Se conocieron en el reclusorio Oriente.
Hace casi una década Layda Negrete y Roberto Hernández –creadores de la película Presunto Culpable que se estrena el 18 de febrero– cruzaron por primera vez sus vidas. Ella había terminado la licenciatura en Derecho en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y estaba haciendo su tesis de maestría en el Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE). Él también había estudiado para abogado. En aquel momento la atracción entre ellos fue inmediata, no sólo fue una cuestión física, la pasión que compartían para mejorar el sistema judicial en México se convirtió en el imán que los atrajo.
En aquella época, Layda se dio a la tarea de recabar datos para su tesis de posgrado sobre el sistema penitenciario en México cuantificados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). La poca información que existía estaba dispersa en distintos cuadernos, alguna en el del Estado de México, otra en el de Oaxaca, etc. No era un trabajo fácil, había que armar la serie en tiempo y las estadísticas básicas.
“Fue en ese momento cuando me di cuenta de que había un hoyo en las agencias del Ministerio Público y que por estos patrones casi siempre se condena a los presuntos responsables en México”, comenta para Animal Político Layda Negrete, quien asegura que a partir de entonces, como investigadora del CIDE, empezó a generar los datos que faltaban.
La abogada se asesoró con expertos investigadores en estadísticas, quienes les decían que sólo estaba recabando información de 1939 a la fecha y que solamente correspondía a la estadística judicial, la cual es la parte media del sistema. Le faltaba el apartado de crimen y qué llevó a esas reclusiones. Sobre la marcha, Negrete descubrió que era más importante saber ¿cuál es el tipo de delincuencia que existe?, ¿dónde ocurre?, ¿con qué frecuencia? y ¿con qué violencia?
Dos abogados, un camino
Todavía no se conocían, pero en paralelo, Roberto estaba trabajando en el Centro Nacional para Tribunales Estatales. Ahí empezó a plantearse la misma pregunta sobre ¿qué atrapó al sistema? Pero, a diferencia de las cifras del INEGI, él no buscaba las respuestas en lo que decían las personas sino en sus expedientes penales. Es decir, en los datos que ahí aparecen: ¿quién es?, ¿qué edad tiene?, ¿de qué lo acusan?, ¿por qué lo acusan?, ¿con qué lo acusan? y ¿cuál es el resultado? Roberto no estaba solo, trabajaba con siete investigadores que revisaron alrededor de 400 expedientes durante cuatro meses.
“Así lo conocí. Cuando Roberto estaba haciendo ese estudio, yo iba de colada a ver, porque se me hacían muy importantes los resultados. Esta investigación la estaban haciendo en el reclusorio Oriente, en el mismo lugar donde se grabó Presunto Culpable y, azorados, Roberto y yo fuimos descubriendo estas terribles historias. Una cosa es que te digan los internos que están ahí de manera injusta porque no les han probado su delito, pero verlo en el expediente y darse cuenta de que no hay pruebas, que realmente no existen y que la procuraduría está acusando sin pruebas y que además los jueces siempre están condenando, es para entrar en un verdadero shock”.
Una vez concluida su investigación y cruzando los resultados, Layda y Roberto se encargaron de difundir en los medios de comunicación las escalofriantes cifras del sistema judicial mexicano. Su esfuerzo ocupó las ocho columnas de algunos diarios de circulación nacional. Sin embargo, los investigadores consideraban que no se estaba moviendo la agenda hacia ningún lado. Para entonces ya lo habían intentado todo. La pareja de abogados publicaron reportes, difundieron gráficas, compartieron porcentajes a diestra y siniestra y no sucedía nada. “Yo amo al número –confiesa Negrete– pero la mayoría de la gente no entiende los números. Y a quienes sí los entienden es increíble que las cifras no los mueven. Si a eso aunamos que México no es un país de lectores, la realidad es más alarmante. Hasta entonces supe que lo que realmente mueve en este país son las historias que se pueden contar visualmente”.
La imagen por encima del texto
Fue entonces que a Roberto –ya convertido en pareja de Layda– se le ocurrió la idea de mostrar las deficiencias del sistema judicial a través de historias que hablaran de los casos muy particulares de personas recluidas. El primer experimento cinematográfico de la pareja fue El túnel, un material de 20 minutos que eran como una especie de viñetas de varios casos. Los resultados superaron las expectativas. Ambos estaban conscientes que lo que puede captar una imagen con una capacidad de síntesis suele ser mucho más importante que todo lo que se diga al respecto.
“Una vez, mientras hacíamos la investigación en el reclusorio, Roberto y yo casi nos convulsionamos: estábamos en el juzgado y nos dijo el juez que nos quería invitar a un pastelito pues celebraban el cumpleaños del señor del ministerio público. Entonces acomodaron todas las bancas y los escritorios para el festejo. Ya había llegado el acusado a la reja de prácticas y le estaban cantando las mañanitas al cumpleañero. Dijimos: esto sí es el extremo, porque está el acusado viendo cómo todo el juzgado está festejando a su acusador y a él lo tuvieron parado durante dos horas mientras cantaban las mañanitas. Fue ahí cuando nos indignamos, carajo esto se tiene que ver, hay que traer una cámara oculta, no se lo vamos a poder contar a la prensa con esos detalles”. Los cineastas en potencia vendieron la idea de un documental al CIDE, quien autorizó que con su sueldo de investigadores, en lugar de hacer un trabajo de publicación o un libro, hicieran un video. Así se realizó El Túnel, que se puede ver en internet.
La primera entrega en video de los Hernández Negrete fue distribuida gratuitamente y, a decir de estas promesas del cine nacional, su material ayudó como un documento visual más para quien quería avanzar en reformas de justicia, entre ellos los que querían avanzar en juicios orales ya que lo utilizaron para la reforma constitucional. “Entonces en lugar del power point pasamos a la imagen de casos reales y cuando empezamos a hablar con legisladores sobre los problemas de justicia penal vimos el poder que tenía la cinta. Y es que sí los puedes sentar a ver 20 minutos algo, pero no los puedes sentar 20 minutos a leer.”
Un inocente tras las rejas
Ya conocían la fórmula. Después de El Túnel, Layda y Roberto tenían que dar un paso adelante y se centraron en tomar un caso que les permitiera explicar lo más técnico del sistema judicial en México. Pero la suerte llegó cuando un periódico publicó un artículo sobre su trabajo. Hacía no mucho tiempo habían logrado la liberación de un joven falsamente acusado de robar un auto. Usaron una cámara de video para entrevistar a la víctima del robo, quien sucintamente dijo frente a sus micrófonos que los cuatro jóvenes que estaban presos no eran culpables de robo y que nadie había intentado robar auto alguno. Con ese caso, Layda y Roberto demostraron que en una averiguación previa para la policía es posible inventarlo todo.
Una amiga de Antonio Zúñiga leyó el artículo y se puso a buscarlos para explicarles que al joven que estaba tras las rejas lo acusaban de un homicidio que no cometió y que lo habían sentenciado a 20 años de cárcel. En esas fechas, Layda y Roberto preparaban sus maletas para irse a estudiar un doctorado a la Universidad de Berkeley, pero antes de irse, visitaron a Toño en la cárcel.
“Roberto y yo estábamos siguiendo otros casos, pero el de Toño agarró vuelo. Hay una cosa que tiene Toño que no tenían las demás personas: tiene control, fe, que no sé si sobre sí mismo o sobre su destino, que nos dio mucha confianza”.
A decir de Layda a ella le aterra cuando la gente la busca desesperada para que la saque de la cárcel. Pero el caso de Toño fue atípico:
“Él quería dar a conocer su historia. Entendió que nos teníamos que ir a Estados Unidos y supo esperar a que regresáramos. Entonces empezó a ser como un par. Nosotros no somos los abogados de Toño, hacemos equipo con él, lo cual es muy distinto. Cuando se abrió el juicio, fue cuando se potenció mucho, como emocionalmente llevábamos un año de estudiar el caso, teníamos mucha claridad sobre su inocencia, habíamos corroborado cada cosa, lo habíamos entrevistado hasta el cansancio y, de repente, descubrimos que podíamos hacer un juicio nuevo con la oportunidad de filmarlo.”
Fue así como Zúñiga, frente a las cámaras, hizo una crónica muy puntual de lo que pasó en Iztapalapa 9, aquel día de 2005, cuando lo agarraron. Lo que ninguno anticipaba es que de esas entrevistas surgiría evidencia suficiente para reabrir el caso. “El dúo dinámico” entre otras irregularidades descubrió que el abogado defensor que había representado a Toño Zúñiga había falsificado su cédula profesional, por lo tanto no podía legalmente haberlo representado. Que podía exigirse la anulación del juicio. Que podía tumbarse la sentencia de 20 años y tener una segunda oportunidad.
El regreso de la libertad
Antonio Zúñiga pasó dos años en la cárcel culpado de un crimen que nada tenía que ver con él. Después de un largo y complicado juicio llegó el día de la sentencia. Como en los finales felices de las películas Toño había recobrado su libertad, pero desafortunadamente los héroes que lo ayudaron a salir de prisión no estaban ahí para celebrar la victoria:
“Estábamos en Berkeley (Estados Unidos), nos avisaron dos horas antes de que saliera. No sé si lloramos más de la alegría o de que nos era imposible llegar. Pero era importantísimo documentar esos momentos así que le llamamos a Amir Galván, un fotógrafo que además es director de cine, super generoso, quien consiguió una cámara. Todos nos movimos para el permiso de poder grabar. Amir se fue al reclusorio Oriente con su novia, mi hermano fue también con una cámara y fue así como logramos agarrarlo cuando estaba saliendo”.
Días más tarde, Layda y Roberto viajaron a México para reunirse con Toño. Negrete, durante la entrevista con Animal Político, recuerda la escena del primer encuentro tras las rejas mientras los ojos se le llenan de agua. “Por fin estaba afuera, por fin se había hecho justicia, por fin Toño había dejado de ser culpable”.
A partir de ese momento, los tres, decidieron hacer todo lo humanamente posible para hacer un documental con todas las imágenes recabadas en video a lo largo de dos años. El apoyo que recibieron, tanto de instituciones como de particulares, permitió que se hicieran suficientes copias para distribuir a nivel nacional esta historia. Su historia. Tanto de Toño como de Roberto y Layda, una pareja que, aunque no están casados, llevan ocho años juntos: “Hemos vivido entre cárceles, juzgados, expedientes, estadísticas… nuestra hija. Pero eso sí –voltea a ver a Roberto quien está en otra entrevista- entre más pasa el tiempo más lo admiro”.