetible.
“Estaré siempre a la altura de ustedes”.
Y con un “Viva México” lanzado tres veces, López Obrador pone fin a su campaña.