El pasado 4 de abril, Andrés Manuel López Obrador, candidato presidencial de la coalición Movimiento Progresista, visitó la cabecera municipal de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, para dirigir un mensaje al Ejército Zapatista de Liberación Nacional, a cuyos integrantes, dijo, “les extiendo mi mano franca en señal de respeto y reconciliación”, luego de ocho años de distanciamiento.
Y ya que mañana, 10 de abril, se cumple un año años más desde el rompimiento formal de relaciones entre el EZLN y el Partido de la Revolución Democrática (mayoritario en la coalición que impulsa la candidatura de López Obrador), Animal Político te presenta aquí algunas de las principales diferencias establecidas entre ambas expresiones de la izquierda mexicana, así como entre sus respectivos dirigentes y aliados, incluido López Obrador y sus más cercanos colaboradores en la actual campaña electoral.
La otra mano franca
Antes del llamado a la concordia de la semana pasada, la última mención que del zapatismo hizo López Obrador se dio en septiembre de 2011, cuando de gira por Chiapas pidió al grupo armado “rectificar” y no operar en su contra, tal como hiciera en 2006, ya que en ese momento “el decir que era yo fascista, lo cual era una exageración, sí influyó en la votación”, tal como reconoció en conferencia de prensa.
Un mes después, Marcos respondió al hoy aspirante presidencial a través de la cuarta misivia que se cruzó con el escritor Luis Villoro, y en la que afirmó que “uno de los tres bribones que habrán de disputarse el trono sobre los escombros de México ha venido a nuestras tierras a demandarnos silencio”.
En la carta de noviembre pasado, Marcos calificó al hoy candidato presidencial de izquierda como alguien que “no acaba de madurar y reconocer sus errores y tropiezos”, y lo acusó de encabezar “un grupo ávido de poder, pleno de intolerancia (.) con un discurso más cercano a Gaby Vargas que a Alfonso Reyes, (que) ahora predica y fundamenta sus ambiciones en el amor a la derecha”.
En este documento, Marcos le pide a López Obrador que “no crea en serio que los empresarios lo van a apoyar, que los chuchos no lo van a traicionar, que el PT y Movimiento Ciudadano son partidos de izquierda”, y lo critica porque “él suma a su derecha (desertores del PAN incluidos) y nada aparece a su izquierda (y) sigue los pasos de su antecesor, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, que se acomidió a los poderosos”.
Cabe destacar que fue en la gira de septiembre cuando López Obrador ofreció por primera vez su “mano franca” a los zapatistas, pues, dijo entonces, “por encima de nuestras diferencias, el interés común es sacar adelante al país”.
Invocaciones a San Andrés
Desde el arranque de su precampaña, en diciembre pasado, Andrés Manuel López Obrador ha reiterado, entre otras, la promesa de dar cumplimiento a los “Acuerdos de San Andrés”, es decir, el pliego de reformas constitucionales orientadas a reconocer la autonomía de los pueblos indígenas, pactado por el EZLN y el Estado mexicano durante el gobierno de Ernesto Zedillo, y que se tradujo en 2001 en una ley de derechos y cultura indios, que fue aprobada sin el aval de los zapatistas.
Ya en 2001, la aprobación de esta ley generó posturas divididas al interior de la izquierda mexicana, evidenciadas en el voto unánime que la norma obtuvo en el Senado (incluyendo a los legisladores de izquierda), mientras que en la Cámara de Diputados fue aprobada, pero con el voto en contra de los integrantes del PRD y el PT.
Al respecto, en julio de 2005, Marcos señaló, en el comunicado titulado ‘Un pingüino en la Selva Lacandona’, que “el punto de quiebre (del EZLN) con la clase política, no sólo con el PRD, es abril de 2001″, tras la aprobación de una ley indígena distinta a la acordada en las mesas de negociación con los zapatistas, y en la que el punto de la autonomía quedaba desdibujado.
En aquel comunicado, además, Marcos hizo una referencia directa a las ofertas de López Obrador (entonces aspirante presidencial para el periodo 2006-2012), quien, dijo el guerrillero, “acaba de presentar su ‘Proyecto Alternativo de Nación’, ante las Redes Ciudadanas (antecedente del Morena). Nosotros desconfiamos y no vemos más que un maquillaje plástico (y que cambia según el respetable) y una lista de promesas olvidables. Como quiera -abunda Marcos-, tal vez alguien pueda decirle a AMLO que no puede prometer ‘el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés’, porque eso significa, entre otras cosas, reformar la Constitución y, si mal no recuerdo, ése es trabajo del Congreso”.
Dime con quién te juntas
En el actual proceso electoral, y tal como ocurriera hace seis años, en torno a López Obrador se han reunido diversos personajes de la política que públicamente han fijado una postura crítica e, incluso, de abierta censura al movimiento zapatista.
Ricardo Monreal, por ejemplo, quien es actualmente coordinador de campaña de López Obrador, en 1998 comparó a los zapatistas como el grupo paramilitar que asesinó a 45 indígenas en Acteal, “porque paramilitar es todo aquel que actúa como ejército sin serlo y se arma siendo civil”, además de que calificó a Marcos como “el líder blanco de los indígenas de piel oscura”.
Otro ejemplo es el de Socorro Díaz Palacios, la ex funcionaria salinista que el perredismo colimense pactó postular al Senado, y que ya en 2006 había sido una de los seis coordinadores de las “Brigadas Ciudadanas” que impulsaron la candidatura de López Obrador.
El 3 de enero de 1994, es decir dos días después del alzamiento zapatista en Chiapas, Díaz Palacios, entonces subsecretaria de Protección Civil de Carlos Salinas de Gortari, definió al EZLN como “una mezcla de intereses y de personas tanto nacionales como extranjeras (que) muestran afinidades con otras facciones violentas que operan en países hermanos de Centroamérica; algunos indígenas han sido reclutados, presionados por los jefes de estos grupos”.
Además, en febrero de 2006, Marcos acusó a uno de los ex priistas arropados por López Obrador de ser el autor intelectual de la matanza de Acteal, con el objetivo de presentarla como signo de deterioro social y violencia entre comunidades indígenas. “Ese plan -dijo Marcos, durante un mitin de La Otra Campaña en Veracruz- se hizo en el gobierno de Zedillo y el subsecretario de Gobernación, que era del PRI cuando se hizo el plan, es Arturo Núñez, que ahora dice que es del PRD (.) Pregúntenle a López Obrador por qué está en su equipo el que hizo ese plan y que se llama Arturo Núñez”.
Núñez, cabe destacar, obtuvo en ese año una senaduría por el PRD y actualmente es candidato de la izquierda a la gubernatura de Tabasco, para lo cual ha contado con la compañía de López Obrador en sus actos de campaña.
Todo tiempo pasado
Aunque las diferencias políticas entre el EZLN y el PRD quedaron definidas desde 1994, año en que se dio el levantamiento zapatista, en un inicio las relaciones eran cordiales, lo que quedó en evidencia el 15 de mayo de aquel año, cuando Cuauhtémoc Cárdenas, entonces candidato presidencial del PRD, fue recibido con honores por los indígenas rebeldes, en el territorio “liberado” de la Selva Lacandona.
El abanderado izquierdista convivió en ese momento con decenas de niños, mujeres y ancianos que, según lo dicho por el propio subcomandante Marcos, caminaron durante días para estar presentes en la ceremonia. Además, Cárdenas fue custodiado en toda su estancia por el primer regimiento del EZLN, aquel que en enero de 1994 se encargó de tomar la cabecera municipal de Las Margaritas.
En este primer encuentro, Marcos, en representación de la comandancia general zapatista, hizo “una diferenciación entre Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y el PRD”, partido político que, afirmó, “tiende a repetir en su seno aquellos vicios que envenenaron desde su nacimiento al partido en el poder (que en ese entonces era el PRI)”. Tales vicios, resumió el jefe guerrillero, son “la intriga palaciega, el acuerdo de cúpula, el eterno traicionarse, la mentira”.
La relación con Cárdenas, sin embargo, se enfrió luego de las elecciones presidenciales en las que resultó electo Ernesto Zedillo, ya que el perredista se negó a encabezar el Movimiento de Liberación Nacional, una alianza entre zapatistas, perredistas y grupos sociales propuesta por el movimiento indígena, con el objetivo de crear un núcleo opositor único en todo el país.
La gota que derramó el vaso
El 10 de abril de 2004, perredistas de Zinacantán, Chiapas, emboscaron a un contingente de zapatistas provenientes de distintos puntos del estado que, para conmemorar el natalicio del revolucionario Emiliano Zapata, llevaban agua a las bases de apoyo de la zona, a las que la autoridad municipal, emanada del PRD, les impedía acceder al pozo local.
El saldo del ataque fue una veintena de heridos, cinco de ellos de bala, mientras que el resto del contingente fue perseguido hasta una vivienda, donde fueron cercados, en tanto las casas de los zapatistas zinacantecos eran destruidas por los perredistas.
Así narró el subcomandante Marcos los hechos, un año después, en agosto de 2005, en una carta dirigida a Don Fermín, un militante del PRD inconforme con las críticas zapatistas suscitadas a partir del hecho: “Llegó la marcha, entregaron el agua y echaron su discurso (.) Cuando ya se retiraban los compañeros, se encontraron con el camino bloqueado con troncos y, cuando estaban quitándolos, empezó la balacera (.) Uno de los agredidos tiene una bala en la cabeza. Sí, ahí la tiene todavía. Un milímetro más a un lado o a otro y hubiera muerto. Es más, los médicos le dejaron la bala porque sólo intentar quitársela podía provocarle la muerte. Ahí anda el compa, con una bala en la cabeza. Pero, sabe qué, Don Fermín: esa bala no la dispararon los paramilitares del PRI o los comandos clandestinos del YUNQUE (o sea del PAN), sino los del PRD, los de un gobierno perredista (.) Los perredistas siguieron en el gobierno de Zinacantán, fueron candidatos por el PRD en la elección posterior, siguen en el Poder y fueron los primeros en formar una de las ‘redes ciudadanas’ de apoyo a AMLO”.
Según Marcos, la suspensión del agua y la posterior agresión fueron una reprimenda de las autoridades perredistas, luego de que los zapatistas negaron su respaldo al gobierno municipal. A partir de esa fecha, y hasta ahora, todo contacto entre las dirigencias nacionales del Partido de la Revolución Democrática y del EZLN quedó suspendido.