Desde los seis años, los hermanos González aprendieron a hacer ladrillos, observando cómo su padre trabajaba desde el amanecer hasta el anochecer.
Hace tres años, los tres, treintones o cuarentones, dejaron ese trabajo agotador diciendo que se les había presentado una oportunidad laboral mucho mejor en el exterior.
Ahora, José Regino, Luis Alfonso y Simón González están siendo juzgados en Malasia por trabajar en un laboratorio en el que la policía halló metanfetaminas por valor de 15 millones de dólares. De ser hallados culpables, serían condenados automáticamente a morir ahorcados.
El caso hace que surja el fantasma de una conexión entre el estado de donde son oriundos, Sinaloa, cuna del narcotráfico en México, y un país lejano que es un centro regional de producción de metanfetaminas. Si bien las autoridades dicen que no hay pruebas concretas que vinculen al cártel de Sinaloa con la producción de metanfetaminas en Asia, nadie se sorprendería si ese lazo existiera.
“Si uno observa las tendencias, verá que estas organizaciones se están dispersando“, comentó un agente de los servicios policiales estadounidenses asignado a México que pidió no ser identificado por razones de seguridad. “Aparecen por todos lados”.
Los hermanos informaron de su arresto en lo que sus familiares pensaron era una llamada para felicitar a un pariente que cumplía años.
La familia no cabía en su asombro y debió buscar en un mapa dónde se encontraba Malasia. Asegura que los hermanos son inocentes.
“Si me hubieran dicho que fuera, no habría ido”, declaró un hermano, Ismael, mientras empujaba una carretilla llena de ladrillos, con los pies enterrados en el barro. “Creo que no tenían idea de en lo que se estaban metiendo“.
Malasia se ha convertido en un centro regional de producción de metanfetaminas, según un informe del Departamento de Estado estadounidense del 2011. La mayoría de los laboratorios son financiados por traficantes de Singapur, China, Taiwán, Tailandia e Irán.
Los cárteles mexicanos están relacionados desde hace tiempo con pandillas asiáticas que les suministran los químicos precursores de las metanfetaminas, pero no se sabía que estuvieran involucrados en la producción en esa parte del mundo. Las autoridades estadounidenses, no obstante, sospechan que el cártel de Sinaloa podría estar tratando de meterse en el mercado asiático.
Si bien los hermanos González no tienen antecedentes delictivos, las autoridades estadounidenses dicen que no es inusual que los cárteles recluten gente sin experiencia para operaciones de este tipo.
“Con frecuencia, la gente dispuesta a correr este tipo de riesgos, es gente desesperada“, manifestó el agente estadounidense. “No hay que ser un genio para fabricar metanfetaminas. Cuando te han dicho cómo se hace, es como seguir una receta de cocina”.
La policía malaya dice que los hermanos fueron arrestados en marzo del 2008 en un laboratorio ubicado en una zona remota. Se confiscaron 29 kilos de metanfetaminas, con un valor de 15 millones de dólares.
La Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) dijo que otros tres mexicanos fueron arrestados en Malasia en la misma época, acusados de actividades relacionadas con las drogas, y fueron excarcelados en el 2010. La dependencia se negó a ofrecer más detalles.
Un abogado de los hermanos González, Kitson Foong, dijo que fueron arrestados en las afueras de la fábrica y que no estuvieron involucrados con lo que sucedía adentro. No dijo qué hacían los hermanos en Malasia.
“No son culpables. No son traficantes de drogas”, aseguró.
El fiscal de Malasia, Umar Saifuddin Jaafar, sin embargo, dice que los hermanos fueron arrestados adentro del laboratorio. Indicó que no sabía que eran oriundos de un estado donde abunda el narcotráfico, pero que “conocían los procedimientos, el equipo”.
“Sabían lo que hacían. Operaban en un medio muy hermético. Parecen ser expertos”, afirmó Jaafar.
Parientes y vecinos dicen que no percibieron indicio alguno de que los hermanos fueran o aspiraran a ser parte del ostentoso mundo de los capos del cártel de Sinaloa, quienes viven en mansiones con vehículos Jaguar estacionados frente a sus casas y entierran a sus muertos en llamativos mausoleos, con escaleras en espiral y balcones.
Su padre, Héctor González, comenzó a fabricar ladrillos en el patio de su casa en la década de 1960 y le enseñó el oficio a todos sus hijos. La mayoría sigue trabajando allí bajo un sol abrasador, inclinados sobre un molde que produce cuatro ladrillos a la vez. Fabrican más de mil ladrillos diarios cada uno, los cuales cocinan en hornos.
En un buen día, los hermanos ganaban el equivalente a unos 25 dólares. Simón se dislocó tres discos de la columna vertebral hace algunos años y un médico le dijo que no debía seguir haciendo ese trabajo.
“Pero siguió trabajando”, expresó su hermana Alejandrina. “Es lo único que se puede hacer aquí, lo único que mi padre les enseñó desde que eran pequeños”.
Relató que dos hombres con los que jugaban al futbol y al basquetbol les hablaron de una oportunidad de trabajar afuera y se fueron con ellos.
“No nos dijeron a dónde iban. Sólo que iban a probar suerte en otro trabajo”, expresó.
Cuando llamaron en marzo del 2008, la familia recaudó dinero, sacando préstamos, y envió a Alejandrina y a una amiga a Malasia. La mujer vio a sus hermanos por primera vez en los tribunales, encadenados, junto con otros reos acusados de distintos delitos. Se sorprendieron de verla y le aseguraron que no habían ido allí a fabricar drogas.
Foong sostiene que la policía manejó mal el caso desde el arranque. Dice que perdieron dos tercios de la droga confiscada y que en algún momento prepararon un informe diciendo que había sido robada. Que los cuatro policías fueron detenidos tras ser filmados robándose parte de la droga en una sede policial.
El fiscal Jaafar afirma que los cuatro agentes fueron investigados a fines del 2008 bajo sospecha de que se habían robado unos cinco kilos de la droga, pero insistió en que eso no afecta los cargos contra los hermanos González porque la droga había sido examinada por químicos de la policía, quienes habían preparado un informe.
Foong dijo que los hermanos estaban abrumados por los procedimientos en idioma malasio y que la embajada mexicana en Kuala Lumpur les iba a suministrar traductores durante el juicio. La Secretaría de Relaciones Exteriores aseguró que funcionarios consulares han visitado varias veces a los hermanos.
De ser hallados culpables, los hermanos tendrán a su disposición dos instancias de apelación, por lo que el proceso podría demorarse alrededor de un año.
En la vieja habitación de Simón hay tres fotografías de su hija Bianca. La niña tiene hoy seis años y empezó a ir a la escuela primaria, pero su madre, Brenda, dice que la pequeña tiene pesadillas y no quiere aprender a leer ni escribir.
“Dice que no estudiará hasta que vuelva su padre“, declaró. “Le digo que debe aprender pronto para poder escribirle”.