La Jornada publica hoy que en la fachada del penal de Chiconautla, en Ecatepec, estado de México, cuelgan letreros en los que se lee: Todos los servicios son gratuitos
. Dentro ocurre exactamente lo contrario: se paga por todo y grupos de internos se encargan de hacerlo efectivo. Esta cárcel se construyó para recluir a 958 prisioneros, pero son casi 3 mil, entre ellos 33 mujeres.
Los internos consideran que estar allí es como vivir en el infierno
, porque ni el pago de lo que llaman rentas evita que estén con otros 50 reos en celdas construidas para ocho. Entregan dinero por ser de los privilegiados que duermen en cama de cemento o en tablas o empequeñecidos al lado de las cataratas, el hueco donde debía estar el retrete, o junto a los tubos de las regaderas que no existen. Si “no semochan”, son enviados a galeras, como La 13, en la que conviven más de cien internos y cada centímetro está en disputa.
La Jornada logró ingresar hasta el patio de procesados, que lo mismo sirve de cancha de basquetbol que de tendedero, de zona de acondicionamiento físico que de comedor los días de visita. Se recogieron testimonios de internos que describieron cómo viven en sus celdas, las rentas, así como el costo que tiene desde una cubeta de agua para bañarse hasta el lavado de los uniformes. En la cárcel administrada por el gobierno del estado de México, y cuyo nombre oficial es Centro de Readaptación Social Sergio García Ramírez, este diario fue testigo de un día de visita familiar. Ingresar a Chiconautla en un día normal, es decir, sin presencia de funcionarios de la Contraloría mexiquense, resulta sencillo: se puede visitar a cualquier interno con sólo obtener el pase correspondiente entregando una credencial de elector.
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