La lucha contra la obesidad infantil en Estados Unidos tiene como aliadas nada menos que a las empresas refresqueras, cuyas bebidas, según estudios científicos, coadyuvan al fenómeno de la obesidad.
De manera voluntaria, las principales refresqueras, como Coca Cola, Pepsico y Dr Pepper Snapple, desde hace cinco años dejaron de vender sus refrescos con alto contenido calórico, a través de las máquinas en las escuelas primarias y secundarias de EU.
Los últimos 30 años la incidencia de obesidad entre niños y adolescentes se triplicó en ese país. Según el Departamento de Salud de Estados Unidos una de cada tres personas entre 2 y 19 años padece obesidad o sobrepeso.
Desde 2006, la Asociación Americana de Bebidas, que agrupa a las principales refresqueras, se sumó voluntariamente a las directrices del programa Escuelas Saludables, diseñado por la Alianza para una Generación Saludable, asociación civil que busca abatir la obesidad y el sobrepeso infantil en EU.
“Las empresas dicen que el problema es multifactorial pero existen pruebas científicas de que el consumo de azúcares de los refrescos está ligado a la obesidad infantil. Es una de sus causas”, dice Jessica Donze Black, directiva de la Alianza para una Generación Más Saludable.
Para 2010 participaban ya 135 mil planteles escolares, el 98% del total de escuelas primarias y secundarias estadounidenses, donde las máquinas expendedoras de bebidas cambiaron los refrescos por botellas de 250 mililitros de agua simple o de sabor, jugos, bebidas de dieta, e incluso leche en las primarias.
“Era importante para la industria seguir la guía de bebidas y así hacer nuestra parte para ayudar a reducir la obesidad infantil. Reconocemos que las escuelas son lugares especiales donde los padres quieren tener mayor control de lo que sus hijos consumen.” dice Susan Neely presidenta de la Asociación Americana de Bebidas.
Desde que se implementó el programa, los niños y jóvenes han reducido en 88% el consumo de calorías que tenían de los refrescos, gracias a que las firmas de refresco han dejado de distribuir 95% de su oferta de gaseosas en las escuelas, donde pasan la mayor parte del tiempo y tienen fácil acceso a bebidas gracias a las máquinas expendedoras que inundaron las escuelas en la última década.
Al principio, los estudiantes se resistieron, pero al no haber otra opción, terminaron por adaptarse a beber agua o bebidas bajas en calorías. “Los estudiantes rechazaban el cambio, pero se terminaron adaptando a las únicas opciones disponibles”, dice Dapne Walker, enfermera de la secundaria Edna Karr en Louisiana, testimonio recabado por la Alianza.
Mientras en Estados Unidos, las refresqueras empezaron en 2006 a cambiar voluntariamente su oferta al interior de las escuelas, sus filiales en México no siguieron el mismo ejemplo. El retiro de sus gaseosas de las primarias fue empujada por el gobierno federal, después de años de resistencia.
Según la asociación El Poder del Consumidor, de 2006 a 2009 hubo al menos 76 iniciativas en el congreso legislativo para regular en las escuelas la venta de comida chatarra, o al menos agregar una etiqueta de advertencia de los riesgos para la salud, pero fueron frenadas por el cabildeo de empresas refresqueras y de alimentos.
En 2010 el gobierno federal emitió los Lineamientos Generales para el Expendio de Alimentos y Bebidas en las escuelas, cuya aplicación es obligatoria a partir de este año y que entre otras cosas, obliga a las refresqueras a dejar de vender sus bebidas carbonatadas altas en calorías.
El secretario de Salud federal, José Córdova Villalobos ha dicho en distintos momentos que con este programa, para el 2012 se revertirá la tasa de sobrepeso en los niños de 2 a 5 años; mientras que se detendrá la tendencia ascendente entre los niños y adolescentes de 5 a 19 años.
Sin embargo, la experiencia estadounidense hace pensar que los pronósticos del secretario de Salud son poco realistas y tomará más tiempo alcanzar esas metas de lo que calculan las autoridades mexicanas, porque después de 4 años de haber suspendido la venta de refrescos en las escuelas, solo se ha frenado el aumento de la tasa de sobrepeso y obesidad, pero aún no se ha revertido.
“Hasta ahora no hemos visto una reducción de la obesidad, pero los números ya no están incrementando”, dice Jessica Donze Black, directiva de la Alianza.
Pero no sólo está cambiando el hábito de consumo de bebidas entre los estudiantes estadounidenses, porque desde 2007 la Alianza, que respaldan la Fundación Clinton y la Asociación Estadounidense del Corazón, incorporó a su estrategia a unas 40 empresas productoras de botanas, golosinas y comida rápida que se sujetan a lineamientos para no vender en las escuelas productos que contribuyan a la obesidad.
Aun así, la meta que desde un principio se fijó la Alianza fue conservadora, 10 años tardarían en ver una reducción en la epidemia, hasta 2015 se verá un descenso en las cifras.
México es sin duda un mercado atractivo para las refresqueras. El consumo per cápita anual de refrescos Coca Cola es de 436 unidades de 240 mililitros, sólo vendidos por Femsa, el mayor embotellador de la firma en América Latina. Eso duplica lo que toman los brasileños y es casi tres veces lo que ingieren guatemaltecos, nicaragüenses, costarricenses y panameños.
Según la agencia de investigación de mercados Euromonitor, México es el segundo mayor consumidor de bebidas carbonatadas a nivel mundial.