El diario neoyorquino The Wall Street Journal, publica que a 18 años de su muerte, Pablo Escobar es una atracción turística más en la ciudad de Medellín. El diario recuerda que así como Londres tenía a Jack el destripador y Chicago a Al Capone, esta ciudad industrial colombiana tuvo a su propio criminal de talla mundial: Pablo Escobar.
Al momento de caer abatido por la Policía Nacional en 1993, Escobar era el criminal más famoso del mundo. Hizo explotar un avión civil, bombardeó el ministerio de Seguridad del gobierno, asesinó a por lo menos un candidato presidencial y libró una guerra contra el Estado que terminó con las vidas de miles de personas, incluyendo decenas de jueces y cientos de policías.
Sin embargo, ahora Escobar se ha convertido en una atracción turística pues guías turísticos en esta ciudad ofrecen llevar a los transeúntes “a los lugares donde vivió y murió.” Además uno podría “sentarse en la auténtica motocicleta que Pablo usó por primera vez para traficar droga.”
El año pasado, dos empresas turísticas rivales comenzaron a ofrecer tours temáticos sobre Pablo Escobar y en septiembre salió una campaña publicitaria que ha convertido estos paseos en la excursión más solicitada de Medellín.
El tour de cuatro horas cuesta 30 dólares y lleva a los interesados a la tumba de Escobar, la casa donde fue asesinado a tiros por la policía y a una casa en las colinas donde vivió antes de su muerte. Allí los visitantes conocen a Roberto Escobar, el hermano mayor de Pablo.
Sin embargo, a Colombia y Medellín, que han trabajado duro para reducir la violencia y dejar atrás su imagen de una nación de narcotraficantes, el tour no les ha simpatizado. Según el gobierno, Colombia atrae a unos dos 2 millones de visitantes al año, un salto de 54% en comparación con 2006. La actual campaña turística nacional dice que el único “peligro” de visitar es enamorarse del país y no querer marcharse.
“Sabíamos que de entrada no podíamos prohibir los tours”, dice la subsecretaria de turismo de Medellín, Madeleine Torres. “Sin embargo, temíamos que los paseos promocionen precisamente aquello de lo que estamos tratando de alejarnos, la conexión que tan a menudo hace la gente entre Colombia y la cocaína”, añade.
Torres envió a algunos de sus empleados de incógnito para que participaran en los tours junto con los turistas extranjeros. “Queríamos constatar lo que los guías les contaban a los visitantes”, señala. Sus espías quedaron satisfechos: en general describen al capo de la droga como un despiadado asesino.