Cancún, Q.R.- Impune a pesar de los excesos de poder que ha cometido en sus diferentes facetas como funcionario público, Francisco Alor Quesada se jacta de su buena suerte repartiendo en sobremesas de café la fábula que, según él, ha sido la clave de su éxito: “Los políticos deben ser como los elefantes, con orejotas para escuchar bien, nariz larga para olfatear mejor, ojotes para estar siempre alerta, piel gruesa, dura y resistente a los ataques, pies grandotes para aplastar a los enemigos, colmillos grandes y bien retorcidos y… una cola chiquitita para que nadie te la pueda pisar”.
Pero más allá de la anatomía de los paquidermos, la buena suerte del ahora procurador del estado se atribuye a su complicidad sobre ciertos secretos palaciegos del poder que la clase política local todavía no logra -o no se atreve- a descubrir. Sólo así se puede entender cómo es que sigue libre y sin castigo, no obstante haber torcido leyes para vender parques públicos y alterar la sobredensificación urbana de Cancún; amasar una misteriosa fortuna que lo clasifica como el nuevo rico del sexenio; y evadir una sentencia federal aún fresca que lo juzgó como delincuente electoral.
Con todos estos antecedentes que arrastra desde que ocupó la presidencia municipal de Benito Juárez (2005-2008), Alor fue doblemente protegido por el ejecutivo estatal al ser nombrado titular de la Secretaría de Desarrollo Económico, primero, y Procurador General de Justicia -con el aval del Congreso Local- desde abril pasado. Durante el breve tiempo que lleva al frente de este nuevo encargo, su desempeño vuelve a ser motivo de fuertes sospechas de corrupción al procurar justicia atendiendo a intereses políticos y personales.
Adicto a las perversidades del poder y a la espectacularidad, su primer golpe como procurador fue instigar al Ejército Mexicano para que –en presencia de los medios de información local- desarticulara una casa de espionaje de su acérrimo enemigo político, Gregorio Sánchez Martínez.
La investigación señaló como operador de la misma a Manuel Vera Salinas, quien había realizado la misma función para el propio Alor cuando éste ocupó la presidencia municipal. Tal situación no tardó en evidenciar que todo fue un tinglado político para enterrar las aspiraciones de Greg a la gubernatura del estado, pues después del escándalo vino el silencio y Vera Salinas sigue caminando por las calles de Cancún libre como el viento.
De ahí en adelante, Alor comenzó a hacer de las suyas y en menos de cuatro meses mostró su verdadero estilo de procurar justicia poniendo tras las rejas a inocentes y facilitando la liberación de famosos, como fue el caso del productor de televisión estadounidense Bruce Beresford y la cantante Ana Bárbara, ambos acusados de homicidio. Estos ejemplos de autoritarismo generaron voces de repudio a nivel nacional exigiendo su destitución, pero ni la intervención de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) ha logrado tambalear al elefante.
MÁS PROPIEDADES QUE EL AGAVE
Hasta ahora muy pocos saben cómo después de haber empezado con dos modestas propiedades, las cuales tuvo que hipotecar para librar los tiempos difíciles, el matrimonio formado por Francisco Alor y Rubí Peniche hoy cuenta con un patrimonio familiar que incluye casas, locales comerciales, residencia con alberca, canchas de futbol y de tenis, un rancho con cultivos de agave azul y varios vehículos, cuyo valor global se acerca a los 50 millones de pesos.
Personas cercanas al matrimonio todavía recuerdan que a principios de la década de los noventa Francisco y Rubí vivían como cualquier familia que tenía que trabajar duramente para subsistir.
Entonces, ella era propietaria de una casa de 152 metros cuadrados en la calle de Lotun, esquina con Kohulinch, supermanzana 50, manzana 2, lote1, y la situación era tan difícil que decidieron hipotecarla en junio de de 1992. Acudieron a una sucursal de Bancomer y lograron un préstamo por 1 millón 583 mil 337 pesos, a pagar en 25 años.
Con ese crédito, el matrimonio siguió su vida sin mayores sobresaltos y, después de cumplir todos los trámites, en abril de 1993 Francisco Alor obtuvo un crédito de 56 mil pesos para comprar un departamento del INFONAVIT en Residencial Primavera.
Dos meses después, recurrió al banco para solicitar una hipoteca por la cantidad de 137 mil pesos, a pagar a 30 años. Su vida de pareja parecía entonces haber quedado empeñada a las instituciones bancarias, toda vez que el jefe de la familia hacía lucha por colocarse en la administración pública como agente del ministerio público y las expectativas eran poco alentadoras.
Su suerte comenzó a cambiar a finales de los noventa cuando fue incorporado al gabinete del gobernador Joaquín Hendricks Díaz, quien lo nombró subprocurador. Pero dio un giro de 180 grados con la entrada del nuevo milenio, cuando fue designado como presidente del Comité Municipal del PRI en Cancún, con miras a obtener, primero, la candidatura y el triunfo, después, a la presidencia municipal por el periodo 2005-2008.
A partir de ahí su fortuna comenzó a crecer vertiginosamente. Apenas Alor ganó la elección, y de inmediato el matrimonio desembolsó la cantidad de 1 millón 275 mil pesos para agregar dos propiedades más a su modesto patrimonio.
En febrero de 2005, unas semanas después de los comicios, cada uno adquirió su casa en la calle Nogal de Pedregal del Bosque. Ella pagó 625 mil pesos al entonces dueño, Felipe Salas Martínez, y él 650 mil pesos a su amigo y colaborador cercano Julio Asencio Reynoso.
En un abrir y cerrar de ojos el futuro de los Alor Peniche tuvo un horizonte más que promisorio. El clímax de la jauja vino cuando el jefe de la familia tomó posesión en la silla municipal. Entre julio y septiembre de 2005 fue cuando de un jalón adquirieron siete propiedades en la ciudad de Valladolid, Yucatán, por las cuales pagaron 19 millones de pesos, generando suspicacias entre los habitantes del vecino estado que no daban crédito al hecho de que un funcionario con sueldo de 80 mil pesos mensuales pudiera hacerse de tantas propiedades en menos de tres meses.
De acuerdo con documentos del Registro Público de la Propiedad de Yucatán –cuyas copias obran en poder de este semanario(Luces del Siglo) -, durante este breve tiempo la señora Carmen Rubí Peniche Cárdenas compró tres residencias: una en el fraccionamiento Campestre Pedregal y dos en el Centro Histórico. En otras propiedades figuran como compradores los suegros de Alor: Otto Peniche y Carmen Cárdenas.
Para los habitantes de Valladolid, hasta antes de esto, la imagen que tenían del señor Otto Peniche era la del comerciante fracasado, pues nunca tuvo éxito en su restaurante Los Arcos, al grado de que tuvo que cerrar. Pero con el éxito del yerno, las cosas también cambiaron para él y su familia. De la noche a la mañana abrió la carpintería Santa Lucía, la más grande del lugar, y su vieja Chevrolet Cheyene, que usó por más de 15 años, fue cambiada por una Pick-Up doble cabina. Don Otto hoy se encarga también de las actividades ganaderas y agrícolas del rancho Los Cardenales, sobre el cruce de las carreteras Cancún-Mérida y Valladolid-Tizimín, que luce tupido de agave azul.
Atónitos ante el inmenso cultivo del cactus, con el que se produce el tequila en el estado de Jalisco y que le han encontrado cualidades curativas contra el cáncer, los moradores de Valladolid tratan de atinar por qué sembrarlo en la península con un clima tan diferente al del Pacífico y no encuentran mas que una picaresca respuesta: “La similitud de Alor y el agave es que ambos tienen muchas propiedades”.
En 2006, el matrimonio hizo un gran esfuerzo por adquirir otros tres bienes. Dos lotes comerciales en la Plaza Nichupté, por un total de 1 millón 52 mil 990 pesos, y la residencia con que ambos coronaron su patrimonio familiar, la cual se ubica en el exclusivo fraccionamiento Villa Magna de Cancún, cuyo valor es superior al millón de dólares. Ahí tiene como vecinos a otros hombres de cuestionada riqueza, como su amigo y colaborador cercano, Julio Ascencio, y el extesorero prófugo, Carlos Trigos Perdomo.
EL PODER DEL BIKINI
En revelaciones con amigos íntimos, Francisco Alor ha llegado a contar que de joven pretendió ser modelo, pero su anatomía lo llevó al fracaso. De ahí, su afán protagónico en todas las funciones que ha desempeñado. Precisamente, una de esas actitudes protagónicas fue lo que le ganó un juicio ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), que en 2008 terminó juzgándolo como delincuente electoral.
Los hechos que motivaron este asunto se remontan al festejo oficial del Día del Trabajo, el 1 de mayo de 2006, cuando sin el menor recato encabezó el desfile de los trabajadores acompañado de los entonces candidatos a diputados federales y senadores. Molesto por tal acción que violentaba los principios de neutralidad electoral, el PRD estatal promovió el juicio correspondiente que determinó:
Es claro que en el evento analizado está acreditada la participación del Presidente Municipal de Benito Juárez y su aparición junto a los citados candidatos de la Coalición Alianza por México en la mesa instalada en el templete colocado para presenciar el desfile. Por tanto, no cabe duda sobre la participación de un funcionario que debió abstenerse de vincularse, incluso con su sola presencia, con un partido político, coalición o con sus candidatos a cargos de elección popular.
Después de esta resolución, Alor Quesada quedaba automáticamente inhabilitado para ocupar cualquier cargo público después de dejar la presidencia municipal. Pero esta circunstancia fue ignorada tanto por el ejecutivo estatal como por el legislativo, que lo llevaron a la Procuraduría General de Justicia, amén de que es un elemento jurídico latente por el que se puede solicitar juicio político contra quines decidieron llevarlo al nuevo encargo.
Aficionado a encontrarle significado y similitudes políticas a la anatomía del cuerpo, Francisco Alor se ha ganado a pulso entre sus detractores el mote de El Bikini porque –explican- “nadie sabe cómo se sostiene, pero todos quieren que se caiga”.
Investigación publicada por la revista Luces del Siglo.