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¡No están locas! Tres series que derriban *estigmas sobre la salud mental*
¡No están locas! Tres series que derriban *estigmas sobre la salud mental*
Netflix / Amazon Prime Video
5 minutos de lectura
¡No están locas! Tres series que derriban *estigmas sobre la salud mental*
24 de julio, 2019
Por: Daniela Salazar
@danielasalbe 

Tres mujeres dieron un vuelco a la representación de las enfermedades mentales en la televisión actual: una “exnovia loca”, una mujer que muere muchas veces el día de su cumpleaños y otra que sufre por la muerte de su mejor amiga.

Muchos personajes en películas y series han estigmatizado la salud mental durante años: o son seres aislados o asesinos seriales. ¿Pooooor?

En Russian Doll, Fleabag y Crazy ex-girlfriend no hay “locura genérica”, sino trastornos particulares. Y no, ninguno de sus personajes es asesino serial. Todos son seres complejos que conviven con sus enfermedades en mundos donde hay canciones y risa, mucha risa.

Fleabag Russian Doll comedia salud mental

¿Podemos reírnos de la salud mental?

El psicólogo Peter McGraw dice en su libro The Humor Code: A Global Search for What Makes Things Funny que la comedia es luz y oscuridad en partes iguales. Los mejores chistes, reflexiona, toman algo horrible y lo vuelven tonto.

“Nuestros antepasados ​​cavernícolas vivían en un mundo lleno de amenazas físicas. Hubo alivio al descubrir que un murmullo en la oscuridad era un ratón en lugar de un tigre dientes de sable”, explica Mc Graw en su libro.“Antes de que la gente pudiera hablar, la risa servía como señalización”.

En ese sentido, el humor se quedó con nosotros como una forma de advertencia, pero también como un medio para lidiar con las amenazas del mundo actual.

En una cita recuperada por The Atlantic, la psicóloga Daniela S. Hugelshofer dice que el humor actúa como un amortiguador contra el estrés, la depresión y la desesperanza

La psicología positiva considera que el humor ayuda a establecer conexiones con el mundo y a dar sentido a la vida.

Aunque parezca que Russian Doll, Fleabag y Crazy ex-girlfriend -series de las que hablaremos- se toman la salud a broma, no es así. Abordan la ansiedad, la depresión, el trastorno de personalidad límite y las expectativas sobre las mujeres de forma seria y documentada.

Y, sobre todo, hacen énfasis en la importancia de ir a terapia y medicarse en casos necesarios.

comedia y salud mental series de tv

Hablemos de Crazy ex-girlfriend

Creada y protagonizada por la comediante Rachel Bloom (quien tuvo depresión en la vida real), esta serie cuenta la historia de Rebecca, una abogada talentosa que vive en Nueva York, pero que súbitamente decide mudarse a un pueblo llamado West Covina, donde vive su exnovio.

Rebecca le hace creer a todo el mundo que se va por una oportunidad laboral, pero -spoiler- no es así: en realidad va a perseguir a su ex para que regrese con ella.

En West Covina, Rebecca se encontrará, efectivamente, con el ex, pero también con un diagnóstico acertado para su enfermedad: trastorno de personalidad límite; con conductas autodestructivas y amigos que no la dejarán sola mientras ella es diagnosticada y lucha contra sí misma para llegar a la autoaceptación. Todo ambientado con canciones originales cargadas de humor negro.

Lo importante de Crazy ex-girlfriend es que aprovecha la historia de Rebecca para tocar temas como el aborto y la salud mental, con conocimiento y sin juzgar a sus personajes.

https://youtu.be/9_6VMKNK5mQ

¿Qué hay de Russian Doll?

Russian Doll cuenta la historia de Nadia, una programadora que está atrapada en un bucle temporal en el que muere una y otra vez el día de su cumpleaños.

La única forma en que Nadia puede saber por qué está atrapada en el tiempo es ir a sus pensamientos para encontrar la falla que la está llevando a morir.

El mensaje sobre la salud mental es claro: la respuesta al agobio de Nadia está dentro de ella, en su mente y emociones.

En esta serie hay un énfasis particular en la importancia de ir a terapia. Nadia acude con su tía psicóloga en busca de ayuda profesional.

Lee: Quiero ir a terapia, ¿ahora qué sigue? 

Incluso hay un episodio en el que la protagonista convence a su amigo Alan de ir a terapia y este diálogo es casi un ensayo sobre la importancia de acudir con un especialista para cuidar la salud mental.

Lo más relevante es que el bucle temporal en el que están atrapados Nadia y Alan los lleva a reflexionar sobre cómo dejaron de ponerle atención a su salud mental durante años y cómo empezar a ponerle amor y cuidado a su mente podrá ayudarlos a sobrevivir al día que están condenados a repetir.

¿Y Fleabag?

Esta serie está escrita y protagonizada por  Phoebe Waller-Bridge, también guionista de la película Bond 25.

Fleabag es amada por sus fanáticos y la crítica. Fue nominada para cuatro premios Emmy 2019.

Esta serie sigue a Fleabag, una chica que experimenta la muerte de su mejor amiga y además se siente culpable por ello, lo que la lleva a conductas de autodestrucción y a convertirse en una adicta al sexo.

Fleabag, como serie, tiene dos virtudes: desmitifica la bondad que durante años se quiso achacar a las mujeres -la protagonista está muy lejos (en serio muy) de ser perfecta- y hace reír mucho, menos cuando no hace reír.

En esos pocos momentos de solemnidad, la protagonista habla de lo que la atormenta y de los traumas que le causan dolor. Es entonces cuando los espectadores se sienten golpeados,  identificados e incómodos.

La serie nos lleva a pensar sobre la importancia de cuidar de nosotros mismos en todos los aspectos. ¡Nadie lo hará por ti!

Fleabag rompe la cuarta pared para volvernos cómplices de sus fechorías, a veces inocentes y a veces no. Es entonces que nos damos cuenta de que todos somos un poco ella, aunque no queramos.

Te recomendamos este video: ¿Cómo es ir a terapia para cuidar la salud mental?

No olvidar

Pese a la inteligencia con la que están realizadas estas series, no debemos olvidar que son ficción.

Así que toda banalización o romantización de las enfermedades mentales que encontremos en sus episodios debe ser desechada cuando hablamos de la vida real.

La salud mental es un asunto importante que requiere ser tratado por especialistas.

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“Mi familia murió por recibir sangre infectada con VIH”: el mayor escándalo de salud pública en Reino Unido
10 minutos de lectura
“Mi familia murió por recibir sangre infectada con VIH”: el mayor escándalo de salud pública en Reino Unido

Miles de personas se contagiaron de VIH en Reino Unido tras ser infectados por productos sanguíneos contaminados en los años 70 y 80 en un escándalo que ahora se investiga por la presunta negligencia de las autoridades sanitarias.

15 de mayo, 2024
Por: BBC News Mundo
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Todo lo que Sam Rushby puede recordar sobre su familia son memorias fugaces de pasillos y salas de espera de hospital.

En 1994, con sólo dos años, perdió a su madre a causa del sida. Su padre murió con esta afección un año después en un hospital de Liverpool, en Reino Unido.

Su hermana también había sido infectada con VIH, por aquel entonces un virus nuevo e intratable, y murió antes de que él naciera.

“Destrozaron, literalmente, a mi familia y me la arrebataron”, relata al programa Panorama de la BBC en su primera entrevista.

“Siento como si se hubieran deshecho de ellos y se acabó la historia”.

Lesley Rushby con su hija Abbey.
Foto Familiar
Lesley Rushby con su hija Abbey. Ambas murieron por complicaciones relacionadas con el sida.

El padre de Sam, Gary, fue una de las más de 1.200 personas que contrajeron el VIH en el conocido como “escándalo de la sangre contaminada”, la mayor parte de ellas después de recibir un medicamento elaborado con plasma sanguíneo proveniente de EE.UU. a finales de los años 70 y 80.

Una investigación gubernamental sobre lo que ha sido calificado como el peor desastre de la historia del sistema británico de salud pública, el NHS, va a dar a conocer pronto sus hallazgos.

Uno de los asuntos clave que está examinando es si las autoridades fueron demasiado lentas en actuar.

El programa Panorama de la BBC ha podido ver ahora pruebas de que la embajada británica en Washington advirtió al gobierno de Reino Unido sobre el riesgo de contraer sida a través de sangre contaminada a principios de los años 80.

Un funcionario de la embajada escribió un informe de cinco páginas a un alto funcionario del Departamento de Salud tras reunirse con un miembro del grupo de trabajo sobre el sida en EE.UU.

La advertencia, una de varias, llegó una década antes de que naciera Sam.

No fue hasta la adolescencia que Sam, quien ahora tiene 32 años, comenzó a conocer la verdad.

Su padre Gary nació con hemofilia, una condición genética que perjudica la capacidad de coagulación de la sangre. Casi siempre afecta a los hombres, aunque las mujeres son portadoras del gen de la hemofilia y pueden transmitirlo.

A finales de la década de 1970, Gary comenzó un nuevo tratamiento destinado a mejorar su vida de forma radical.

El Factor VIII se comercializó como un medicamento milagroso. Los pacientes podían tomar una botella de polvo blanco del refrigerador, mezclarlo con agua destilada e inyectarse ellos mismos.

El sangrado se detenía y, por primera vez, los hemofílicos podrían vivir una vida más normal.

Pero esos pacientes se enterarían más tarde de que lotes enteros del nuevo tratamiento habían sido contaminados con VIH y hepatitis C.

Alrededor de dos tercios de las personas infectadas con VIH en la década de 1980 desarrollaron sida y murieron antes de que los medicamentos antirretrovirales modernos estuvieran disponibles.

A Sam le costó entender la verdad de lo que le sucedió a su familia cuando finalmente sus abuelos se lo contaron.

“No me lo creía, no me lo podía creer”, afirma. “No puedo superarlo, ¿por qué tuvo que suceder?”.

Extracto de la carta de un funcionario de la embajada de Reino Unido que describe su conversación con un representante del grupo de trabajo sobre el sida de los Centros para el Control de Enfermedades de EE.UU.
BBC
Extracto de la carta de un funcionario de la embajada de Reino Unido que describe su conversación con un representante del grupo de trabajo sobre el sida de los Centros para el Control de Enfermedades de EE.UU.

Importaciones de plasma

A principios de la década de 1980, Reino Unido no podía satisfacer la demanda de Factor VIII, que se elaboraba acumulando (o mezclando) el plasma sanguíneo de miles de donantes individuales.

En su lugar, importaron el tratamiento desde Estados Unidos.

En Reino Unido, las donaciones de sangre siempre han sido voluntarias, pero en Estados Unidos se permite a las compañías farmacéuticas pagar por el plasma.

Grupos de alto riesgo, desde prisioneros hasta consumidores de drogas, tenían un claro incentivo económico para donar sangre y potencialmente mentir sobre su historial médico.

Las pruebas que han desvelado activistas y que ha podido ver la investigación pública en curso sobre el escándalo de la sangre contaminada muestran que, cuando se empezó a conocer el riesgo del sida, se enviaron una serie de advertencias claras al gobierno de Reino Unido.

En mayo de 1983, Spence Galbraith, director del Centro de Vigilancia de Enfermedades Transmisibles de Reino Unido, escribió a Ian Field, el principal funcionario médico del Departamento de Salud, instándole a que se retiraran del mercado todos los productos sanguíneos estadounidenses hasta que “se aclarara” el riesgo de contraer sida.

La carta de la embajada británica en Washington, que Panorama ha podido ver, también fue enviada al doctor Field apenas un mes después, el 28 de junio de 1983.

En ella, un funcionario de la embajada describe una reunión con un representante del grupo de trabajo sobre el sida del Centro para el Control de Enfermedades de Estados Unidos.

Se habló de la transmisión del VIH por la sangre, escribe en la carta. Los hemofílicos estaban “en mayor riesgo” debido a los “dudosos hábitos” de algunos donantes de sangre estadounidenses que habían sido pagados y por la mezcla de miles de esas donaciones para producir Factor VIII.

El grupo “Sangre Contaminada”, que representa a cientos de sobrevivientes y sus familias, asegura que la carta muestra un “asombroso nivel de conocimiento y detalle” sobre los peligros.

Pero esta y otras advertencias no fueron atendidas. Los pacientes del NHS continuaron recibiendo Factor VIII sin tratar importado de EE.UU. hasta al menos 1985.

Muchos de los que tomaron parte en esas decisiones en los 80 ya no están vivos, entre ellos Ian Field.

En 1983, el conocimiento sobre el VIH y el sida todavía era incipiente.

Por aquel entonces, un funcionario del Departamento de Salud dijo que la petición de retirar el Factor VIII estadounidense era prematura y que no tenía en cuenta los riesgos que suponía para los hemofílicos eliminar una fuente importante de su tratamiento.

Sam Rushby de niño vestido de Papá Noel.
Foto familiar
Sam Rushby, en una imagen de principios de los años 90, asegura que no tiene recuerdos de sus padres.

Sam afirma que su padre no supo durante muchos años que había sido infectado con VIH.

Gary transmitió sin saberlo el virus a su esposa Lesley. Más tarde la mujer dio a luz a una hija, Abbey, que nació VIH positiva y murió con sólo cuatro meses de edad.

Lesley volvió a quedar embarazada y en 1992 llegó Sam, aunque esta vez la prueba del VIH dio negativa.

Pero sólo dos años después, Lesley murió de una enfermedad relacionada con el sida, seguida apenas un año después por su marido.

“Lo triste es que no tengo recuerdos de ellos, sólo un puñado de fotografías”, dice Sam. “Es ese constante sentimiento de tristeza, de preguntarse cómo habría sido crecer (con ellos)”.

Sam fue criado por sus abuelos, que le dijeron al principio que su mamá y su papá habían muerto de cáncer y de un derrame cerebral.

Sólo comenzó a descubrir lo que realmente sucedió en su adolescencia, aunque el estigma que rodea al sida le obligó a mantener los detalles en secreto porque, dice, “los adolescentes pueden ser crueles”.

“Siempre he sufrido de ansiedad y depresión. Si pierdes a tu mamá y a tu papá a una edad tan temprana, eso te va a dar ansiedad”, dice.

“Pero luego, más adelante, descubrí por qué y eso simplemente agravó la agonía”.

Sam es uno de los cientos de niños que perdieron a sus padres a causa del escándalo. Hasta la fecha, ninguno ha recibido compensación del gobierno.

Más de 30.000 pacientes del NHS se infectaron con VIH y hepatitis C entre 1970 y 1991 por productos sanguíneos contaminados como Factor VIII y IX, o a través de transfusiones de sangre tras una cirugía, un tratamiento o un parto.

En otros países, desde Francia hasta Japón, las investigaciones sobre la catástrofe médica concluyeron hace muchos años. En algunos casos, se presentaron cargos penales contra médicos, políticos y otros funcionarios.

En Reino Unido, los activistas afirman que el escándalo nunca ha recibido la misma atención.

Una investigación privada llevada a cabo en 2009, que se financió enteramente a través de donaciones, careció de poderes reales para llegar al fondo, mientras que otra investigación escocesa en 2015 fue calificada de “encubrimiento” por las víctimas y sus familias.

En 2017, forzada por la presión política, la entonces primera ministra Theresa May ordenó poner en marcha una investigación pública a nivel nacional.

Dirigida por el exjuez del Tribunal Supremo Brian Langstaff, tenía la capacidad de obligar a los testigos a declarar bajo juramento y de ordenar la divulgación de documentos.

Tras varios retrasos, su informe final deberá ser presentado el 20 de mayo.

Colty y Sarah Jane se dan un beso.
Foto familiar
Colt murió en 1992 de una neumonía relacionada con el sida causada por los productos sanguíneos contaminados que le habían administrado para la hemofilia.

El estigma social

La investigación encontró que 380 de los 1.250 pacientes con trastornos hemorrágicos que fueron infectados con VIH eran niños en ese momento.

Muchas familias también tuvieron que lidiar con el estigma de lo que entonces era una enfermedad intratable.

El hermano menor de Sarah-Jane, Colt, fue infectado con VIH y murió en 1992 a los 10 años. Sarah-Jane asegura que la familia, de la ciudad de Plymouth, tuvo que mudarse de casa tres veces para escapar del maltrato de sus vecinos.

“Nos rehuían, hablaban de nosotros. Colt no tenía amigos porque nadie quería jugar con él”, rememora.

“Amigos y vecinos se volvieron distantes, temerosos y acusadores”.

En septiembre de 1985, una escuela primaria del condado de Hampshire, en el sur de Inglaterra, apareció en las noticias nacionales cuando los padres de un joven hemofílico contaron a los profesores que había dado positivo por VIH.

Otras familias sacaron a sus hijos de clase y no los permitieron regresar hasta que se enviaron a especialistas en sida para explicarles los riesgos.

Peter Adlam de niño.
Foto familiar
A Peter Adlam, fotografiado cuando era un niño, le dijeron que era VIH+ cuando tenía ocho años.

El niño en el centro de la tormenta mediática tenía sólo nueve años y en ese momento era anónimo. Pero ahora se le puede identificar como Peter Adlam, de 48 años.

“Solo recuerdo que no quería que me grabaran las cámaras a las puertas de la escuela”, revela a Panorama en su primera entrevista.

“Intentaba integrarme con los otros niños todo lo que podía. Cuando eres niño piensas que eres indestructible y que vas a vivir para siempre, y yo me estaba volviendo muy consciente de que no lo haría”.

Peter desarrolló graves problemas de salud relacionados con el VIH, entre ellos tres episodios de neumonía en 1996. A sus padres les llegaron a decir en un momento que tal vez sólo le quedaran unas semanas de vida.

Nuevos medicamentos contra el VIH llegaron a tiempo para salvarle la vida, aunque ha tenido que seguir lidiando con múltiples problemas de salud hasta el día de hoy.

Peter Adlam.
BBC
Peter Adlam afirma que no puede imaginar cómo había sido su vida si no hubiera sido infectado

“Hasta ese momento no pensaba que llegaría a ver el año 2000. Era desolador y no había muchas esperanzas”, dice.

“Veía a otras personas de mi edad vivir sus vidas y yo no podía hacerlo. No he tenido una carrera, no he viajado. No puedo imaginar cómo habría sido mi vida si no me hubiera infectado”.

En agosto de 2022, el gobierno acordó pagar las primeras compensaciones provisionales de 100.000 libras (US$125.700) a unos 4.000 sobrevivientes del escándalo o a sus desconsoladas parejas.

Los ministros han indicado que planean extender esos pagos a los padres e hijos de los infectados, entre ellos Sam Rushby, y también quieren establecer un plan definitivo de compensación.

Pero aún no se ha establecido un calendario en firme para realizar los pagos, y es probable que el costo total ascienda a miles de millones de libras.

“Esta fue una tragedia espantosa que nunca debería haber ocurrido. Tenemos claro que se debe hacer justicia y rápidamente”, afirmó el gobierno británico a Panorama en un comunicado.

“Esto incluye el establecimiento de un nuevo organismo para ofrecer un Plan de Compensación de la Sangre Contaminada, que contará con todos los fondos necesarios para ofrecer compensaciones una vez que se hayan identificado a las víctimas y evaluado las reclamaciones”.

“Seguiremos escuchando atentamente a la sociedad mientras abordamos este terrible escándalo”.

Línea gris.
BBC

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