Las empresas vinculadas a Xóchitl Gálvez obtuvieron 49 contratos en 18 años, la mayoría por adjudicación directa, un esquema de contratación criticado por la candidata durante su campaña presidencial, aunque ante las acusaciones de Morena por su participación en esos negocios ella niega conflicto de interés o alguna otra irregularidad.
Una revisión del Sabueso de Animal Político encontró que la mayoría de los contratos que firmaron las empresas con el gobierno se dieron mientras ella fue funcionaria pública, durante su paso por el gobierno de Vicente Fox, luego como alcaldesa de Miguel Hidalgo y senadora, entre 2005 y 2023.
Justo en 2015 Gálvez dejó de tener cargos en High Tech Services, según datos en el Registro Público de Comercio. Antes, en 2010, había hecho lo mismo respecto a OMEI. Sin embargo, en ambos casos su hija quedó legalmente como administradora de los negocios.
A detalle, los datos de Compranet y Transparencia muestran que entre 2005 y 2023 High Tech Services obtuvo 18 contratos que suman 19 millones 618 mil pesos; mientras que la empresa OMEI registró 31 contratos que alcanzaron más de 40 millones 300 mil pesos.
Es decir, más de 59 millones de pesos en conjunto.
Para entender mejor: Empresas relacionadas con Xóchitl simularon competencia al obtener contratos de gobierno
El pasado 16 de abril, Víctor Hugo Romo, exalcalde de Miguel Hidalgo en CDMX y hoy candidato a diputado de Morena, acusó a Xóchitl Gálvez de haber omitido su participación en la empresa OMEI y de haber obtenido con ella 36 contratos de dependencias de gobierno entre 2015 y 2023, por una suma de 400 millones de pesos.
Sin embargo, la revisión de El Sabueso de Animal Político ubicó que en ese periodo OMEI recibió 28 contratos que suman más de 29 millones 700 mil pesos y no 400 millones, como señaló el morenista en la conferencia de prensa.
A continuación te presentamos la cronología de contratos obtenidos por las empresas ligadas a Xóchitl Gálvez, con el detalle de los cargos públicos que tenía al momento de la firma, montos y el esquema de contratación:
Durante el sexenio de Vicente Fox Quesada (2000-2006) ella tuvo los cargos de titular de la Oficina de Presidencia para la Atención de Pueblos Indígenas (2000-2003) y la Comisión Nacional para el Desarrollo de Pueblos Indígenas (2003-2006).
En 2005 se detectaron en Compranet tres contratos de High Tech Services con la Comisión Nacional del Agua, los tres por adjudicación directa y por un monto de 733 mil pesos.
En 2009, ya con Xóchitl sin puesto público, se observaron tres contratos, uno de ellos por adjudicación directa con la Presidencia de la República, por 265 mil pesos. Y otro resultado de un proceso de invitación a tres empresas, por 1 millón 26 mil pesos.
Luego en 2011 también se registraron contratos, ya en el sexenio de Felipe Calderón. En aquel año Xóchitl Gálvez seguía sin ser funcionaría pública, buscaba convertirse en gobernadora de Hidalgo, de acuerdo con el Sistema de Información Legislativa.
High Tech Services, donde fungía como representante, obtuvo tres contratos: uno con la Comisión Federal de Electricidad (CFE) por 1 millón 190 mil pesos; el segundo con el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) por 2 millones 450 mil pesos; y el último con el Fondo de Cultura Económica (FCE) por cerca de 300 mil pesos.
OMEI, por otro lado, obtuvo un contrato con CFE ese año por 1 millón 790 mil pesos.
Xóchitl Gálvez seguía sin tener un cargo público. Obtuvo una candidatura para ser senadora, pero no logró el escaño. En ese año ella fue nombrada administradora única de High Tech Services en el RPC y se quedó con la mayor parte de las acciones de esa empresa.
Con ese rol de Xóchitl, High Tec Services obtuvo un contrato con el entonces Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos Personales -hoy INAI-, por 110 mil pesos.
Gálvez seguía sin ser funcionaria pública, buscaba convertirse en alcaldesa capitalina. Ese año, el entonces IFAI contrató los servicios de OMEI, con montos de 1 millón 220 mil pesos y 7 millones 613 mil pesos, según Compranet, y la ahora candidata fue nombrada apoderada de esta empresa, según consta en el RPC.
Xóchitl Gálvez se convirtió en alcaldesa de Miguel Hidalgo, Ciudad de México, el 1 de octubre del 2015, y el día 14 de ese mes renunció formalmente como administradora única de High Tech Services, quedando como sustituta su hija, Diana Gálvez Vega. Mismo cargo que para ese momento ya tenía en OMEI, según el RPC.
También el 14 de octubre OMEI revocó a la panista como apoderada. El nombre de Xóchitl Gálvez dejó de aparecer en los documentos del RPC de ambos negocios.
Tras haber firmado 7 contratos con dependencias gubernamentales en años anteriores, durante su cargo como alcaldesa, High Tech Services y OMEI obtuvieron más del 42% de las contrataciones registradas entre 2011 y 2023.
En total consiguieron 18 contratos entre 2015 y 2018, de los que 12 fueron por adjudicación directa, 5 por invitación a cuando menos tres personas y uno por licitación pública.
En específico, OMEI recibió 13 contratos de dependencias gubernamentales por 16 millones 507 mil pesos. Mientras que High Tech Services obtuvo 5 contratos en ese mismo periodo con un acumulado de 10 millones 115 mil pesos, según datos de Compranet y la Plataforma Nacional de Transparencia.
En 2016, OMEI recibió un contrato de Senasica y otro del INEE por montos de 454 mil 440 y 2 millones 413 mil pesos.
Un año más tarde, consiguió seis contratos. Cuatro de Mejoredu que suman más de 551 mil 708 pesos, uno de INAI por 3 millones 500 mil y uno más de Senasica por 1 millón 118 mil pesos.
Por su parte, High Tech Services obtuvo en 2017 contrataciones con Mejoredu por 1 millón 566 mil, 34 mil 628 y 371 mil 200 pesos. Aunque también recibió otro de INEE por 1 millón 350 mil pesos.
Para 2018, OMEI fue contratada nuevamente por Mejoredu con 3 contratos de 30 mil 693, 497 mil 292 y más de 1 millón 802 mil pesos. Además de uno del INAI por 4 millones 250 mil pesos y otro del Senasica de 1 millón 890 mil. High Tech Services obtuvo en ese año un sólo contrato con Mejoredu por 7 millones 193 mil pesos
El siguiente cargo de Xóchitl Gálvez fue como senadora a partir de 2018 y ocupó ese puesto hasta convertirse en candidata presidencial de “Fuerza y Corazón por México”, de la mano del PAN, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Entre 2019 y 2023, las dos empresas a las que está vinculada recibieron 17 contratos. OMEI recibió 15 de ellos y High Tech Services sólo dos. De ellos, 13 fueron por adjudicación directa, dos por invitación a cuando menos tres personas y dos por licitación pública.
En 2019 el INAI firmó dos contratos con OMEI. Uno por 750 mil y otro 3 millones 700 mil pesos, mismos que fueron confirmados por la dependencia el pasado 8 de abril de 2024. Ese mismo año, Senasica y Mejoredu contrataron a esta empresa por 1 millón 301 mil y 399 mil 999 pesos, respectivamente.
Los últimos contratos de High Tech Services se registraron en 2019, cuando Mejoredu pagó 127 mil 500 y 305 mil 370 pesos por sus servicios.
Un año más tarde, y en adelante, Banobras se convertiría en uno de los clientes más frecuentes de OMEI, pues de los 17 contratos que obtuvo mientras Gálvez fue senadora, 10 fueron con esta dependencia.
Ese 2020 la empresa obtuvo dos contratos con esta dependencia por 2 millones 700 mil y 160 mil 145 pesos mexicanos. En 2021 le otorgó otros dos de 406 mil pesos cada uno, además de que la SSa también la contrató por 50 mil 804 pesos.
OMEI firmaría cuatro contratos más con Banobras en 2022 con montos de 254 mil 898, 638 mil, 825 mil 440 y 277 mil 240 pesos. Mientras en 2023 firmó las últimas dos contrataciones registradas en esos años por 672 mil 800 y 694 mil 260 pesos.
El acta constitutiva de OMEI señala que se creó en 1998 con la candidata como accionista mayoritaria. Luego en su perfil curricular se describe como fundadora y directora General de High Tech Services entre 1992 y el 2000, aunque como ya mencionamos, documentos del Registro Público del Comercio (RPC) siguieron nombrándola en varios puestos de la empresa más allá de esos años, hasta el 2015.
El Sabueso buscó las declaraciones patrimoniales de Gálvez tanto en Declaranet como en la Plataforma Nacional de Transparencia, y se localizaron únicamente ocho de 2003 a 2007.
De ellas solo dos contenían datos patrimoniales públicos, aunque sin el detalle de ingresos de ninguna de las empresas, ni tampoco datos de su cónyuge o dependientes.
En la Ley General de Transparencia y Acceso a la Información Pública, artículo 70, se señala que esos datos sobre bienes se dan a conocer públicamente sólo cuando los servidores públicos “así lo determinen”.
La candidata opositora compartió a Animal Político declaraciones de 2016, 2018 y 2024, en las que sí se leen algunos aspectos sobre las empresas, y de ahí se tomaron datos para esta nota.
De los vínculos con estas empresas, Víctor Romo también señaló que la candidata opositora “no declara su participación accionaria en la empresa de su esposo (Rubén Sánchez Manzo) que es director general y dueño de OMEI… (y) resulta que en el Registro Público de la Propiedad Xóchitl tiene el 70% de acciones”.
Sobre ello, Gálvez ha señalado que dejó de ser administradora única de la empresa en el 2010, como señala un documento en el RPC publicado en 2024.
El archivo que cita Romo es el acta de 1998 donde se constituye Operación y Mantenimiento a Edificios Inteligentes (OMEI).
Sobre si la candidata informó sobre OMEI en sus declaraciones patrimoniales, las únicas dos en Declaranet con datos públicos, de 2002 y 2003, no muestran ingresos de ninguna de las empresas.
Sin embargo, entre las declaraciones de Xóchitl Gálvez que fueron compartidas con El Sabueso se encontró que en la de 2016, cuando era alcaldesa de Miguel Hidalgo, sí mencionó ingresos de ambas empresas, aunque el archivo no muestra si pertenecen a ella, su cónyuge o dependientes.
Y en la de 2018 informó sobre la participación de su esposo e hija en OMEI con el 70 y 30% de las acciones, respectivamente, y que ella tenía el 80% de las acciones de High Tech Services. Esto en una Constancia de Recepción de Situación Patrimonial Inicial, con un sello a nombre de la Contraloría Interna del Senado de la República.
Con estos documentos la candidata opositora niega los señalamientos de Romo, de que no reportó su involucramiento con las empresas.
Sin embargo, el 24 de abril, tanto Víctor Romo como Mario Delgado, dirigente Nacional de Morena, anunciaron que pedirán al Instituto Nacional Electoral (INE) que investigue a Xóchitl Gálvez.
“Nosotros estamos asegurando que hubo falsedad en declaración, que hubo remuneraciones ilícitas, que hubo enriquecimiento ilícito y tráfico de influencias”, dijo Romo en conferencia de prensa.
Nota del Editor: En una primera versión de esta nota solo se habían contabilizado 42 contratos desde 2011, pero luego de los dichos en el segundo debate presidencial se revisó Compranet y también se encontraron contratos entre 2005 y 2010
El encuentro de Tom Michell con un pingüino en una playa desencadenó una tierna historia y una cadena de eventos que reverberarían durante décadas.
“Si me hubieran dicho de niño en la década de 1950 que mi vida estaría unida a la de un pingüino, (…) no me habría sorprendido demasiado. Después de todo, mi mamá había tenido 3 caimanes en la casa de Esher hasta que fueron demasiado grandes y peligrosos para ese apacible pueblo“.
Eso escribiría el inglés Tom Michell décadas después de su encuentro con ese pingüino.
Su madre no había planeado tener caimanes en su casa de Inglaterra.
Había vivido hasta los 16 años en Singapur, y “antes del viaje de vuelta a Inglaterra su mejor amiga, en una despedida llena de ternura y lágrimas, le dio tres huevos como recuerdo. Durante el largo viaje en barco, como era de esperar, las crías nacieron en el camarote”.
Lo que le pasó a Tom también fue imprevisto.
Siempre tuvo alma de aventurero. Sus padres nacieron en el extranjero y tenía parientes por todo el mundo, así que desde niño oyó historias sobre lugares remotos.
“Me apasionaba viajar. Quería ir a ver esos lugares. Pero el lugar al que realmente quería ir era América del Sur, porque para mí era una auténtica tierra incognita.
“Así que a los 12 años, conseguí un pequeño diccionario de español y empecé a aprender palabras, pensando que cuando se presentara la oportunidad, iría a explorar Sudamérica”.
Esa oportunidad llegó a principios de la década de 1970, cuando él tenía poco más de 20 años.
“Por pura casualidad, estaba mirando el diario Times y vi un anuncio que decía que el St. George’s College en Argentina necesitaba un profesor.
“Pensé: ‘¡Perfecto!’, y garabateé mi respuesta diciendo que estaba en camino, que no se molestaran en buscar a nadie más.
“Cuando llegué, el país estaba en un estado terrible, la inflación era del 100% mensual. El director de la escuela me dijo: ‘No tengo ni idea de cuánto valdrá tu salario, pero mientras estés aquí, te alimentaremos, y si te quedas un año, te pago los vuelos de ida y vuelta'”.
Argentina estaba sumida en el caos, con la presidenta Isabel Perón luchando por aferrarse al poder y la economía colapsada.
El 24 de marzo de 1976, los militares dieron un golpe de Estado y tomaron el control del país.
A pesar de la violencia y los disturbios, Tom no se desanimó.
Sintió que estaba presenciando algo importante. Además, tenía ganas de ver el resto de América del Sur.
Decidió ir a Paraguay, deteniéndose en el camino de regreso en el apartamento de un amigo en el balneario Punta del Este de Uruguay.
Y un día, se fue a hacer una larga caminata por la playa.
“De repente me topé con una escena aterradora de pingüinos muertos cubiertos de alquitrán. Cuanto más caminaba, más pingüinos muertos veía.
“Era un espectáculo devastador, y mientras me preguntaba cómo la humanidad podía hacer eso, por el rabillo del ojo vi que uno se movió.
“Me detuve y vi que su cabeza temblaba, sus alas se agitaban ligeramente.
“Entre miles de pingüinos muertos, ese estaba vivo”.
“Me acerqué un poco más y, con dificultad, se puso de pie. Retrocedí pues no sabía bien qué hacer: el pingüino me llegaba a la rodilla y me dio algo de miedo”.
Tom pensó que si podía atraparlo, quizás podría ayudarlo.
Encontró una red de pesca y se acercó “cual gladiador a un león” y soltó la red sobre su cabeza.
Decidió llevarlo al apartamento, limpiarlo y después liberarlo en una playa libre de petróleo y alquitrán.
Con mucho esfuerzo, y hasta derramando sangre -porque el pingüino lo mordió-, usó mantequilla, aceite de oliva, jabón, champú, detergente, y logró cumplir la primera parte de su plan.
Para su sorpresa, la segunda fue imposible.
Con el pingüino limpio en una bolsa, regresó a la playa con la intención de liberarlo en la naturaleza.
“Lo dejé junto al agua, esperando que se fuera nadando rápidamente, pero no lo hizo. Se quedó ahí mirándome.
“No sabía qué hacer. Vi unas rocas a las que llegaban olas, y pensé que si lo dejaba ahí, cuando el agua lo cubriera, se iría nadando.
“Con una ola, desapareció”.
Mientras miraba al horizonte pensando que ese era el fin de la historia, “el pingüino salió chapoteando del agua, se paró a mi lado y me miró como diciendo: ‘¿por qué me estás metiendo de nuevo en ese océano cuando acabamos de conocernos y nos hicimos amigos?'”.
Empezó a preocuparse de haber cometido un error. Quizás al lavarlo con detergente había lavado su impemeabilidad natural.
“Pero estaba seguro de que si no lo hubiera limpiado, habría hecho como los otros pingüinos, que trataron de limpiarse con el pico y tragaron grandes cantidades de alquitrán. Eso lo habría matado”.
Volvió a intentar ponerlo en las rocas, planeando alejarse más para que no lo encontrara.
Pero al tratar de alejarse, se cayó al agua y cuando salió, empapado, “allí estaba ese pequeño pingüino a mi lado de nuevo”.
Luego trató de irse y dejarlo ahí, pero el pingüino lo siguió, como si fuera lo más natural.
No tuvo más remedio que llevárselo al apartamento y ponerlo a salvo en la bañera.
Pero, ¿qué iba a hacer? Por lo pronto, irse a comer algo en un restaurante, con un libro.
“Estaba leyendo ‘Juan Salvador Gaviota’ para aprender español, y se me vino a la mente que el pingüino tenía un nombre: Juan Salvador.
“En ese momento se convirtió en mi pingüino.
“Lo único que podía hacer por él era llevármelo a Argentina, dejar que se recuperara, y luego volver a llevarlo al mar”.
Llegó a la frontera con la idea de pasar desapercibido por la aduana, pero justo en el momento menos oportuno “Juan Salvador emitió un fuerte graznido”.
“Me llevaron a un cuartico y me dijeron que era ilegal importar ganado exótico. Les dije que no era ganado sino un ave salvaje, y que no era exótico, que era argentino, sólo que era un ave migratoria que nadaba sin importar las fronteras”.
El agente de aduanas no estaba muy dispuesto a escuchar “los detalles del habeas corpus para pingüinos”, pero finalmente los dejó pasar.
Finalmente, ambos se fueron a la escuela de Buenos Aires, en el que se quedaría a vivir.
“Al llegar no le dije nada a nadie. Mi principal preocupación era que no había comido desde que lo había conocido, y no tenía idea de cuánto tiempo podían sobrevivir los pingüinos sin comer”.
Compró un kilo de espadines y se los puso enfrente, pero no les prestó ninguna atención.
“Obviamente los pingüinos están acostumbrados a nadar y atrapar peces, no a comer pescados muertos de una bolsa de plástico del mercado.
“Le abrí el pico y le metí uno, pero inmediatamente lo lanzó volando por el baño. Lo intenté dos o tres veces más hasta que por fin se tragó uno, y de repente se dio cuenta de que lo estaba alimentando, y se engulló casi todo lo que le había traído”.
“Al día siguiente fui a buscar a la única persona en la que pensé que podía confiar, que era María, la ama de llaves.
“Para mí ella era como mi abuela argentina, la quería mucho”.
“Le dije que necesitaba ayuda, que tenía un pingüino, y ella se horrorizó”.
No obstante, lo acompañó al apartamento y “apenas lo vio, sencillamente le robó el corazón”.
“Al instante fue a acariciarlo. A él no le gustaba que le tocaran la cabeza pero le fascinaba que lo acariciaran en el pecho y la espalda; batía las alas y te miraba”.
Cuando los pupilos regresaron a la escuela, también se enamoraron de Juan Salvador.
“Al principio pensé que tenía que limitar el número de niños que venían a verlo pero pronto quedó claro que él no tenía ninguna objeción si 30 o 40 lo visitaban.
“Mis colegas, por supuesto, también se enteraron, y a mi jefe le dije que mi intención era llevarlo al zoológico”.
El personal y los alumnos, encantados, ayudaban a alimentar y cuidar a Juan Salvador, y Tom se dio cuenta de que algo realmente extraordinario estaba sucediendo.
El lugar en el que vivían había una terraza, donde el pingüino pasaba gran parte de su tiempo, y desde la ventana de su habitación, Tom podía oír lo que ocurría afuera.
“Descubrí que la gente solía hablar con Juan Salvador y descargaban lo que tenían en la mente. Escuché muchas conversaciones de chicos y adultos con él sobre lo que les afligía, tanto en inglés como en español”.
Y el pingüino hizo algo más que ser un confidente.
A algunos de los alumnos de Tom, como un boliviano tímido llamado Diego García, les costaba encajar en ese ambiente.
“Los internados son geniales para algunos niños, pero no para todos”.
“Diego y algunos de sus amigos visitaban a Juan Salvador prácticamente a diario, pues con él sus carencias académicas o deportivas no importaban”.
El St. George’s College tenía una piscina que, como carecía de un sistema de filtración, tenía que drenarse y volver a llenarse cada tres semanas.
Tom pensó que el día antes de que se limpiara, Juan Salvador podía nadar en ella.
“Después de que el último de los nadadores salió de la piscina esa noche, le dije a Diego y a sus amigos que lo trajeran.
“Tras mirar el agua un rato, se lanzó empezó a nadar y nadar, de arriba a abajo… fue maravilloso verlo.
“Y entonces Diego preguntó: ‘¿Puedo nadar con él?’. Le dije que sí. Salió corriendo a cambiarse -nunca lo había visto correr antes-, regresó en traje de baño y se zambulló”.
“Se hundió como una piedra, y me alarmé: ‘¡Voy a tener que rescatarlo!’.
“Me estaba quitando los zapatos cuando emergió y empezó a nadar con suma elegancia”.
“Diego y el pingüino sincronizaban sus movimientos como si estuvieran coreografiados. A veces, Juan Salvador se adelantaba y Diego nadaba como si lo persiguiera. Otras, Diego parecía liderar y el pingüino zigzagueaba a su alrededor, formando ochos como si estuviera tejiendo un capullo”.
“Me quedé deslumbrado”.
“A partir de ese día, ese chico caminaba más derecho y miraba a sus compañeros a los ojos”.
“Se había ganado el respeto de sus compañeros y, poco después, fue elegido para la gala de natación del colegio, algo inaudito. Ganó todas sus carreras y batió casi todos los récords universitarios de natación. Todos querían ser sus amigos y, con el tiempo, aprobó todos sus exámenes con excelentes calificaciones”.
Todos, incluido Juan Salvador, estaban felices, pero a Tom le preocupaba que la situación no fuera la mejor para el pingüino.
Estaba bien y tenía mucha compañía, “que no lo intimidaba”.
“De hecho, cuando alguna persona salía a su terraza, él iba corriendo para sentarse con ella”.
Era la mascota del equipo de rugby de la escuela, y corría arriba y abajo de la línea de banda como si quisiera no perderse nada de los partidos.
Y nunca faltaba quien quisiera salir a pasear con él por los campos del colegio.
“Pero pensé que debía llevarlo al zoológico, donde sería debidamente atendido y estaría con otros de su especie”.
Sin embargo, cuando fue, se encontró con un recinto de pingüinos un poco triste.
Las aves “daban vueltas sin ánimo, ni siquiera estaban muy interesadas en comer, algo muy distinto al comportamiento de Juan Salvador, que cuando alguien llegaba a casa, se apresuraba a darle la bienvenida como si fuera un viejo amigo”.
Los guardianes del zoológico le aseguraron que el régimen que tenían era perfectamente apropiado, pero Tom pensó que “Juan Salvador era más feliz” con él.
Así que se quedó a vivir entre mimos y cariño en el internado hasta que un día, alrededor de un año después, murió.
Los pingüinos viven unos 20 años. No se sabe cuántos tenía Juan Salvador, pero no era joven.
“Se me rompió el corazón. Incluso ahora, 50 años después, me sigue doliendo”.
Lo que Tom no podía imaginar era el efecto que Juan Salvador tendría en el resto de su vida.
Fue la historia que le contó a una chica en su primera cita, y ella se convirtió en su esposa.
También se la contó a sus hijos y a sus nietos antes de dormir.
Luego lo animaron a que escribiera sus relatos sobre Juan Salvador, y los niños a los que se los daba le pedían más y más.
Amigos y parientes le dijeron que la publicara, lo cual hizo en la plataforma de libros electrónicos Kindle.
Y un día, “me quedé atónito al recibir un correo electrónico de la editorial Penguin, diciendo que quería publicar la historia”.
The Penguin Lessons (en español “Lo que aprendí de mi pingüino”), fue publicado en 2016.
Un email más, le informó que el actor Bill Nighy quería leer el audiolibro.
“¡Cuando un actor tan famoso como él quiere hacer algo, no le vas a decir que no!”.
Más tarde, en medio de la pandemia de covid, le llegó otro mensaje de Penguin.
“Decía que habían recibido un correo electrónico extraordinario. Era de Corea del Sur. Querían incorporar el libro en el Currículo Nacional de Inglés, para jóvenes de 14 a 16 años.
“No puedo imaginar un galardón más grande”.
“Pensé que ese era el pináculo de la historia de Juan Salvador. Y luego recibí otro mensaje de Penguin Books diciendo que, durante el confinamiento, el actor Steve Coogan leyó el libro y le pidió al guionista Jeff Pope si la historia podía adaptarse al cine”.
“Había que hacer cambios, pues él tenía más de 50 y yo, cuando viví con Juan Salvador, unos 23”.
La película “The Penguin Lessons” (en español, “Las lecciones del pingüino”) y la historia de Juan Salvador llegó así a las pantallas de todo el mundo.
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