[contextly_sidebar id=”6qEuYPVTzeCju7XbTHZ7dwTsmJapZCZt”]Algunos podrán extrañarlo. Otros no. Pero lo cierto es que en Brasil falta algo que suele ser clave en elecciones de otros países: un partido de derecha con más que un puñado de votos.
En la primera ronda, por ejemplo, bastaba mirar a los tres candidatos que según las encuestas tenían nueve de cada 10 sufragios en los comicios presidenciales para notar esta singularidad.
La presidenta Dilma Rousseff, que busca la reelección, es una exguerrillera que pertenece al Partido de los Trabajadores (PT), una colectividad de izquierda que gobierna Brasil desde 2003.
Y Aécio Neves, que se ganó el derecho a disputarle a Rousseff el balotaje del 26 de octubre, lo hace por el centrista Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).
Es cierto que Neves ha lanzado guiños a la derecha (planteando por ejemplo bajar la edad mínima para castigar ciertos delitos) pero está lejos de ser un conservador como se los conoce en Chile, Colombia o México.
Mientras que hasta la ambientalista Marina Silva, a la que Neves derrotó sorpredentemente en la primera vuelta, estuvo afiliada en el pasado al Partido Revolucionario Comunista y al propio PT, compitiendo como candidata del Partido Socialista Brasileño (PSB).
“Los candidatos a la presidencia de la república tienen un perfil de centro o centro-izquierda”, confirma Vera Chaia, una cientista política de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo, a BBC Mundo.
La falta de presencia de la derecha no es algo nuevo, por cierto, ya que en las elecciones de 2010 ocurrió algo similar. La pregunta es por qué.
Chaia sostuvo que el fenómeno está relacionado con el régimen militar brasileño de 1964 a 1985 y la mancha que dejó para la derecha del país, ya que varios de sus dirigentes lo apoyaron.
“Es difícil pensar hoy en una derecha estructurada que tenga coraje de manifestarse”, indicó.
A su vez, varias conquistas económicas y sociales recientes de Brasil son atribuidas a presidentes que en su momento se opusieron a la dictadura: Fernando Henrique Cardoso (PSDB) y Luiz Inácio Lula da Silva (PT).
En la actual campaña ninguno de los candidatos que aspiran a ganar propone eliminar los programas sociales que sacaron a millones de brasileños de la pobreza en los últimos tiempos.
Tampoco plantean privatizar empresas como Petrobras, la petrolera estatal sacudida por denuncias de corrupción.
Y cuando el PT de Rousseff sugería que Silva o Neves podrían tener planes de ese tipo, éstos lo desestimaron de inmediato, acusando al oficialismo de sembrar “miedo” y “terror” entre la gente.
En el penúltimo debate de candidatos presidenciales antes de la primera vuelta, quien sorprendió con varios comentarios fuera de lo esperado fue el conservador Levy Fidelix.
Cuando le preguntaron su opinión sobre el matrimonio homosexual, Levy contestó que “dos iguales no tienen hijos” y “el aparato excretor no reproduce”. Sostuvo también que los gays pueden tratarse psicológicamente, “pero lejos de nosotros”.
Rousseff, Silva y Neves evitaron responderle durante el debate y criticaron sus dichos horas después, cuando la comunidad LGBT (Lésbica, Gay, Bisexual y Transexual) y muchos otros repudiaron a Levy.
Pero este candidato tenía entonces cerca de 1% de la intención de votos según las encuestas, y sus posturas homófobas o sus críticas a presidentes “bolivarianos” de la región le rindieron pocos beneficios electorales.
“Se transformó en una caricatura de la derecha”, observó Davi Bertoncello, presidente de la encuestadora brasileña Hello Research, a BBC Mundo.
Pero, ¿significa esto que los brasileños se ubican del centro hacia la izquierda del espectro ideológico?
Un estudio de esa encuestadora realizado en septiembre indicó que 41% de los brasileños no saben definir si son de izquierda, centro o derecha. Un 30% se definió de centro y el resto se repartió de forma pareja hacia ambos lados.
Pero el sondeo encontró que, en asuntos económicos, hay una mayoría de brasileños total o parcialmente favorables a políticas asistenciales del gobierno (75%) o a la intervención gubernamental en la economía.
Si bien esas son ideas más de izquierda, los encuestados asumieron posiciones conservadoras en temas sociales: se manifestaron total o parcialmente contra la legalización del aborto (72%), la unión civil homosexual (49%) y la despenalización de la marihuana (58%).
Otro estudio de la firma Datafolha, también en septiembre, obtuvo conclusiones similares: en temas de valores, los segmentos de la población más afines a la derecha superan a la izquierda, mientras que en temas económicos ocurre lo contrario.
Los expertos creen que por esto mismo los candidatos favoritos evitan temas espinosos como la legalización del aborto, el matrimonio gay o las drogas, que son banderas de la izquierda en otros países.
Quienes han defendido cambios de ese tipo en Brasil son los candidatos Luciana Genro, del izquierdista Partido Socialismo y Libertad, y Eduardo Jorge, del Partido Verde. Cada uno tendrá una cantidad similar de votos que Levy, según encuestas.
Rousseff, Silva y Neves, en tanto, estaban todos en contra de legalizar el aborto. La presidenta ha cambiado de posición respecto a 2007, cuando se manifestó a favor. Y Silva, de fe evangélica, dijo que aceptaría realizar un plebiscito sobre el tema.
Ninguno tampoco planteó legalizar la marihuana. Respecto al casamiento gay, Silva estaba en contra, mientras Rousseff y Neves dijeron que basta con que el Supremo Tribunal de Justicia reconozca la unión entre personas del mismo sexo, como ya sucede, sin una ley específica.
“Ellos acaban colocando discursos fabricados por sus equipos de marketing, sabiendo que una medida para su público es popular o impopular”, sostuvo Bertoncello.
“La división de los partidos hoy no está basada en la ideología”, concluyó el analista.