“La palabra hace la vida. Cuando nombramos algo, lo creamos, y si no lo pudiéramos nombrar, no sería nada… Y también la palabra mata: con ella puedes incluso destruir a un ser humano…
“Pero hay momentos –dice el ciudadano cuyo grito “¡Estamos hasta la madre!” transformara en representante del clamor civil contra la violencia y la impunidad–, en los que es preciso usar una ‘mala palabra’, ser duros, aunque sin volvernos nunca criminales de la palabra…
“Y es que en el poder de la lengua –cita el hombre de fe, retomando el Eclesiastés–, están la vida y la muerte, y del uso que de ella se haga, tal será el fruto…
“Es por eso que a la palabra ‘maldad’ no se le puede oponer la palabra ‘violencia’: cuando se confunde la maldad con el hombre, se mata al hombre pero no a la maldad; para llevar a la luz a quienes están en la oscuridad, lo que se debe golpear es sus conciencias.” Y eso es lo que este mexicano de 55 años, uno de los miles que han perdido un familiar en la llamada “Guerra contra el crimen organizado” del gobierno federal, se propone hacer.
Lo que dice el silencio
Cada mañana, Javier Sicilia desayuna dos poemas al despertar, por ahora versos de su amigo y colega Fabio Morábito, y a lo largo del día (en los pocos momentos que le deja su nueva agenda como promotor del pacto ciudadano que él denomina los Seis Puntos, va dando mordidas al quinto tomo de la biografía que escribiera Joseph Frank de Fiodor Dostoievsky.
“También me acompaña el Evangelio –aclara sonriente–, soy católico y de ahí viene mi profunda relación con la palabra, porque mi tradición religiosa habla que el mundo y su belleza se hicieron por la palabra de Dios, que luego encarnó en un hombre llamado Jesús. Esa palabra viva fue después asesinada, un viernes, por los poderes de ocupación, para luego volver a la vida eterna… Y a mi hijo, que para mí era palabra encarnada, también lo mataron un viernes, desgarraron sus pulmones por medio de la asfixia, y es por eso que el pasado Viernes Santo yo entré en el silencio y anuncié que dejaría de escribir poesía.”
Pero ese silencio, reconoce, ha sido para algunos difícil de entender.
“Dejar de escribir no es una protesta –dice el autor de una decena de poemarios, publicados a lo largo de los últimos 30 años–, eso se ha malentendido. Mi silencio se trata de algo más profundo: es una meditación, es un estar recogido, aguardando, porque aunque yo sé que mi hijo está en la resurrección del Padre, yo aguardo una resurrección aquí: La resurrección del país, que la violencia y la corrupción han deshecho, y mientras eso no suceda el poeta seguirá en silencio“.
Plática de hijo a padre
“Mi hijo Juan Francisco tenía 24 años cuando fue asesinado –dice el poeta en voz baja–, era un muchacho muy consciente, que tenía sus críticas sobre lo que ocurre en el país y que quería hacer su vida como cualquier ciudadano; aunque se recibía en junio próximo, ya estaba trabajando en el cuerpo administrativo de una clínica de enfermedades cardiacas de Cuernavaca. Y era un gran deportista, que pudo ser profesional de no haber sido por un problema que tuvo en las rodillas… un muchacho muy agradable, simpático, muy solidario, que quería mucho a sus amigos.”
De una maltrecha cajetilla de Delicados, Sicilia va tomando aliento para trae a la superficie el dolor que por dentro le inunda.
“En una de las últimas pláticas que tuvimos –recuerda–, yo le decía: ‘Hijo, cuídate, no salgas mucho en la noche’. Pero él me respondió: ‘Papá, a nosotros no nos van a instaurar el miedo’. Y tenía razón.
“Por eso, yo comprendo la indignación de la gente, si alguien está indignado soy yo, pues la muerte de un hijo produce una rabia y un coraje inmensos, pero debemos aprender a transformar eso en dignidad. Tenemos que darles a los criminales y a los corruptos una lección de dignidad, no de lo mismo que hacen ellos. Y la dignidad quiere decir respetar al otro, sin importar quién sea, pero también contar con la fuerza necesaria para hacerlo cambiar, con la fuerza para decirle una verdad, pero no para insultarlo.
–¿Cuál es esa verdad, que hoy debe ser dicha?
–Esa verdad es que cuando un hombre no es digno de su palabra –afirma, parafraseando a Ezra Pound–, o la palabra no vale nada o el hombre no vale nada… Y en México, los políticos han demostrado no saber cuál es el significado de cumplir su palabra, su compromiso de trabajar al lado de la ciudadanía; por eso no valen nada… Y de los delincuentes, qué se puede decir: ellos ni palabra para empeñar tienen.”
–Y, en ese escenario, ¿cuáles son las opciones que le restan al país?
La respuesta viene en automático, aunque no se trata de una ocurrencia de ninguna índole, sino de un plan bien trazado y en marcha.
–Debemos refundar a la nación.
Plan de acción
El próximo 4 de junio, de Cuernavaca saldrá una caravana de protesta encabezada por Sicilia, agrupaciones sociales y familias víctimas de la violencia generada por la guerra entre el gobierno y el crimen organizado, cuyo punto culminante será un gran encuentro civil en Ciudad Juárez, Chihuahua, una de las zonas “más adoloridas del país, a causa de esta situación”.
“Vamos a atravesar México, recorriendo la ruta del horror, para llegar hasta Ciudad Juárez y ahí entablar un gran pacto ciudadano para refundar al país, con base en el Acuerdo de los Seis Puntos.
– ¿Ese será el resultado concreto de las actividades que se tiene planeadas para los días 9 y 10 de junio en Juárez?
– Sí. Y luego de que ese pacto de refundación se presente, vendremos a Cuernavaca y a la Ciudad de México, para decirle a las autoridades que la ciudadanía se puso de acuerdo en herramientas legales para obligar a las autoridades a cumplir su función, herramientas tales como la revocación de mandato, plebiscito, que se contabilice y haga efectivo el voto blanco, que se quiten los fueros, etcétera.
–Y, ¿qué va a pasar si la clase política no responde en ese sentido?
–Si no lo hacen, se las vamos a cobrar: si no nos dan las herramientas legales para obligarlos a servir a los intereses de la sociedad, y no a los privados y personales que vienen sirviendo desde hace décadas, pues posiblemente pueda echarse mano de herramientas legítimas, como la desobediencia civil.
Y para dimensionar los alcances que una movilización de ese tipo podría alcanzar, el poeta pasa revista a los distintos grupos que en torno a la reclamo de una profunda reestructuración de las instituciones se han coaligado: “Aquí estamos todos, los empresarios, los trabajadores, la izquierda y la derecha, los zapatistas, los indígenas, Atenco, líderes civiles como Alejandro Martí y la señora Isabel Miranda, en fin… quien quiera creer que esto se v a a acabar después de Juárez, se equivoca, empezó en Cuernavaca y va para largo”.