Home
>
Tres años de la ruptura<br>López Obrador-Ortega
Tres años de la ruptura<br>López Obrador-Ortega
10 minutos de lectura

Tres años de la ruptura<br>López Obrador-Ortega

06 de febrero, 2011
Por: Brenda Herrera
@WikiRamos 

La última vez que el líder opositor en México, Andrés Manuel López Obrador y el actual dirigente del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Jesús Ortega compartieron una mesa de trabajo fue el 8 de enero del 2008.  Desde entonces han pasado ya tres años.  Ese día, ambos hablaron poco, pero los operadores de cada uno de ellos se liaron a gritos y el encuentro casi terminó a golpes.

La cita fue el octavo piso del hotel  Marquis en la avenida Reforma -en la ciudad de México-. El motivo de la reunión fue la designación del dirigente del ahora desparecido Frente Amplio Progresista (FAP) -el cual pretendía unir a los partidos de izquierda-. No había consenso. Los lopezobradorístas querían a Porfirio Muñoz Ledo, uno de los incondicionales de AMLO. “Los Chuchos” vía en ese puesto a Leonel Cota Montaño, entonces dirigente del PRD.

A López Obrador lo secundaban los dirigentes del Partido del Trabajo (PT), Alberto Anaya y Ricardo Cantú; los líderes de Convergencia Dante Delgado, Luis Maldonado y Alejandro Chanona, así como Alejandro Encinas –que para ese tiempo ya disputaba la dirigencia perredista- y Manuel Camacho Solís.

Ese 8 de enero del 2008  fue la gota que derramó el vaso.  La ruptura abismal entre la corriente más numerosa y mejor organizada del PRD, “Nueva Izquierda”, y los lopezobradorístas fue paulatina y parece no haber retorno hasta el momento,  de acuerdo con una investigación hecha por Animal Político en las últimas tres semanas durante las cuales hubo entrevistas con cuatro representantes de ambas corrientes quienes no quisieron que sus nombres aparecieran para no avivar el fuego con miras a la elección presidencial del año 2012.

En aquella última reunión del 8 de enero del 2008 a Jesús Ortega lo acompañaban: Leonel Cota presidente nacional del PRD,  el exsecretario general de ese partido, Guadalupe Acosta Naranjo, así como los coordinadores de los diputados, Javier González Garza y  el de los senadores, Carlos Navarrete.

El 26 de noviembre del 2007, Jesús Ortega había soltado las riendas del FAP para ir en pos de la presidencia de su partido. Había acordado con el resto de los perredistas proponer a Leonel Cota como su sucesor, pero la propuesta que formalizó en la mesa el diputado  González Garza  no prosperó. De inmediato fue atajada por Delgado quien recordó que el derecho de proponer al nuevo coordinador pertenecía al PT y este había resuelto apoyar a Muñoz Ledo a sugerencia del propio López Obrador.

No hubo necesidad de votar el nombramiento. La opinión de López Obrador era una orden y como tal se acataba, aunque cada vez con mayor resistencia por parte de Ortega y su grupo.

El ahora presidente del PRD no tomó la palabra, al menos no lo hizo para confrontar en esa ocasión al tabasqueño. La discusión quedó en manos de Acosta Naranjo y Dante Delgado, quienes llegaron  hasta los gritos  y a punto estuvieron de los golpes cuando el convergente le dijo al oído al perredista: “¿Ya viste quién manda?”

Con distintos temas y protagonistas, la escena se repitió varias veces durante las reuniones que todos los lunes ocurrían  en  la casa de campaña de López Obrador, ubicada en la colonia Roma, en la misma ciudad de México.

Aunque Ortega mantenía serias diferencias con el aspirante presidencial, no era él sino sus colaboradores, entre ellos Carlos Navarrete y Guadalupe Acosta, quienes lo cuestionaban directamente.

“Yo estuve en muchas reuniones y delante de él (López Obrador) Ortega nunca levantó la voz,  nunca lo confrontó”, dijo uno de los dirigentes que prefirió no ser citado.

Desde finales del mes noviembre del 2007, Jesús Ortega dejó de asistir a las citas semanales con López Obrador. Hubo tres motivos para hacerlo: el primero porque había dejado la coordinación del FAP y no ostentaba ningún cargo directivo en el PRD, -ambos requisitos para poder ingresar a  esas  reuniones-, el segundo fue la incomodidad que provocó su candidatura a la dirigencia del partido del sol azteca y la tercera, quizá la razón más poderosa, era su hartazgo de proponer y no ser escuchado.

El lunes 3 de diciembre de ese año Ortega ya no se presentó a lo que los dirigentes partidistas bautizaron como “la misa de los lunes”. En ese tiempo estaba por aprobarse la reforma electoral a la que López Obrador se opuso.

“No tengo en la memoria el día, pero en las reuniones que se tenían los lunes (en la casa de campaña de López Obrador) yo pensé que teníamos tantas diferencias, que eran tan evidentes que era algo equivocado seguir profundizándolas, entonces decidí dejar de asistir”, sostiene Ortega.

Larga historia de desencuentros

Las diferencias entre López Obrador y el presidente nacional del PRD, Jesús Ortega Martínez surgieron  desde la campaña presidencial del 2006 y desde entonces no las ha amainado, por el contrario, han arrastrado a la crisis al sol azteca y al Diálogo por la Reconstrucción de México que integran junto con los PT y Convergencia.

Las reformas electoral y energética; las  elecciones federales del 2009 -donde el tabasqueño  hizo campaña a favor de los partidos emergentes-  y recientemente la política de alianzas con el Partido Acción Nacional (PAN) son tan solo una muestra de los muchos  desencuentros entre ambos personajes.

Desde los tiempos en los que Cuauhtémoc Cárdenas mandaba en el PRD, López Obrador y Ortega caminaron por rumbos distintos.  En 1996 disputaron la dirección del partido, que ganó el tabasqueño.  La relación fue de luces y sombras hasta el 2005 cuando Jesús Ortega decidió buscar la candidatura a jefe del gobierno del DF, nominación que ya había destinado López Obrador para Marcelo Ebrard.

Junto con otros cuadros perredistas como Armando Quintero y Pablo Gómez decidieron formar el TUCOI, Todos Unidos con la Izquierda, que no era otra cosa que una revuelta contra la postulación de Ebrard.  Semanas  antes de la elección para definir al abanderado -en diciembre del 2005- el tabasqueño dio un golpe mortal a las aspiraciones de Ortega al declarar públicamente  que  su deseo era que  su ex secretario de Seguridad Pública  se quedara con la candidatura.

Y así fue. Ortega no impugnó los resultados de los comicios internos y  asumió de inmediato su derrota. Entonces vino la compensación política  al convertirse en el coordinador de la campaña presidencial de López Obrador en el 2006.

La operación cicatriz duró apenas unas semanas y los roces entre ambos eran cada vez más frecuentes.  Ambos discutieron por la asistencia o no al primer debate  con el resto de los abanderados presidenciales; la respuesta que deberían hacer frente a la campaña “Andrés Manuel es un peligro para México”, y la relación con los empresarios.

Ortega era el coordinador de una campaña que no coordinaba. Pese a ello, nunca se truncó la comunicación entre ambos personajes ni aún después de la elección presidencial cuando el tabasqueño le pidió a Ortega y a su grupo Nueva Izquierda apoyar el plantón de Reforma y las protestas en  el recinto legislativo de San Lázaro el día de la toma de protesta de Felipe Calderón como Presidente.

El distanciamiento vino cuando Ortega y su grupo, que consiguió la mayoría de cargos de elección popular -diputaciones y senadurías-  tuvieron que definir su relación con el Gobierno Federal a la cual López Obrador se opone tajantemente, así como la participación del PRD en  la  aprobación de reformas como la electoral en 2007.

“Yo no hablaría de una relación tortuosa, yo plantearía que no hay relación entre el presidente del partido y Andrés Manuel López Obrador…El punto de controversia fundamental es que Ortega y Nueva Izquierda plantean establecer un conjunto de mecanismos de interacción con Calderón y el gobierno federal”, explica Ricardo Ruiz, cercano colaborador de López Obrador y uno de los pocos integrantes de la Comisión Política Nacional del PRD que mantiene interlocución con el aspirante a Los Pinos.

El exsubsecretario de Gobierno del Distrito Federal, agrega que las divergencias entre el lopezobradorismo y Ortega arreciaron con la discusión de la reforma energética.

“Un sector de Nueva Izquierda plantea algunas coincidencias con el proyecto de Calderón. Se termina rompiendo con el movimiento en este tema y después viene el asunto de las alianzas donde la diferencia es abismal”, apunta.

Otro episodio que agudizó la ruptura fue precisamente la elección del presidente y secretario general del PRD en el 2008. Sin pensarlo, López Obrador apoyó al ahora diputado Alejandro Encinas enviando una carta a los militantes y presionó a dirigentes locales para que no respaldaran a Ortega. Hubo quien en un estado pidió bajarse del vehículo del ex candidato presidencial cuando le pidieron no apoyar a Ortega e inclinarse por Encinas. Todo llegó a oídos de Ortega, lo que acrecentó el encono.

Tras nueve meses  de conflicto post-electoral, el Tribunal Electoral del Poder Judicial (TEPJF), declaró triunfador de la contienda  a Jesús Ortega y este asumió la presidencia del partido el 30 de noviembre de 2008.

Desde entonces la relación entre el aspirante a la Presidencia de la República no ha hecho otra cosa más que dividir al partido.

“No me he reunido con él. Yo soy un hombre de diálogo pero para que haya diálogo se necesita el concurso, cuando menos la anuencia de dos. No estoy pidiendo, no estoy solicitando nada, solamente estoy dando una explicación de que se haya interrumpido el diálogo”, dice hoy Ortega.

La guerra

En el 2009, López Obrador dejó de apoyar en las elecciones intermedias al PRD, salvo en el Distrito Federal, y decidió hacer campaña a favor de los partidos del Trabajo (PT) y Convergencia.

“A título personal vamos a llamar a votar por PT y Convergencia, porque no podemos permitir que esos partidos pierdan el registro. Es hasta un asunto de carácter moral, no los podemos dejar solos”, soltó el tabasqueño, el 27 de enero de ese año durante una entrevista que le hizo una radiodifusora de Tabasco.

A la campaña en contra del PRD se sumó el escándalo en la delegación Iztapalapa. López Obrador pidió votar por el PT y su candidato Rafael Acosta “Juanito” para que este, al llegar al gobierno, cediera su posición a Clara Brugada cuya candidatura fue rechazada por el TEPJF.

La tensión fue tal que miembros de la corriente Nueva Izquierda entre ellos el senador René Arce pidieron, el 6 de agosto del 2009,  la solicitud de expulsión de López Obrador que, la cual no ha sido dictaminada gracias a un pacto entre Ortega  y Marcelo Ebrard, para que este no siguiera promoviendo la destitución del dirigente entre los  gobernadores perredistas.

El conflicto escaló hasta que el 15 de diciembre de ese año,  uno de los personajes del perredismo y, en especial de Nueva Izquierda, René Arce, renunció. Pero también hubo bajas dentro del movimiento lopezobradorista, Ricardo Monreal, Laura Itzel Castillo e Ifigenia Martínez fueron a parar al PT, por mencionar algunos casos.

En el camino han fracasado varios intentos por recomponer la relación entre López Obrador y la actual dirigencia de su partido.

“Durante un largo tiempo creí que era factible que caminaran juntos, pero ahora estoy convencido, que desgraciadamente no”, dice José Agustín Ortíz Pinchetti, secretario de Relaciones Políticas del “gobierno legítimo”.

Traidores

Cuando López Obrador  y Ortega fungieron como presidente y secretario general del PRD no dudaron en apoyar una alianza con el PAN en el estado de Nayarit y avalaron la nominación Antonio Echevarría en 1999. El tabasqueño tampoco abrió la boca para criticar la postulación del panista Javier Corral como candidato a gobernador de Chihuahua en el 2004, pero el tema de la política de alianzas desató un nuevo conflicto entre ambos.

Las diferencias que habían quedado detrás de la puerta se hicieron públicas cuando el partido del sol azteca decidió impulsar una coalición con Acción Nacional en el Estado de México. Ahí se acabó el recato. Al arrancar  sus giras por la entidad mexiquense,  López Obrador soltó en cascada críticas a la cúpula perredista, la acusó de traicionar a su movimiento y de palera del gobierno de Felipe Calderón.

“Si los dirigentes del PRD son un instrumento de la mafia del poder que con su pan se lo coman, nosotros no vamos a hacer eso…Postularemos a un candidato para que le gane al PRI, a (Enrique) Peña Nieto, a Carlos Salinas de Gortari, al PAN y a los paleros del PRD. Nosotros vamos a demostrarles aquí, en el Estado de México, que el pueblo es el que manda”, dijo en un mitin el 10 de octubre.

Doce días antes acusó en una entrevista radiofónica “El acuerdo en el estado de México es una traición, no sé si de Ortega o de quién lo haya hecho, pero es una traición”.

Pero Ortega prefiere evitar la confrontación mediática. Salvo un par de llamados al tabasqueño para que no divida a este partido, el dirigente perredista no responde abiertamente a las acusaciones.

Deja en claro que “las decisiones en el PRD no se dan sobre la base de pedir permiso, consultar, solicitar aprobación a determinados personajes que tuvieron o que tienen un papel importante. Esa es la gran diferencia porque lo que debe de tomarse en cuenta es la decisión de los dirigentes. Entonces me dicen ¿No has ido a ver a Andrés? No, no lo he visto”.

Pero cuentan dirigentes que el grupo de Ortega prefiere ondear la bandera de la paz. Desde hace unos días, el senador Carlos Navarrete busca recomponer la interlocución con López Obrador y para ello ya ha enviado mensajes a algunos de los incondicionales del tabasqueño.

Lo que hacemos en Animal Político requiere de periodistas profesionales, trabajo en equipo, mantener diálogo con los lectores y algo muy importante: independencia
Tú puedes ayudarnos a seguir.
Sé parte del equipo
Suscríbete a Animal Político, recibe beneficios y apoya el periodismo libre.
Iniciar sesión

Registrate
Suscribete para comentar...
Imagen BBC