Los países de América Latina han crecido de manera sostenida desde 2003 y, a pesar de las crisis globales, las economías de la región se han mantenido fuertes y con buenas demandas internas y externas. Con ese escenario, los países de la región –México incluido– tienen las condiciones económicas para poner en marcha en 2012 políticas públicas orientadas al desarrollo de largo plazo.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE) lanzó esta recomendación en el estudio Perspectivas Económicas de América Latina 2012 que, en suma, llama a diseñar e implementar mejores políticas para transitar hacia un desarrollo de largo plazo más inclusivo y sostenible.
“La clave es una mayor eficiencia en la administración pública”, afirma el economista para el Centro de Desarrollo de la OCDE, Christian Daude. “Los estados tienen que resolver algunas restricciones y problemas estructurales que limitan a las economías de la región en sus posibilidades de alcanzar sus objetivos de desarrollo”.
¿Cuáles son los rubros prioritarios para contribuir al incremento de la competitividad? La OCDE identifica a la educación, la infraestructura y la innovación; sin embargo, recomienda ir más allá de la simple administración de recursos y aconseja identificar las áreas de acción. En cada uno de ellos.
En la educación, por ejemplo, no basta tener una cobertura amplia y un gasto que mejore de manera sostenida, como ha ocurrido en México. El país aún se enfrenta a una baja calidad educativa y a un acceso desigual.
“México ha hecho muy grandes avances en la cobertura”, apunta Daude. “Pero con la expansión en la cobertura, los sistemas sufren más el tema de la calidad. Ese tema aparece en este y en otros países de la región”.
Como síntoma de la situación que enfrenta América Latina en la educación, la OCDE ofrece las siguientes cifras: los estudiantes de América Latina tienen un desempeño inferior al de sus pares de la OCDE en las pruebas internacionales como PISA. En lectura, más de 48% de los estudiantes no logra alcanzar los niveles mínimos aceptables; mientras que el promedio de la OCDE es sólo de 19%.
Otro indicador es que en México, Argentina y Panamá, la brecha de desempeño entre escuelas urbanas y rurales supera los 45 puntos; lo que equivale a una diferencia cognitiva de más de un año de educación.
“Todo esto se traduce en que en algunos mercados de trabajo faltan ciertas capacidades y se hace difícil avanzar en la cadena de valor, pues la educación y la innovación van de la mano”, agrega el economista de la OCDE.
La infraestructura, un cuello de botella
Junto con la educación, la OCDE considera que las brechas en el acceso a internet de banda ancha son un importante obstáculo para que haya un crecimiento sostenido, competitividad y equidad en la región.
“La región no sólo necesita invertir más para cerrar este déficit, sino invertir mejor”, dice Daude, pues la brecha entre América Latina y países de la OCDE en el acceso a banda ancha fija pasó de 1% en 2000 a 17% en 2009. En lo referente a banda ancha móvil, los números fueron de 5% en 2005 a 44% en 2009.
Si hay un país donde la OCDE reconoce las dificultades para avanzar en infraestructura es México.
“La brecha en este país es muy grande y está relacionada con cómo se regula el mercado de las telecomunicaciones. Nuestros colegas en el país nos han señalado la necesidad de mayor competencia y, si la hubiera, tal vez México tendría mejor acceso a estos servicios”.
Para este sector, la OCDE recomienda a los gobiernos “establecer mecanismos e incentivos a las inversiones deseables desde el punto de vista social en zonas donde el servicio no sea rentable”. Para ello, dice el organismo, es fundamental la actuación de agencias de regulación.
En lo que concierne a la innovación, la OCDE recomienda la generación de políticas enfocadas a su fortalecimiento y un mayor apoyo financiero.
En ese sentido, el organismo aplaude que en México, como en Brasil y Argentina, se busque una sincronización entre el desarrollo productivo y la innovación y pone énfasis en la necesidad de superar la tendencia a asignar recursos con base en evaluaciones, diseñar políticas enfocadas en resultados (como el crecimiento de empresas exportadoras, el número de doctorados empleados en el sector productivo o la introducción de nuevos procesos) más que en los “insumos” (gasto en investigación y desarrollo o el número de estudiantes de doctorado, por citar algunos ejemplos).
¿Es posible cumplir estas recomendaciones en un año electoral?
Si en México es complejo cambiar la forma en que se asignan los recursos; orientarlos hacia los resultados más que hacia los insumos parece aún más complicado en el ocaso de un sexenio. Por fortuna para el país, los riesgos de no atender estas recomendaciones no son abruptos.
“Para que las políticas de desarrollo maduren toma más de cinco años si uno quiere tener buenos resultados en materia de educación, infraestructura e innovación”, dice Christian Daude. “Sabemos que un año electoral es complicado para introducir reformas; pero de lo que la OCDE habla es de cambios que sean de tal índole que trasciendan un periodo de Gobierno”.
A pesar de este matiz, el organismo subraya que si no ocurre un cambio en la estructura de México, va a ser muy difícil que crezca a la par del promedio de América Latina (4.1%) si a eso le agregamos el complicado contexto económico internacional.
Una recomendación extra es que exista una mayor coordinación dentro del sector público; es decir, una sinergia entre las Secretarías para que las distintas obras públicas interactúen con otras y se coordinen. Para esto, dice el experto de la OCDE, no se necesita una burocracia más grande, sino una burocracia mejor organizada.
“Estos puntos –agrega Daude–, deben ir acompañados por instituciones más fuertes, mayor transparencia y mayor involucramiento de los ciudadanos. Todas esas cuestiones son parte de la maquinaria que ayudará a hacer políticas públicas mucho más efectivas”.