Entre México y Canadá no media únicamente una estrecha relación comercial (que tiene a aquel país como el segundo mayor inversionista en suelo mexicano, sólo detrás de Estados Unidos), sino que ambas naciones también comparten una serie de retos vinculados con la vida democrática, ante los cuales, concluyen académicos de los dos países, las estrategias han sido diametralmente opuestas, así como los resultados obtenidos.
“En materia de democracia –afirma en entrevista el doctor Manuel Guerrero , nuevo titular del área de Comunicación de la Universidad Iberoaméricana y coordinador del libro Medios de comunicación y democracia, perspectivas desde México y Canadá, editado a principios de mes por dicha casa de estudios, con aportes de investigadores de ambas naciones–, los mexicanos podríamos aprender algunas lecciones positivas de los canadienses, efectivamente, pero ellos también pueden aprender algunas más, a partir de lo que aquí se está haciendo mal.”
Lección 1.- A mejor propaganda, mejores electores
A diferencia de México, donde hace sólo tres años la imposición de reglas para la contratación y difusión de mensajes político-electorales en los medios de comunicación fue ampliamente combatida por la iniciativa privada (aunque sin resultados favorables), en Canadá existe “desde hace décadas” un consolidado modelo de difusión con perfil de servicio público, “gracias al cual ya no está a discusión el valor que tiene la equidad en una contienda electoral –subraya el doctor Guerrero–. Por eso, la experiencia de Canadá en materia de propaganda puede resultar un faro para México”.
Al desarrollar este punto, en su contribución para el libro editado por la Ibero, el investigador Paul W. Nesbitt-Larking explica que en Canadá existe una “propensión de los medios a privilegiar las cualidades de liderazgo en las campañas electorales”, además de que “los anuncios transmitidos tienden a ser partidistas, a centrarse en temas de debate público y a tener menos contenidos negativos que busquen el ataque personal”.
La consecuencia directa de esta práctica, destaca el experto en ciencia política, teología, arte, educación, ciencias y filosofía, con títulos de las universidades de Londres, Bradford, Kent y Carleton, es que “en Canadá el votante promedio expresa su apoyo a los líderes más por su postura sobre ciertos temas que por sus características personales”.
En contraparte, afirma a su vez el doctor Carlos Manuel Rodríguez Arechavaleta , uno de los académicos nacionales que participaron en la publicación de la Ibero, en México existe una “marcada limitación a la calidad de la información política”, provocada por la “estrecha relación entre estructuras políticas y mediáticas y la actual configuración oligárquica de la estructura de propiedad de los medios, que generan subordinación y colusión entre los políticos, los medios y los periodistas”.
Aquí, afirma el especialista en Investigación en Ciencias Sociales, los medios tradicionales son “subordinados más que autónomos, pasivos más que asertivos y reproductores de las voces y mensajes del régimen más que de la diversidad de perspectivas”.
Lo que esto arroja, concluye, es que, a falta de “influencias informativas racionales”, la mayoría de los electores mexicanos termina decidiendo su voto no en función de plataformas políticas, sino de ganchos tales como “elementos visuales, caricaturescos, simplistas y cargados de mensajes emotivos”.
Lección 2.- A mayor información, más participación
En Canadá, como en el resto del mundo, la participación en procesos electorales va en descenso; de hecho, el número de personas que emitieron su voto pasó de 75% en 1988 a 58% en 2008, razón por la cual desde hace al menos 15 años las autoridades de aquel país mantienen una estrategia permanente de promoción del sufragio, que aprovecha los tiempos oficiales en medios electrónicos, así como el presupuesto para difusión, con “una orientación claramente formativa, preventiva y social”, afirma el doctor Manuel Guerrero, en contraste con los usos que se da en México a la comunicación gubernamental.
Al respecto, comentan los expertos Michael Howlett , Jonathan Craft y Lindsay Zibrik en el libro Medios de comunicación y democracia, “las campañas para promover la participación cívica en Canadá se orientan a alcanzar al ciudadano que potencialmente no vota: la población indígena, los jóvenes y los grupos con necesidades especiales”, a través de estrategias que no concentran la inversión pública únicamente en la televisión, sino que también aprovechan la radio, la prensa (incluida la de gran tiraje, los periódicos regionales en lenguas indígenas, así como publicaciones estudiantiles) y más recientemente internet, particularmente en portales con contenidos juveniles y noticiosos.
Además, destacan los académicos extranjeros, se cuenta con la camapaña Snowbirds, que dirige sus mensajes a la población canadiense que viaja a zonas cálidas de Estados Unidos durante el invierno, así como con el sistema de información electoral que se difunde a través del servicio postal tradicional.
Para incentivar concretamente al electorado indígena, concluyen, las autoridades canadienses han patrocinado series de televisión y programas que versan sobre problemáticas regionales, producidas con la colaboración directa de los pueblos originarios; además de que se impulsa la participación juvenil a través de un concurso de realización de anuncios electorales de televisión ideados por estudiantes, y también se cuenta con un amplio calendario de simulacros de elección en planteles educativos.
Campaña canadiense de promoción del voto entre jóvenes
Mientras tanto, subraya Guerrero, “en México seguimos viendo cómo mañosamente el gasto gubernamental en medios no se emplea para promover la participación cívica y electoral, sino que se va en promover la imagen de los gobernantes, así como en entrevistas arregladas y en infomerciales, a pesar de que contamos con disposiciones constitucionales que claramente lo prohíben”.
– ¿En ese caso incurre, por ejemplo, el Ejecutivo federal, con los promocionales que atribuyen los logros oficiales al “presidente de la República” y que, sin mencionar a Felipe Calderón, personalizan la acción de la autoridad?
– Efectivamente –responde el coordinador del área de Comunicación de la Ibero–. Nuestra democracia no es todavía suficientemente sólida para evitar que estas cosas se den, mientras que en Canadá se tiene perfectamente establecido cómo se debe gastar el dinero público al dar los mensajes oficiales, así como cuál debe ser la naturaleza y el contenido de tales mensajes”.
Por ello, asegura, “el reto más importante para la ciudadanía mexicana es la apropiación crítica de los nuevos medios de comunicación, ya que las redes sociales están permitiendo una comunicación mucho más directa; el reto es que la gente realmente se apropie de esos medios, como mecanismos de construcción de diálogo, no estoy tan convencido de que ahorita lo sean, son espacios de difusión de posiciones, de presentación de opiniones, sentimientos y estados de ánimo, pero no necesariamente son espacios para el diálogo entre ciudadanos y autoridades, y con el cual se lograrían dos cosas: que los políticos ejerzan su labor con responsabilidad y que rindan cuentas.
Spot del gobierno federal, que alude al “Presidente de la República”
3.- A menor regulación, menor pluralidad
Las lecciones sobre democracia, sin embargo, no sólo pueden provenir de Canadá, afirma el doctor Guerrero, dado que México también es capaz de impartir cátedra sobre un aspecto: lo que no se debe hacer.
“Nosotros podríamos aprender algunas lecciones positivas de los canadienses, efectivamente, pero ellos también pueden aprender de lo que aquí se está haciendo mal, para contener particularmente un fenómeno negativo que comienzan verse en aquel país y que en el nuestro está bastante desarrollado: la concentración de los medios de comunicación.”
Desde 1990, destaca Kelly Blidook , otro de los académicas que participó en la publicación, también patrocinada por la embajada de Canadá y por la UNESCO, en aquel país inició un proceso de desregulación de los medios que ha incentivado las fusiones corporativas y, con esto, que disminuya la oferta y la diversidad de contenidos.
Pero no es el único campo afectado, advierte la investigadora: “Otra consecuencia de la disminución de las fuentes confiables de noticias y de opiniones informadas es una menor claridad en la tradicional brecha ideológica que definió a la cultura canadiense por décadas: de un lado el comunitarismo y por el otro el individualismo”, situación que aleja aún más a los votantes de las urnas.
Por ello, remata el doctor Guerrero, “en el presente mexicano Canadá podría ver su futuro, ya que el proceso de acumulación de medios por parte de un sector muy reducido de la sociedad con amplios intereses económicos de grupo, así como la desregulación salvaje que deja al Estado en una postura de debilidad ante los grandes consorcios, son factores que han comenzado a darse en aquel país, que afectan diversas áreas de la vida política y democrática de una nación, y que en México han provocado que los grandes jugadores tomen ventaja en detrimento del beneficio colectivo, incurriendo en lo que podría definirse como una ‘captura’ del Estado y de los intereses generales de la sociedad. Ése es un futuro que para los canadienses no sería conveniente.”