Tijuana, Baja California. 5 AM. Martha sale de su casa en la madrugada. Todavía en la oscuridad hace fila para esperar el autobús y comenzar su travesía de 3 horas. Está lista para cruzar la frontera como hace todos los días.
Ella luce diferente a la mayoría de quienes van en el camión. No es una jornalera, ni lleva sombrero, no parece campesina. Es una estudiante estadounidense que vive en Tijuana, “TJ” como le dicen cariñosamente, para abatir los costos de vida del otro lado de la frontera. Les llaman “los transfronterizos”.
El diario The New York Times publica esta historia sobre jóvenes como ella y el problema del costo de vida en EU, que se ha vuelto más recurrente entre los preparatorianos.
Como ella, docenas de otros estudiantes de preparatoria hacen el mismo ritual a diario. Esperan, mezclados entre la larga fila de quienes a diario esperan cruzar en San Ysidro, uno de los puntos donde más gente pasa la frontera. A veces, hasta 16 mil por día.
Luego de cruzar la frontera, Martha aún tiene que tomar otro transporte para llegara a su preparatoria. Las clases comienzan a las 8 AM en punto y espera que el oficial de inmigración no tarde para poder llegar puntual a su escuela en el Distrito de Chula Vista.
The New York Times apunta que en el debate sobre migración que se está dando en el marco de las campañas electorales en EU, muchos concuerdan en fortalecer la frontera, pero a nivel local, el cruce de los transfronterizos se ha vuelto un tema alarmante.
El problema para las autoridades locales, es que estos jóvenes viven fuera del distrito escolar, por lo que deberían pagar la colegiatura que se les carga a quienes no viven en la zona y, por lo tanto, no pagan los impuestos que los residentes sí pagan.
Algunos de ellos son de padres estadounidenses, otros son de padres mexicanos.
Para muchos de estos “transfronterizos”, es común buscar quién les preste un comprobante de domicilio para poder ahorrarse la colegiatura que llega a ser de 8 mil dólares.
Cualquiera de estos “transfronterizos” que sea descubierto viviendo en México y estudiando en EU, puede ser expulsado inmediatamente de la escuela por no pagar la colegiatura.
El argumento de las autoridades es que “si vives fuera del distrito, no puedes pagar los impuestos que a diario pagan los que sí residen en el lugar”.
En Arizona, por ejemplo, la oficina de Educación local fue multada con 1.2 millones de dólares en mayo de 2010, por el costo de educar a 105 estudiantes transfronterizos que cruzaban desde México. Desde entonces se han vuelto más estrictos los controles para detectarlos.
Como la de Martha hay muchas más historias. Algunos se levantan a las 3 AM para comenzar su día. Otros, unos minutos más tarde gracias a que su madre se levanta a las 2 AM para apartar lugar en la fila de migración.
Para algunos de sus maestros pueden ser una plaga; para otros, son dignos de admiración. Cuando Martha llega unos minutos tarde a su clase, su maestro de historia la deja pasar sin problema porque sabe su situación. Con otros es mejor que no se enteren porque podrían acusarlos y serían expulsados.
Quedarse dormido por la travesía y por las pocas horas de sueño también es un problema: “Aunque hay algunos maestros que se enojan muchísimo, sabes que son la clase de maestros a la que no les cuentas que eres transfronterizo”, cuenta Martha.
Algunos consejeros escolares aprecian mucho a estos estudiantes y creen que en su momento se volverán líderes, pues “saben exactamente qué quieren y cómo lo quieren… no es el tipo de persona que termina trabajando en un Jack in the Box, sino son gente que busca y encuentra”.