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Malova, un gobernador sin partido
Malova, un gobernador sin partido
4 minutos de lectura

Malova, un gobernador sin partido

03 de enero, 2011
Por: Silber Meza
@WikiRamos 
Malova, el día de su toma de posesión. FOTO: Cuartoscuro

Primero de enero. Primer día del Gobernador de Sinaloa, Mario López Valdez.

Mario López Valdez es un empresario ferretero, nativo de un pueblo de “Sinaloa de Leyva”, un municipio serrano al norte de Sinaloa. Las ferreteras llevan su acrónimo: Malova.

Los que lo conocen desde pequeño, dicen que la unión de las dos primeras letras de su nombre las estableció una vez que tenía que sellar sus libros escolares para que no fueran robados.

Desde niño, López Valdez emigró de su rural “Sinaloa de Leyva” a la ciudad de Los Mochis, en el municipio cañero de Ahome y, más tarde, solicitó trabajo en una ferretera del empresario Leonardo Félix.

Malova siempre buscó la distinción. Mientras la mayoría de los empleados iban a laborar con ropa de trabajo, él, como si fuera a una fiesta, acudía impecable.

Estas cualidades hicieron que Leonardo Félix lo apoyara para abrir su primera ferretería en Los Mochis, empresa que con el paso del tiempo se convirtió en la de mayor venta en el municipio y una de las más importantes de Sinaloa.

Su incursión en la política se dio en el segundo trienio del exgobernador priista Juan Millán Lizárraga (2002-2004), cuando fue candidato a alcalde por el PRI, esto como parte de una oleada de empresarios que accedían a cargos públicos. Malova triunfó y gobernó. Entonces, se le calificó como uno de los mejores gobernantes del país.

En 2005, Malova llegó a la contienda interna del PRI como el candidato mejor posicionado, dejando atrás en las encuestas al hasta ayer gobernador, Jesús Aguilar Padilla. No obstante, Millán Lizárraga se decidió por Aguilar privilegiando una amistad de años: una lealtad.

López Valdez aceptó la derrota interna y se sumó al gobierno de Aguilar. Entró a la Secretaría de Desarrollo Social por casi dos años y, con el impulso del ahomense Francisco Labastida Ochoa, se hizo senador de la República.

Desde el Senado se hizo popular con la “Ley Malova“, esa que obliga a los ciudadanos a registrar sus celulares con la intención de disminuir las extorsiones y secuestros.

Llegó el momento de las definiciones electorales para suplir al gobernador Aguilar; Malova era, de nuevo, el mejor posicionado de acuerdo a las encuestas. Aún así, el mandatario Aguilar optó por su compadre, socio empresarial y alcalde de Culiacán, Jesús Vizcarra Calderón.

Aún se desconoce la razón, pero Millán Lizárraga vetó públicamente a Vizcarra. Entre los argumentos expuso que su estigma relacionado al narcotráfico lo convertía en un candidato vulnerable para el PRI. Así fue.

Aguilar se aferró a la entrada de Vizcarra y provocó la fractura y división entre los dos grandes amigos, cómplices y socios: Aguilar y Millán.

Entonces Malova se convirtió en el único político con el suficiente carisma que podía hacerle frente a la maquinaria oficial y al poderío económico de Vizcarra, propietario de la empresa Su-Karne, aliado de otros fuertes empresarios como la familia Coppel y la De Nicolás.

Esto hizo que Millán se convirtiera en lo que el propio Malova calificó como “su padre político”.

Millán utilizó todos sus recursos para impulsar a López Valdez y, con ayuda de otros empresarios, políticos y medios de comunicación, lo convirtieron en candidato de la alianza opositora al PRI.

Malova no quería dejar el tricolor, lo dijo en repetidas ocasiones: “Yo soy priista”. Pero el objetivo de llegar a la titularidad del Ejecutivo ya estaba trazado. Entonces renunció al PRI y llegó como candidato sin partido para abanderar a institutos políticos que históricamente han sido contrarios: PAN, PRD, PT y Convergencia.

Pero a Malova no se le ha complicado este esquema. Es un hombre que ingresó a la política ya maduro, cerca de los 45 años. Actualmente tiene 53. Su vida la dedicó a los negocios y no a los partidos. Es un hombre práctico al que no le ha costado trabajo adaptarse a la política práctica: a la política de alianzas entre opositores.

Igual elogia la estrategia contra el crimen del presidente Felipe Calderón, que aplaude los programas sociales de Marcelo Ebrard; igual le dice “padre político” al exgobernador cetemista Juan Millán Lizárraga, que le reconoce la figura al hijo del Maquío y enemigo de Millán, Manuel Clouthier Carrillo.

El nuevo gobernador de Sinaloa es un hombre que le dice a los ciudadanos lo que desean: Que no permitirá “ratas”, que en materia de seguridad tomará el “toro por los cuernos”, que ya no habrá “nuevos ricos“, que desea ser “el mejor gobernador de México” y hacer de Sinaloa, tierra de ejecuciones continuas y cuna del narcotráfico, “el mejor lugar para vivir”.

Tal vez lo que mejor ilustre su escaso partidismo, sea la asistencia a su toma de posesión celebrada ayer por la mañana.

Invitó por igual al secretario de Gobernación, Francisco Blake Mora; al jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard; al presidente nacional del PRD, Jesús Ortega; al presidente nacional del PAN, Gustavo Madero; al presidente nacional de Convergencia, Luis Waltson; a la coordinadora de los diputados del PAN, Josefina Vázquez Mota; al secretario de Desarrollo Social, Heriberto Félix Guerra; al diputado federal Manuel Clouthier Carrillo; al senador de la República, Francisco Labastida Ochoa; y al gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez.

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Imagen BBC