El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, podría firmar esta semana una nueva ley que incrementa el castigo a quienes sean detenidos por contrabandear drogas a través de la frontera sur mediante el uso de aviones ultraligeros.
La legislación está orientada a frenar el cada vez mayor uso por parte de narcotraficantes de aviones ligeros para eludir los radares de detención aérea y cruzar sus cargamentos de droga a territorio estadounidense.
La iniciativa, que fue presentada por la ex congresista demócrata de Arizona, Gabrielle Giffords, y aprobada la semana pasada en su último día como legisladora, cierra un hueco legal que aún impide acusar de contrabando a quienes usan este tipo de aeronaves, que son fabricadas con tubos de aluminio y telas.
Bajo las leyes actuales, los ultraligeros no están catalogados como aeronaves por parte de la Administración Federal de Aviación, lo que significa que no caen bajo las previsiones de contrabando aéreo establecidas por una ley federal de 1930.
Cualquier persona que sea detenida en la actualidad usando un avión ultraligero para contrabandear droga sólo puede ser acusada de posesión de droga, no de contrabando, lo que cambiará con la nueva ley.
En el año fiscal 2011, que concluyó el pasado 30 de septiembre, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza registró 233 incursiones de aviones ultraligeros a lo largo de toda la frontera entre Estados Unidos y México, el doble que en 2009.
Las autoridades estadounidenses temen que bajo esta modalidad se pudiera estar reactivando el tráfico aéreo de drogas a través de la frontera con México, clausurado prácticamente desde principios de la década de los años 80, ante la imposibilidad de hacerlo por la red de radares de vigilancia aérea.
Los ultraligeros suelen volar muy bajo a altas horas de la noche para dificultar su visibilidad.
Las aeronaves, que apenas alcanzan velocidades de 100 a 110 kilómetros por hora, están fabricadas con unos cuantos tubos de carbón o metal y sus alas están hechos de nylon. Su composición deja una nula o muy pequeña impresión en los radares.
Sin embargo, a pesar de su “fragilidad”, este tipo de aeronaves son capaces de transportar hasta 200 kilogramos de cocaína o marihuana.
Los ultraligeros pueden aterrizar en pequeños espacios para descargar las drogas o simplemente pueden arrojarlas desde el aire en algún punto acordado con anterioridad.
“Son mucho más difíciles de detectar, aún con los modernos equipos de radar”, dijo un vocero de Operaciones Aéreas y Marítimas de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza.
La dependencia está a cargo de la vigilancia aérea de la frontera con México, con el uso de una red de radares montados en globos aerostáticos diseñados para detectar aeronaves por debajo de los cinco mil pies de altura.
Los ultraligeros ofrecen a los traficantes de droga una alternativa barata para el cruce de drogas. Estas aeronaves utilizadas por entusiastas de la aviación pueden ser adquiridas por unos 20 mil dólares en múltiples lugares alrededor de Estados Unidos.
Los narcotraficantes se valen de este tipo de naves y de sistemas de posicionamiento global para cruzar la droga y arrojarla en un punto determinado del lado estadounidense, donde es recogida.
A las nuevas tácticas utilizadas por los traficantes, debe sumársele también el deterioro de la red de radares, que desde que se erigió se mantiene sin ser modernizada.
A principios de la década de 1980, Estados Unidos frenó drásticamente el tráfico aéreo de drogas, al construir una red de radares montados en globos aerostáticos para proteger todas sus fronteras contra el contrabando por esta vía aérea.
Los radares fueron diseñados para detectar aeronaves por debajo de los cinco mil pies de altura, dado que las naves que vuelen a una altura mayor son detectadas por los radares militares y los de la Administración Federal de Aviación (FAA).
De los 35 radares montados en globos aerostáticos, seis fueron ubicados en la frontera con México, en las comunidades de Yuma y Fort Huachuca, Arizona; Deming, Nuevo México, y en Marfa, Eagle Pass y Río Grande City, Texas.
Cuando están en operación, cada uno de estos radares cubre un área de unos 450 kilómetros de diámetro.
Los globos aerostáticos que sostienen a los radares en el aire requieren de constante mantenimiento, por lo que una tercera parte del tiempo permanecen en tierra sin cumplir la misión para la que han sido diseñados, y creando continuos “huecos” en la vigilancia aérea.
Estados Unidos planea subsanar esa deficiencia en su escudo de vigilancia aérea con el despliegue a mediano plazo de una serie de nuevos y gigantescos globos aerostáticos ubicados a unos 20 kilómetros de altura, dotados de radares capaces de monitorear un diámetro de más de mil kilómetros.
Los nuevos zeppelines tendrían la posibilidad de múltiples usos, principalmente de vigilancia para detectar el ingreso de aviones con cargamentos de droga o de misiles que pudieran representar una amenaza para la seguridad.
Ntx