El nombre de Claudia Goldin se convirtió en tendencia en las plataformas de redes sociales tras convertirse en ganadora del premio Nobel de Economía 2023. Es la primera mujer ganadora de esta distinción en solitario y la tercera mujer en obtener el galardón en la historia del Nobel de Economía.
El premio fue otorgado a Goldin por sus estudios sobre la desigualdad de género en Estados Unidos, a través de la división del trabajo doméstico. Los hallazgos de la investigadora (tras el análisis de datos de 200 años en Estados Unidos) demuestran que las mujeres tienen un corto límite biológico de fecundidad, lo que produce diferencias en la profesionalización entre los sexos. Es decir, mientras los hombres invierten más en continuar su carrera profesional y mejorar sus ingresos tras el nacimiento del primer hijo, las mujeres reducen sus horas de trabajo, cambian a uno menos intensivo en tiempo o abandonan su empleo para ocuparse del cuidado de los infantes. Esta división del trabajo en el hogar provoca una mayor brecha salarial de género.
En este sentido, Goldin afirma que “la maternidad es una escalada empinada” y prueba que aún cuando los hijos crecen y las mujeres retoman sus carreras profesionales, a pesar de que incrementen sus horas de trabajo por encima de las de los hombres y de sus pares que no son madres, no logran alcanzar la igualdad salarial de género.
Este premio otorgado a la investigadora de la Universidad de Harvard nos motiva a revisar las brechas de desigualdad de género en términos salariales en nuestro país. En México, la encuesta nacional de ingresos y gastos de los hogares (ENIGH) 2022 presenta que, en promedio, las mujeres tienen un ingreso trimestral 10,000 pesos menor al de los hombres, lo que equivale a una brecha de 34.84 %. Esta brecha aumenta cuando las parejas tienen hijos. Con un hijo, las mujeres tienen ingresos 36.16 % menores a los hombres; con dos hijos, el salario de las mujeres es menor en un 45.73 %, con tres hijos es 53.29 % menor y con cuatro hijos o más, la brecha crece a 56.55 %.
En cuanto a la división del trabajo en el hogar en México, la Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo (ENUT) 2019 muestra que las mujeres dedican 39.7 horas semanales para realizar trabajo no remunerado en los hogares, en contraste con las 15.2 horas semanales que ocupan los hombres para estas labores. Asimismo, en promedio las mujeres trabajan 6.2 horas semanales más que los hombres, incluyendo tanto el trabajo remunerado y el trabajo en el hogar.
Tomando en cuenta estos datos, es necesario promover una reformulación de la paternidad, en la que los hombres se encuentren más involucrados en la crianza y cuidado de los hijos, y un cambio en la división del trabajo en el hogar.
Sin embargo, nos encontramos no sólo con barreras culturales y sociales para efectuar estos cambios, sino con la misma legislación mexicana, que delega el cuidado de los hijos a las madres. Por ejemplo, el artículo 170 fracción II de la Ley Federal del Trabajo, establece que las madres trabajadoras pueden gozar de un descanso de seis semanas anteriores y posteriores al parto, y si el hijo nace con alguna discapacidad, el descanso posterior se puede extender hasta ocho semanas. Mientras que el artículo 132 fracción XXVII bis de la misma ley, establece que se otorga permiso de paternidad de tan solo cinco días laborables con goce de sueldo a los hombres trabajadores tras el nacimiento o adopción de los hijos. El caso de discapacidad no considera a los padres trabajadores.
Para el caso de México, podemos observar que se perpetúa un sistema patriarcal y la división sexual del trabajo, que fortalecen que se adjudique el papel del hombre al mundo laboral, y a las mujeres se nos siga delegando el trabajo doméstico y la crianza. En este sentido, resulta necesario generar estrategias de sensibilización social sobre la construcción del hogar tradicional, esto con el fin de reformular la participación de los hombres en la vida familiar, y equilibrar la distribución del trabajo doméstico. Asimismo, es necesario tomar acciones que logren que las mujeres tomen un rol activo en su decisión de ser madres, y en alcanzar un horizonte profesional más amplio. Esto sin duda, debe ir acompañado de la promoción de leyes que favorezcan la inclusión de los padres en la crianza y el cuidado de los hijos desde su nacimiento y la urgente necesidad de contar con un sistema de cuidados efectivo.
* Mirna García (@Mir_Maicita) es Maestra en Economía y Gestión de la Innovación e investigadora de Simetría.
La entrevista que le intentó hacer un periodista a un niño, en medio de una jubilosa celebración de aficionados de la selección de México en Los Ángeles, en California, se hizo viral en julio pasado.
-Nene, ¿cuál es tu nombre?
-Mmm… ¿mi name?
-¿Por qué ganó México?
-Mmm… what?
“Está muy emocionado”, dijo el periodista para justificar la falta de respuesta del niño, mientras otro comentarista en la transmisión en directo de la cadena ESPN señalaba: “Es una generación que ya no habla castellano”.
El video fue compartido miles de veces en redes sociales, en las que muchos comentarios incluían un término que se escucha en EE.UU. en este tipo de situaciones: “No sabo kid”.
La expresión es usada por algunos latinos para referirse de forma despectiva a otros latinos que no hablan español. La mayoría de las veces son niños o jóvenes, hijos de migrantes de América Latina que crecieron con el inglés como idioma materno, por eso se habla de “kids” (niños).
Y este fenómeno no es esporádico.
Un estudio del Pew Research Center (PRC), institución que analiza cuestiones demográficas de EE.UU., indicó que el 40% de los latinos en el país han escuchado bromas o burlas de otros latinos por no hablar bien el español.
“Fue muy llamativo que los comentarios de muchos cuestionaran que por qué ese niño [del video] no habla español, lo que es una lástima porque los padres no le están hablando en español a ese niño”, le dice a BBC Mundo Mark Hugo López, director del departamento de Raza y Etnicidad del PRC y coautor del estudio.
Y es que aunque EE.UU. sea considerado uno de los países con más hispanohablantes del mundo, el dominio del idioma varía mucho entre sus hablantes.
En la encuesta del PRC, un 75% de los consultados dijeron que podían mantener una conversación en español bien o muy bien. Pero del resto que no hablaba español, la mitad reconoció haber sido avergonzados por otros por no hablar bien el idioma.
Al mismo tiempo, 8 de cada 10 latinos entrevistados dijeron que no es necesario hablar español para ser considerado latino.
“Estos resultados muestran la importancia del español, por un lado, pero también que una persona puede ser latina en Estados Unidos sin hablar español”, dice López.
“Muchos dicen que es una lástima, porque esa persona está perdiendo su cultura, su identidad, por no hablar español. Pero para otros, no es importante hablar español en EE.UU. para ser latino”, añade.
Vanessa Ávalos, una estadounidense de origen mexicano que vive en Chicago, rechaza el término “no sabo kid”, pues señala que eso pone la carga negativa en los niños en lugar de los adultos de su entorno que no les dan los conocimientos del idioma.
Es algo que ha vivido de forma muy personal.
“Mis papás no quisieron que mi hermano y yo habláramos español”, explica a BBC Mundo.
Su familia vivía en la década de 1980 en el estado de Texas, donde entonces se vivía un ambiente de discriminación hacia quienes hablaban en español. “Mis papás querían que nosotros no pasáramos malos momentos de racismo”.
Ávalos y su hermano, que hablan inglés como lengua materna, aprendieron español en las clases de secundaria y preparatoria por iniciativa e interés propio. “Luchamos por el idioma, por recuperarlo. Sabíamos que queríamos el idioma”, dice con orgullo.
Tiempo después, Ávalos se dio cuenta que el español es importante no solo para saber más sobre su cultura, sino también porque es un factor que une a las familias latinas en EE.UU.
“Mi abuela no habla inglés. Desafortunadamente la mayoría de mis primos no hablan español. Entonces cuando estábamos en casa de ella, todos hablábamos inglés y ella se sentía como ‘Bueno, aquí estoy en mi casa y nadie me está hablando porque no hablan español’”, relata.
“No me gustó ver eso. Mis niños pueden hablar con mi suegro. A mi hija le gusta el fútbol y ellos ven los partidos juntos”.
Ese es un fenómeno arraigado en la cultura latina de EE.UU. Como los estudios del PRC muestran, la mayoría de los 40 millones de personas en el país que saben español lo hablan en casa. En especial, en aquellos hogares donde hay migrantes que nacieron fuera del país.
Y 6 de cada 10 latinos usan el Spanglish: la mezcla de español e inglés.
Ávalos dice que no quería que sus hijos tardaran en aprender español como le pasó a ella.
Su esposo también es de origen mexicano pero no habla español. “Pensé ‘Si nosotros no les hablamos nada de español a nuestros hijos, ellos lo van a perder también. En ese momento vi lo que podíamos hacer con nuestros hijos”, explica.
Otras personas de la comunidad latina en Chicago también querían que sus hijos hablaran español, por lo que puso manos a la obra y abrió este año un espacio que ofrece de manera didáctica y lúdica clases de acercamiento al idioma español para niños.
Los pequeños de 1 a 5 años aprenden español a través de canciones, conociendo las formas de cosas y hablando de situaciones básicas como el desayuno. Los de 5 a 9 años escriben, leen y hablan español a través de un método didáctico.
“Es algo divertido para los niños. Ahora mismo hacemos exploración de la música de Latinoamérica. Las mamás me han dicho que el español de sus hijos ha mejorado y me da gusto escuchar esto”, explica Ávalos.
“El currículo fue desarrollado por una maestra latina que tiene un programa para computadoras, una aplicación en la que los niños pueden practicar cuando se van a casa”, agrega. La meta es que en tres años los pequeños sean bilingües.
A diferencia del pasado, los latinos en EE.UU. han cambiado su perspectiva sobre lo valioso que es hablar español como un complemento para su vida e incluso como una herramienta laboral.
“Personas que fueron jóvenes en los años 50 y 60, dicen que sus padres decían que era más importante hablar inglés y no español, porque tenían miedo sobre el futuro de sus hijos en el mercado laboral y en la sociedad en EE.UU.”, explica López, del PRC.
“Pero ahora no. Ahora es diferente: una encuesta del PRC de 2019 indicó que la mayoría de los latinos que tienen hijos quieren que sus niños también hablen español”.
Además, el éxito de la música en español a nivel mundial ha despertado un gran interés entre los latinos por el idioma de su cultura.
Sin embargo, el español que hablan muchos latinos en EE.UU. parece tener un mayor uso en la comunicación cotidiana en casa y en situaciones informales, más que en el ámbito profesional.
La mayoría no tiene un nivel para hablarlo en un empleo que requiera un cierto nivel de formalidad, según los estudios del PRC.
Otro fenómeno que se da en EE.UU. es la pérdida del idioma de los padres o abuelos entre las nuevas generaciones.
El español no escapa a esta tendencia: un 65% de los latinos de tercera generación o más no pueden mantener una conversación en español, muestra el estudio del PRC.
“Las escuelas en EE.UU. no tienen muchas clases de español que sean obligatorias para obtener un diploma”, señala López.
“Tenemos tres, cuatro décadas con diálogos sobre la importancia de una educación bilingüe, pero no ha habido muchos cambios. El inglés es el idioma de las escuelas”, añade.
Ante esto, los padres se convierten en un factor clave para que sus hijos conozcan el español y lo hagan suyo.
“Para mí era duro que mi raza se burlara de mí, porque no supiera el lenguaje”, dice Ávalos.
“En vez de reprochar a una persona por no hablar español, debemos ayudarlo. Si vas a burlarte, nadie querrá hablar español y lo vamos a perder. Es el deber los padres guiar a sus hijos para que conozcan su cultura”.
Recuerda que puedes recibir notificaciones de BBC News Mundo. Descarga la última versión de nuestra app y actívalas para no perderte nuestro mejor contenido.